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Saturday 22 Mar 2025 | Actualizado a 10:39 AM

Caída de Evo, según Sivak

Yuri Torrez

/ 10 de febrero de 2025 / 06:00

Hace un par de meses se lanzó el libro Vértigos de lo inesperado. Evo Morales: el poder, la caída y el reino, del periodista argentino Martín Sivak, e inmediatamente muchos intelectuales confesos antievistas se lanzaron, como si fueran aves de rapiña, en busca de su carroña, a buscar con lupa en la mano aquellos detalles escabrosos de la vida personal del expresidente para luego con un dejo sensacionalista, banal y amarillista hacer leña del árbol caído. Obviamente, como diría Nietzsche, no importan los hechos, sino las interpretaciones. Un libro —de crónica periodística, como el de Sivak— es un objeto cultural que produce, a la vez, diversas interpretaciones, según los intereses y el locus de los descifradores, especialmente en una coyuntura política (cuasi) electoral.

Eso sucedió con este libro. El apresuramiento en la condena y contribuir con su granito de arena para poner en evidencia al principal protagonista —dicho sea al pasar, recorre por sus peores días—, se lanzaron a la cruzada del escarnio público, sin percatarse que detrás de los hechos narrados magistralmente por el periodista argentino existen datos insoslayables para comprender el desmoronamiento del liderazgo carismático que encarnaba el expresidente Morales.

En las infinitas horas que acompañó Sivak a Morales, inicialmente en la campaña electoral de 2019, luego en su exilio —tanto en México como en la Argentina— y, posteriormente, en su retorno a Bolivia, rescató detalles de la vida cotidiana del exmandatario, o sea: insumos, interpretación mediante, para dar cuenta de aquellos factores que contribuyeron para el desgaste de su liderazgo.

Uno de ellos, a nuestro juicio, es el hiperpresidencialismo del Jefazo —como diría Zivak—, especialmente en su último gobierno. Obviamente, este rasgo le hizo perder a Morales la perspectiva política. Por lo tanto, su obsesión por una nueva reelección, luego, se convertiría en el principio del fin.

Morales ignoró ese “hastío que las rutinas del culto a la personalidad despiertan”, como escribe el periodista argentino, que derivó inexorablemente en perforar su liderazgo. En rigor: “la identificación efectiva del líder es el vínculo populista entre el líder y el pueblo”, diría Ernesto Laclau.

Con la crónica de Sivak, en el caso de Morales, se infiere: ese vínculo con sus propias bases sociales se desgastó paulatinamente. Se torció, de a poco, (casi) hasta el final.

Atisbos de cuestionamientos internos en el propio MAS contra Morales se remontan a su exilio en Buenos Aires, pero, ese momento crítico del golpe de Estado obligaba a que las energías se orienten a vencer al enemigo en común: el gobierno de Áñez. Luego, el recibimiento apoteósico de Morales en territorio boliviano sirvió para azuzar el “delirio del ególatra”, diría Claude Lefort, quizás, el último acto simbólico de ese lazo del expresidente con sus bases. Posteriormente, se vino una etapa de una fuerte corriente interna orientada a pedir cuentas sobre la responsabilidad del exmandatario para el desemboque golpista. No hubo mea culpa. Entonces, sectores partidarios y movimientos campesinos/indígenas empezaron a impugnar el liderazgo de Morales, pero, en vez de emprender una cruzada por una “reforma moral y política” al interior del MAS, él retornó a sus afanes reeleccionistas que azoró las disputas internas a tal punto de conducir a una escisión sin vueltas.

Sería injusto creer que toda la culpa sea de Morales. Zivak es equilibrado: el factor Choquehuanca es otro a tomar en cuenta. (Pero, por su importancia, merece otro artículo).

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Antonio Gasalla, el genial travestido

Antonio Gasalla será recordado por su talento para ser varias mujeres en los escenarios

/ 22 de marzo de 2025 / 06:02

Cuando se apagan las luces del teatro Solís de Montevideo, un reflector apunta hacia la puerta de ingreso: Comienza a caminar lentamente hacia el escenario como si flotara entre nosotros, espectadores, Soledad Dolores Solari, una mujer con apariencia de solterona amargada, con los cabellos lacios y planchados, con una carterita ridícula colgandolé en la muñeca derecha. Todos mudos e hipnotizados, miramos el trayecto de esta que en realidad es una maestra de escuela que vive sin la compañía de nadie y tiene la capacidad de vomitar todos los prejuicios y fobias con las que ha construido una personalidad feroz y prejuiciosa cargada de malicia y lucidez. Detrás de Soledad, debajo, encima o de costado, hay un actor dueño de un estilo huracanado y desopilante que se llama Antonio Gasalla y que a los 84 años acaba de dejar este perro mundo, después de un padecimiento de demencia senil que lo condujo por el laberinto de la desmemoria que se manifestaba en actitudes como las de mandar a la concha de su madre a los noteros de los programas televisivos del espectáculo bonaerense que lo abordaban en las inmediaciones de su apartamento.

Habitante de personajes femeninos en el teatro, la televisión y el cine, Gasalla supo desatar risas y carcajadas, producto de interpretaciones con personajes femeninos por el mismo creados, que quedarán por siempre registrados en el imaginario colectivo porteño, en esa mágica ciudad que resulta más difícilmente comprensible si no se conoce algo de sus actrices, actores, escritores, músicos, boxeadores y cracks del fútbol.

Ya en el escenario ante una sala abarrotada de público, Soledad Dolores Solari, nombre nada casual de su personaje, comienza a hablar mientras plancha la ropa, exponiendo su pensamiento en voz alta acerca de todo lo que pasa por fuera de ese hábitat que solo es capaz de compartir consigo misma. Su timbrada voz no necesita micrófonos, sus ojos bien abiertos son de una expresividad que pasa de la reflexividad a la ira, de la escandalización a la sentencia moral.

Gasalla pudo ser una mujer afeada por sus frustraciones, otra mujer felliniana (Barbara Don’t Worry, presentadora de televisión), profesora de educación sexual (la maestra Noelia) y la Abuela que se sienta en el living de Susana Jiménez para enrostrarle las barbaridades que todos piensan, pensamos, y que la mayoría reprimida por los manuales de urbanidad y buenos modales no se atrevería a decir. Durante varias temporadas, la viejita llena de achaques y la cabeza intacta no se guarda nada y le profiere a la histórica rubia de la televisión argentina todo lo que se le canta: el tamaño de las tetas, los galanes con los que se habría, o no podido acostar y los hombres que como instintivos machos van detrás de las mujeres provistos de malas intenciones. Como todos sus personajes, la Abuela-Gasalla lo dice todo sin filtros, siempre ataviada de vestuarios femeninos, y maquillajes que destacan su feminidad, su mal gusto o su decrepitud.

Es tan incontenible la influencia de Gasalla, que en la actualidad se presentan en el teatro nuevas versiones de “Esperando la carroza” (1985), película de Alejandro Doria que a través de una comedia excesiva, retrata a la “famiglia” porteña de clase media que tiene a Mamá Cora —la primera abuela de todas sus personajes—en el centro del desmadre y la confusión, propia de esa cultura de conventillo en la que los comportamientos ruínes son el resultado de pugnas e intrigas familiares. Hoy día, Martín “Campi” Campilongo es la Mamá Cora del teatro, o sea, el intérprete del mismísimo Gasalla que inmortalizó al personaje que mantiene vigencia durante cuatro décadas y que recupera actualidad en el teatro Broadway de Buenos Aires. Así de indeleble será la marca de un estilo, la de un teatro útil para estudiantes de sociología que, a través de las ficciones y los delirantes personajes puestos en escena por Gasalla, se puede conocer con nitidez cómo es esa clase media, heredera de las taras europeas, sobre todo italianas y españolas.

Antonio Gasalla será recordado por su talento para ser varias mujeres en los escenarios y en el último tiempo por la obra teatral “Más respeto que soy tu madre” en la que el capocómico se mete en la piel de Mirta Bertotti, una ama de casa que combate domésticamente con su marido, un suegro adicto a las drogas y tres hijos adolescentes y que estuvo cinco años consecutivos en cartelera en el teatro Gran Rex, sumando un millón de espectadores.

También capaz de interpretar personajes masculinos, Gasalla coprtagonizó con la inmensa Graciela Borges la película “Dos hermanos” (Daniel Burman, 2010) en la que se narra una relación de amor-odio, que sólo pueden encarnar intérpretes de muchos quilates y enorme rodaje en las tablas y en las locaciones cinematográficas.

Se ha ido Gasalla, aunque en realidad los grandes actores, aquellos que son capaces de contarnos las vicisitudes de la vida desde el juego escénico, nunca se van debido a esa mágica eternidad que son capaces de construir entre los mortales, estos genios de la palabra y la interpretación actoral.

(*) Julio Peñaloza Bretel es periodista

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El baile de los alucinados

/ 22 de marzo de 2025 / 06:01

Mientras la crisis se vuelve un dato de nuestra realidad cotidiana, la clase política insiste en su desconexión de la realidad, en movimientos tácticos de poca monta y en la exacerbación desbordada de sus egos. Todos siguen creyendo que accederán al poder en noviembre, no entienden que el desorden y el fastidio de la gente les podría costar caro cuando llegue el momento de la decisión.

Empecemos por lo evidente, la crisis económica finalmente se desató, entendiéndola como un desajuste grave en el sistema de precios y en el funcionamiento estable de la mayoría de las actividades económicas. Creer que se está retornando a “la normalidad” porque las colas por gasolina se redujeron de treinta a cinco cuadras, muestra el nivel de impostura a la que están llegando algunos funcionarios y sus comparsas mediáticas.

Los azorados voceros gubernamentales dijeron la verdad por un par de días: no hay divisas suficientes para cubrir todas las obligaciones del Estado y necesidades del país, y además confesaron que ellos ya no sabían cómo darle solución. El rey estaba desnudo, era saludable reconocerlo y enfrentar sus consecuencias en serio. Duró poco, volvieron en horas a su delirio grupal y ahora andan creyendo que zafaron. Sería hasta chistoso sino fuera que todos nosotros somos los pasajeros de ese barco conducido por alucinados.

Seguir raspando la olla cada fin de semana para conseguir 60 millones de dólares para que no nos envíen a una cuarentena crónica, no es solución. El cuento de los créditos en la Asamblea es un placebo, una curita para un fracturado, fuegos artificiales para marear a la perdiz que hace colas y ve que su capacidad de compra se licua.

“Abastecer” al 80% del mercado no es una victoria, implica que hay un 20% de dejados a su suerte, que son cientos de miles de personas, y que no podrán trabajar o vivir establemente. Una brecha de más del 80% entre el precio del dólar “oficial” y el del paralelo lleva a más inflación y desabastecimiento. No hay que engañarnos más, estamos enfrentando un desequilibrio sistémico y en consecuencia se precisa un programa de estabilización integral y acuerdos políticos potentes para viabilizarlo.

Lo insólito es que, en semejante momento, la mayor parte de la dirigencia política se dedica a hacer lo mismo, casi sin variar: la enésima cumbre para discutir cosas serias y salir con obviedades inútiles, las mismas peleas en la Asamblea Legislativa, todos asumiendo pose de víctimas, los consabidos jueguitos tácticos de unos y otros para joder al contrincante y así hasta el hartazgo. En resumen, cero responsabilidad.

Cada uno en su particular alucinación. El gobierno pensando en campear el temporal, cuando ya su nave naufrago, aferrados a sus autoprorrogados y a uno que otro vocal electoral que a base de chanchullos les pueden ayudar, en el mejor de los casos, a superar el 5% en las elecciones.

Evo hablando todo el día de su habilitación, creyendo en los espejitos de colores de sus abogados que le dicen lo que quiere oír y esperando la gran revuelta que podría cambiar todo y que quizás nunca llegue, el tiempo se le va acabando. Increíble ingenuidad en un político con tanta experiencia y sagacidad.

Y las variopintas oposiciones, armando estrambóticas y patrióticas alianzas para salir primeros en las encuestas, las suyas o las de Claure, sin clarificación ideológica o programática que las sustente. Adicionando hipotéticos porcentajes de votantes, suponiendo erróneamente que cada candidato es dueño de esas voluntades.

Lo más probable es que la demoscopia no les solucionará el problema, las estadísticas les devolverán posiblemente solo fragmentación y mayor confusión. Es decir, les dirán quien es menos impopular, sin aportarles demasiada legitimidad o impulso, el juego real se abrirá recién a partir de mayo.

Hoy tenemos un grave problema de oferta, nadie convence, y los aspirantes no están tampoco haciendo mucho esfuerzo para escuchar los problemas de la gente o al menos parecer empáticos con el malestar generalizado del país. Por eso, las encuestas no sirven, las preguntas, sobre todo las que se concentran en obligarnos a elegir candidatos que anda por ahí levitando.

Ciertamente, es altamente probable que lleguemos a agosto con una lista de señores y señoras que no nos entusiasme, en un contexto horriblemente crispado por la crisis y por tanto habrá que elegir al menos peor. Ese será el drama porque perpetuará la impotencia política y la salida a la crisis se ira alejando.

A estas alturas del partido, no hay que esperar grandes innovaciones electorales o candidatos que sean capaces de navegar en estos tiempos turbulentos, no hay el tiempo ni el elenco para eso, estamos condenados a la mediocridad.  Pero, al menos, hay que exigir audacia y claridad de ideas a los aspirantes con alguna opción y un poco de vergüenza a los que ya están fuera del juego.

(*) Armando Ortuño Yáñez es investigador social

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Inestable y fragmentada

Son décadas de frustraciones colectivas en nuestro desarrollo urbano

/ 21 de marzo de 2025 / 06:01

Con el fin de renovar pensamientos y planes para esta ciudad, retratémosla de otra manera: somos una mezcla tóxica entre una sociedad fragmentada sobre un territorio inestable.  A pesar de nuestra escala provincial, nuestros problemas son enormes y surgen de una combinación tóxica entre una sociedad poco cultivada que vive sobre un cráter de suelos deleznables con cientos de ríos visibles y subterráneos. 

La sociedad urbana está marcada por una creciente fragmentación política, un fenómeno que refleja las profundas divisiones ideológicas y sociales no sólo por el acceso a los recursos materiales, sino también por el consumo de lo cultural (la consabida Batalla Cultural). Por otra parte, Manuel Castells en La sociedad red, analiza cómo las tecnologías de la información han transformado la política, fragmentando las identidades colectivas. Las RRSS, argumenta Castells, han creado múltiples comunidades virtuales que vigorizan las posiciones ideológicas extremas, dando lugar a la desconfianza y la desconexión entre distintos grupos.

Revise: Cine sobre arquitectos

Por otra parte, nuestra ciudad está construida sobre terrenos inestables, y enfrenta desafíos tremendos en términos de sostenibilidad y seguridad. Nuestra infraestructura urbana requiere de un diseño superlativo y de una regulación estricta que se logran con inversiones multimillonarias, imposibles de pagar con solo nuestros impuestos. Como otras ciudades situadas en geografías deleznables, somos el resultado de decisiones políticas y económicas (ser una sede de gobierno sometida al mercado libertino del suelo urbano) que priorizaron el desmadre urbano que sufrimos antes que una sostenibilidad a largo plazo.

En este siglo, las diferentes gestiones municipales han enfrentado deslizamientos y tragedias de gran magnitud en medio de interminables pugnas de nuestra fragmentación social. Va un resumen de ese “mosaico social”: decenas de escandalosas y codiciosas agrupaciones políticas, centenares de alevosos sindicatos del transporte, centenas de pedigüeñas juntas vecinales, innumerables agrupaciones de comerciantes minoristas, un estado desestructurado con gobiernos municipales fraccionados, y decenas de canales de televisión que amplifican morbosamente las desdichas.

Conclusión taxativa: Son décadas de frustraciones colectivas en nuestro desarrollo urbano por el aumento irracional de la fragmentación social; si no corregimos ese modus vivendi no podremos implementar planificación urbana o la panacea llamada metropolización. Por el momento, políticos y ciudadanos nos contentamos con evacuar los detritos de nuestras desgracias e incapacidades en la alcantarilla común conocida como las RRSS.

(*) Carlos Villagómez es arquitecto

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18M: ¿Nuevos clivajes?

/ 21 de marzo de 2025 / 06:00

No va a ser casualidad que esta crisis económica que atravesamos la vivamos en medio de elecciones. La certeza de que nuestro complejo momento económico va a instrumentalizarse con fines político-electorales es absoluta y los acontecimientos de esta semana que termina así lo (de)muestran al darnos cuenta de que los obstáculos para afrontar esta crisis que ya tenemos encima, para nuestro infortunio colectivo sólo suman y siguen.

A reserva de que se puede polemizar en torno a la preparación/improvisación, agenda, metodología o actores invitados que fueron convocados a este escenario, no se puede dejar de señalar con total claridad que, en una democracia, cualquier apuesta por el diálogo solamente la preserva y fortalece. Por ello mismo, es lamentable y posiblemente un error (el tiempo lo dirá) que muchos actores que están hoy en campaña hayan priorizado sus cálculos electorales antes que las necesidades que tenemos como país.

Lea: 8M y elecciones

Toda esta certeza anterior, no limita de ninguna manera que se pueda señalar que, así como las 10 medidas anunciadas por el presidente realmente sólo fueron ligeros paliativos al momento de escasez de combustible y, luego, los 12 puntos que emergieron del diálogo convocado solamente son una colección de declaraciones de intenciones. En ambos casos, las soluciones reales por parte de quienes gobiernan aún se hacen esperar y más bien han ido resbalando —como gotero— en los días posteriores, cada una con su aroma de cálculo electoral.

Quienes no tienen labores de gobierno en este momento (Ejecutivas o Legislativas) pero están en medio de la intensa contienda electoral, realmente cuentan con una ventaja porque no tienen una obligación “contractual” (por así decirlo) con la ciudadanía, pero sí debieran tener una obligación moral con quienes esperan gobernar en un futuro que son quienes hoy tienen en concreto dificultades económicas. Pero conocemos, de manera general, lo mezquina que puede llegar a ser nuestra clase política, aunque aún pueda sorprendernos en situaciones en extremo críticas.

Pero quizás lo más llamativo de esta mala combinación, que es tener elecciones en medio de una crisis económica o viceversa, es el grado de desorden y tergiversación al que puede dirigirnos. Me refiero a que, mezquindad política de por medio, la asistencia o no al espacio de diálogo que se generó esta semana, implicó una inflexión en los clivajes que tan necesarios son para batallas electorales.

Si hasta hace poco, el clivaje que dominaba los relatos y narrativas políticas era el del masismo versus antimasismo, me atrevo a pensar que —derechización del espectro político y ruptura del MAS de por medio— hoy se busca instalar el clivaje —posiblemente sólo temporal— de quiénes “dan la cara o se arremangan los brazos” en medio del desastre versus quienes se desentienden del mismo, para atribuírselo a los gobiernos del MAS y así ganar el relato electoral de que serán exactamente lo opuesto. El riesgo de este clivaje es que les da la oportunidad a quienes provienen de una derecha cavernaria a pretenderse como unos demócratas y a quienes en la práctica lo son a mostrarse contrarios a las formas que ésta privilegia: todo con tal de no dejar siquiera la sospecha de que podrían estar “ayudando” a este gobierno.

Y así, la consecuencia directa de este desorden, sería la errónea idea de que quienes estén quedando en el otro extremo del MAS son la derecha política y quienes aún se mantengan prestos a dialogar sean leídos como de centro y, en consecuencia, como una opción para los exvotantes, precisamente, del MAS. Hay quien, con sorna, ha señalado que el único resultado tangible del diálogo de esta semana ha sido una alianza en el campo opositor. Y quizás es un poco peor que eso, porque también ha resultado que esa alianza se ha mostrado como parte del bloque dispuesto a dialogar y trabajar desde ya por lo que todos y todas necesitamos: que le vaya mejor al país.

(*) Verónica Rocha es comunicadora. Twitter: @verokamchatka

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Minería: exportaciones

/ 18 de marzo de 2025 / 06:05

La crisis económica que vivimos se debe principalmente a la falta de divisas, las que son el resultado de nuestras ventas en el mercado internacional, las exportaciones, en nuestro caso, de materias primas; la minería es un sector clave en este sentido. El año 2024 las exportaciones llegaron a $us 9.059 millones, de los que el 53% correspondió al sector minero, lo que obliga a poner atención al sector, que, como hemos venido sosteniendo, es el más olvidado y descuidado del área productiva. La información que se difunde sobre el tema se refiere a las regalías (en bolivianos devaluados), el daño ambiental y las penosas condiciones del trabajo, que el año pasado provocaron más de 100 muertos en el cerro de Potosí.

La semana pasada la prensa informó que Andean Precious Metals Corp., a través de su subsidiaria, Empresa Minera Manquiri S.A., firmó un contrato con COMIBOL para la venta de 200.000 toneladas de carga bruta de óxidos de mineral con contenidos de plata por el precio de $us 12 la tonelada: la noticia fue originada en fuentes del exterior. Llama la atención, primero porque cualquier acción sobre recursos naturales tiene que ser pública: la consulta previa e informada y la aprobación del contrato por la Asamblea Legislativa Plurinacional (ALP) y lo segundo es el precio del contrato. Por informes históricos, las cargas de Pulacayo tienen un contenido de plata de 400-600 g por tonelada, es decir entre 12 y 19 onzas, las que tienen un precio unitario de $us 32; cada tonelada tiene un valor de 384–608 dólares, así el canon de $US12 es irrisorio. Lo que no dice la noticia es que desde hace un año Manquiri recibe estas cargas de un yacimiento cercano, Paca, de la empresa Elephant Silver, que no tiene contrato con COMIBOL.

Otra noticia informa que New Pacific Metals advierte con abandonar el proyecto de Arenas de Plata en Potosí, por falta de seguridad jurídica, denunciando avasallamiento de su concesión en la zona de Canutillos, lo que estaría poniendo en riesgo una inversión de $us 350 millones. Recordemos que esta empresa inició sus operaciones el año 2017 en una pequeña mina llamada “Alcira”. Para hacerla viable pidió un contrato minero a COMIBOL, titular de las áreas circundantes: el contrato firmado por los ejecutivos de la empresa fue rechazado por el poder ejecutivo, por ser mísero el canon de 5% acordado, peor que los contratos de la época neoliberal. Desde esa época no se volvió a mencionar nuevos contratos, aunque la empresa continúa con sus operaciones de exploración, en estas áreas y en otras, anunciando el megaproyecto Silver Sand. Lo cierto es que el Estado no tiene ningún contrato con la empresa, fuera de aquella primera concesión que tampoco se ha adecuado a un contrato administrativo minero. ¿Qué derecho se reclama?

La complacencia de algunos funcionarios no puede determinar la enajenación de los recursos naturales. En la misma COMIBOL se ha iniciado un proceso —con presos de por medio— porque los ejecutivos firmaron un contrato de producción minera para la explotación de la mina de oro de Amayapampa y, sin mediar el permiso de la Asamblea Legislativa, autorizaron su operación.

La norma minera es clara al respecto. Las anteriores concesiones fueron anuladas y pasaron a ser contratos administrativos mineros; esta adecuación es sobre el área original del contrato y están liberados de ir a la ALP para su aprobación; el resto de los contratos administrativos mineros, al igual que los contratos de asociación y producción de COMIBOL, deben merecer la sanción por la Asamblea y ser promulgadas por ley, ¿qué más seguridad jurídica?

El texto constitucional sobre los recursos naturales es fruto de la amarga experiencia de la nación sobre el despojo de nuestra riqueza: la dadivosidad de un tirano canjeando el territorio por caballos o helicópteros, la evasión de impuestos, la exportación de capitales a tierras foráneas —mientras nos condenaban a un sempiterno atraso—, la colocación de concesiones mineras en las bolsas de valores, usándolas como prenda de garantía, la venta de las concesiones, etc. dio paso a que la ley establezca un contrato administrativo minero, por el cual se compromete a ejecutar un plan de trabajo, con licencia social y ambiental, inversión comprometida, un cronograma establecido, y ejecutado directamente por el titular del contrato; el no cumplimiento implica la anulación del contrato. No es fácil hacer minería racional y eficiente, pero es la única manera de cuidar la naturaleza y garantizar la industrialización del país. Además, es una fuente por excelencia de divisas, en regalías solamente, podrían aportar $us 300 millones, pagados en dólares.

José Pimentel Castillo fue dirigente sindical minero.

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