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Wednesday 19 Mar 2025 | Actualizado a 06:40 AM

Público privado

/ 18 de febrero de 2025 / 06:00

La alianza público-privada es una manera de coadyuvar esfuerzos entre el Estado y los agentes privados para la realización de emprendimientos que cada uno por sí no puede realizarlos solo, a veces, con la determinación de políticas públicas —campañas contra la aftosa para la ganadería o mercados sin impuestos para la agroindustria— o la concurrencia de capitales en un emprendimiento. Es de esperar que de este esfuerzo salgan beneficiados ambos socios. Planteado así no hay problema, es una necesidad para movilizar potencialidades dormidas; sin embargo, la realidad nos muestra que el principio de beneficio mutuo desaparece con viejas prácticas de acumulación de capital.

El apoyo a una certificación de calidad o la apertura del mercado boliviano a la libre importación de los países andinos buscan captar divisas y beneficios para las necesidades nacionales, pero si las divisas son desviadas a paraísos fiscales, se rompe el beneficio mutuo y la economía nacional se desequilibra.

El neoliberalismo impuso los joint ventures para movilizar los recursos mineros con la inyección de capital y tecnología, así los contratos partían del principio de 50/50. En la práctica, lo primero que hacía el socio era recuperar su capital, en desmedro de las utilidades; si retira su aporte, simplemente no hay sociedad, la empresa sigue funcionando con los réditos del recurso minero. Por otro lado, la pérdida de la dirección y control del proceso productivo da como resultado gastos inflados de los costos, bajando el rendimiento en contra del Estado; la soberanía no puede reducirse a una auditoría. El rezago tecnológico del país pretende ser superado por esta vía, en efecto, el conocimiento y el manejo de nuevas tecnologías ayudarán al sector y en general redundarán en los procesos productivos nacionales, siempre y cuando ésta sea abierta y de libre utilización; si es cerrada, el resultado derivará en una mayor frustración.

Los resultados de ese periodo fueron funestos para el país, a tal grado que el pueblo boliviano estableció -vía nueva constitución- un modelo económico en el que el Estado es el director de la economía y las empresas estatales son el puntal del desarrollo estratégico. Sin embargo, esta lección histórica no tuvo su correlato en la práctica: la receta no es mala, sino los actores son inconsecuentes con lo pregonado; esta tendencia hoy se explaya al proponernos los contratos del litio.

Así de pronto se convierte a Yacimientos de Litio Bolivianos (YLB), que, como empresa estratégica, es responsable de la exploración, producción e industrialización del litio, en promotora de contratos al margen de su actividad productiva. Así medrará de un contrato de servicio de operaciones por 20 años después de haber pagado el 90% de la inversión inicial: bajo la figura de comprador preferente, estamos obligados a vender a nuestro socio el carbonato de litio por este período, postergando la posibilidad de industrializarlo.

Hasta el 2019 YLB avanzó con un derrotero claro, a pesar de las dificultades y errores; con el golpe aciago se lo paralizó, descuidando el mantenimiento de las piscinas construidas y pretendiendo anular el contrato para la planta de carbonato de litio; si bien este gobierno recibió la planta con la certificación de funcionamiento pleno, nunca se preocupó de la reconstrucción de las piscinas y hoy existen dos plantas, de cloruro de potasio y carbonato de litio, con un costo de $US 303 millones y una capacidad productiva de 15.000 TM de carbonato de litio y 350.000 TM de cloruro de potasio paralizadas, lo propio ocurre con la planta piloto de fabricación de baterías en La Palca, Potosí. Nos piden alternativas, ahí está: es un proyecto que ha superado las trancas de la burocracia de UDAPE, CONAPES y del mismo gabinete (2011), cuyos miembros nos sentimos obligados a rendir cuentas de nuestras acciones.

José Pimentel Castillo fue dirigente sindical minero.

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Minería: exportaciones

/ 18 de marzo de 2025 / 06:05

La crisis económica que vivimos se debe principalmente a la falta de divisas, las que son el resultado de nuestras ventas en el mercado internacional, las exportaciones, en nuestro caso, de materias primas; la minería es un sector clave en este sentido. El año 2024 las exportaciones llegaron a $us 9.059 millones, de los que el 53% correspondió al sector minero, lo que obliga a poner atención al sector, que, como hemos venido sosteniendo, es el más olvidado y descuidado del área productiva. La información que se difunde sobre el tema se refiere a las regalías (en bolivianos devaluados), el daño ambiental y las penosas condiciones del trabajo, que el año pasado provocaron más de 100 muertos en el cerro de Potosí.

La semana pasada la prensa informó que Andean Precious Metals Corp., a través de su subsidiaria, Empresa Minera Manquiri S.A., firmó un contrato con COMIBOL para la venta de 200.000 toneladas de carga bruta de óxidos de mineral con contenidos de plata por el precio de $us 12 la tonelada: la noticia fue originada en fuentes del exterior. Llama la atención, primero porque cualquier acción sobre recursos naturales tiene que ser pública: la consulta previa e informada y la aprobación del contrato por la Asamblea Legislativa Plurinacional (ALP) y lo segundo es el precio del contrato. Por informes históricos, las cargas de Pulacayo tienen un contenido de plata de 400-600 g por tonelada, es decir entre 12 y 19 onzas, las que tienen un precio unitario de $us 32; cada tonelada tiene un valor de 384–608 dólares, así el canon de $US12 es irrisorio. Lo que no dice la noticia es que desde hace un año Manquiri recibe estas cargas de un yacimiento cercano, Paca, de la empresa Elephant Silver, que no tiene contrato con COMIBOL.

Otra noticia informa que New Pacific Metals advierte con abandonar el proyecto de Arenas de Plata en Potosí, por falta de seguridad jurídica, denunciando avasallamiento de su concesión en la zona de Canutillos, lo que estaría poniendo en riesgo una inversión de $us 350 millones. Recordemos que esta empresa inició sus operaciones el año 2017 en una pequeña mina llamada “Alcira”. Para hacerla viable pidió un contrato minero a COMIBOL, titular de las áreas circundantes: el contrato firmado por los ejecutivos de la empresa fue rechazado por el poder ejecutivo, por ser mísero el canon de 5% acordado, peor que los contratos de la época neoliberal. Desde esa época no se volvió a mencionar nuevos contratos, aunque la empresa continúa con sus operaciones de exploración, en estas áreas y en otras, anunciando el megaproyecto Silver Sand. Lo cierto es que el Estado no tiene ningún contrato con la empresa, fuera de aquella primera concesión que tampoco se ha adecuado a un contrato administrativo minero. ¿Qué derecho se reclama?

La complacencia de algunos funcionarios no puede determinar la enajenación de los recursos naturales. En la misma COMIBOL se ha iniciado un proceso —con presos de por medio— porque los ejecutivos firmaron un contrato de producción minera para la explotación de la mina de oro de Amayapampa y, sin mediar el permiso de la Asamblea Legislativa, autorizaron su operación.

La norma minera es clara al respecto. Las anteriores concesiones fueron anuladas y pasaron a ser contratos administrativos mineros; esta adecuación es sobre el área original del contrato y están liberados de ir a la ALP para su aprobación; el resto de los contratos administrativos mineros, al igual que los contratos de asociación y producción de COMIBOL, deben merecer la sanción por la Asamblea y ser promulgadas por ley, ¿qué más seguridad jurídica?

El texto constitucional sobre los recursos naturales es fruto de la amarga experiencia de la nación sobre el despojo de nuestra riqueza: la dadivosidad de un tirano canjeando el territorio por caballos o helicópteros, la evasión de impuestos, la exportación de capitales a tierras foráneas —mientras nos condenaban a un sempiterno atraso—, la colocación de concesiones mineras en las bolsas de valores, usándolas como prenda de garantía, la venta de las concesiones, etc. dio paso a que la ley establezca un contrato administrativo minero, por el cual se compromete a ejecutar un plan de trabajo, con licencia social y ambiental, inversión comprometida, un cronograma establecido, y ejecutado directamente por el titular del contrato; el no cumplimiento implica la anulación del contrato. No es fácil hacer minería racional y eficiente, pero es la única manera de cuidar la naturaleza y garantizar la industrialización del país. Además, es una fuente por excelencia de divisas, en regalías solamente, podrían aportar $us 300 millones, pagados en dólares.

José Pimentel Castillo fue dirigente sindical minero.

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No le hagan esto al ‘futuro’

/ 18 de marzo de 2025 / 06:05

Ante la crisis inédita de la gasolina y el diésel que atraviesa el país, el pasado miércoles el presidente Luis Arce lanzó “Diez medidas transitorias para optimizar la distribución de combustibles”.

La oposición las calificó de “parches” que no resuelven el problema de fondo, mientras que el gobierno argumentó que enfrentaba un momento pasajero de falta de liquidez de dólares e instó nuevamente a la Asamblea Legislativa a aprobar los créditos que están pendientes.

Varios análisis económicos señalan que, aunque se aprobarán los créditos, lo cual está difícil, tampoco habría una solución inmediata al problema de los combustibles, ya que los créditos se desembolsan en función al cumplimiento de las obras para las cuales están destinados. El presidente del Senado, Andrónico Rodríguez, criticó al gobierno por no ejecutar los proyectos ya aprobados y así lograr los desembolsos de los financiamientos ya contratados. Según Rodríguez, la ejecución es de menos del 50% de las divisas que podrían obtenerse teóricamente.

Las diez medidas tomadas por el Ejecutivo van desde aplicaciones para saber dónde hay gasolina, mayores controles del contrabando de carburantes, hasta algo que me ha preocupado mucho: «Clases virtuales en las ciudades de acuerdo a la evaluación que realicen los Servicios Departamentales de Educación».

Uno de los logros del gobierno de Arce fue devolver a los niños a las escuelas, a pesar de la resistencia de muchos maestros que les encantaban las clases virtuales porque habían encontrado actividades adicionales para ganar más platita. Para ellos la virtualidad fue muy cómoda.

En cambio, no lo fue para los chicos. Entre 2020 y 2021, los infanticidios llegaron a la terrorífica cifra de 51 y 46 respectivamente, superior en más del 30% que las cifras que se registraron posteriormente. La razón principal fue que los niños pasaron más tiempo en sus hogares bajo el cuidado de violentos.

La cuarentena rígida duró 71 días y solo en ese tiempo se reportaron 3.000 casos de violencia familiar, de los cuales el 60% fue violencia en contra de niños, niñas y adolescentes, el 10% violencia sexual en contra de infantes (¡!). Solo en esos días hubo más de 300 violaciones sexuales de niñas. Hablamos de violencia dentro de los hogares. Nada de esto pasó en las calles.

Las clases virtuales devuelven a los niños a sus casas y los datos prueban que esto es tremendamente peligroso, especialmente para ellas.

Por otro lado, la virtualidad puso en evidencia de manera cruel las distancias económicas entre unos y otros grupos. Hubo niños que no pudieron acceder a la educación virtual porque sus padres no podían pagar la conectividad; otros que ni siquiera tenían los aparatos para navegar en las redes.

No vamos a profundizar en el tema de calidad educativa, que merece otro análisis, pero hay que decir que después de la cuarentena se ha visto aún más deteriorada. Ayer este diario publicó las cifras de una medición del Observatorio Plurinacional de Calidad Educativa y realmente son para llorar. La masa estudiantil mayoritariamente no entiende lo que lee, esta es una de las conclusiones.

¿Ahí quieren volver? ¿Por qué? ¿Qué tienen que ver los menores con esta situación? ¿Por qué no se prioriza que vayan a la escuela?

Si los niños y niñas son el «futuro», como dicen los políticos hasta el cansancio, no les hagamos esto en el presente.

En la priorización de expendio de combustibles deben estar los buses escolares, que son tan necesarios como garantizar alimentos. Además hay que tomar otras medidas, pero hay que evitar exponer a los chicos. No podemos volver a hacerles eso.

Susana Bejarano Auad es politóloga y periodista.

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Memoria interna

/ 18 de marzo de 2025 / 06:00

Las 11:11 en el dispositivo, un rayo de sol colándose por una grieta que ha quedado en la pared después del último movimiento telúrico en el pueblo. Esa luz que ingresa, le da a una brevedad de la cadera de la muchacha que ya no está en la casa. Estuvo hasta hace unos años, deambulando con una chompa de lana, grande, tarareando una antigua canción recogida y guardada por Lorca en una libreta cocida a mano. La cadera iluminada suelta un aroma parecido al comino en medio de una red de sabores mesoamericanos. Todo alrededor se puebla de sensaciones que evocan, a su vez, muchos momentos de unas vidas llevadas a punta de tropiezos y de levantamientos, de afirmaciones y de necesarias restauraciones. Ahí, en alguna parte de la memoria, las antiguas sacerdotisas diciendo al rey lo que el rey no quiere escuchar por lo que entiende mal y toma la decisión equivocada. Más allá, en la memoria corta, un defensor impecable de los hacedores de la ruina de unas patrias desbancadas revisa el pasado para justificar los latrocinios más atroces. Va atrás, pero no tanto, atrás hasta donde conviene, no tan atrás como hasta un Bolívar con ínfulas de emperador francés. No tanto, un poco atrás, hasta donde el cuento no haga ruido. Estallan entonces, provocando una reacción en cadena, todas las posibles combinaciones de la lluvia cayendo sobre superficies diversas. Lluvia sobre calamina, sobre hierba, sobre piedra, sobre cientos de chiwiñas, sobre la piel de Claudia Cardinale, sobre el tambor de hojalata, sobre la cúpula siniestra de Chernobyl, sobre las palabras congeladas en Islandia. En la memoria profunda aparecen y desaparecen como si de una muestra de diapositivas se tratase, las ruinas de imperios pretendidos como inmortales. Unos muros minoicos, las huellas de Ishtar descalza en el desierto del lago más seco del África ardiente, extraviada, sedienta, ansiosita. El castillo destechado, desprotegido, desmantelado, desorbitado, desangrado, de Vlad Tepes, abierto a la selfie matutina como abierta está la madre del cordero en el seno de Moncloa. El coliseo romano desprovisto de bestias, de esclavos, de pan, de piso firme, de colores y mundo circundante. Las manchas de suero humano en las gradas de la pirámide más alta de la Riviera Maya, que se ven solamente cuando se va en descenso. Al ascender, se puede ver a Ixtab (diosa del suicidio) acompañando a una joven que ha perdido toda esperanza al haber sabido que la vida le deparaba aún más vida. Las ruinas desfilando, las ruinas testigos de lo efímero de las palabras para y siempre.

En alguna parte de la memoria de la casa agrietada pasean de la mano el señor Amadeo y la señora Estefanía, cada quien a su vez, señor y señora de otra señora y de otro señor. Pasean de la mano y se dicen fragmentos de poemas de Rilke traducidos al arameo. Ninguno de los dos habla arameo ni lo entiende por lo que los fragmentos se vuelven juegos sonoros rítmicos asignificantes, como la música misma. Eso los divierte, divertirse los enamora, enamorarse los hace cómplices, la complicidad los hace una sola cosa, otro caso en el que, aparte del sonido, la suma de uno más uno, da uno. Y se esfuman, como tantas cosas en esa habitación memorable que está, sin duda alguna, respirando.

Como siguiendo el movimiento de la luz que penetra por la grieta, como sigue la cámara de Tarkovski al perro entre las aguas grises, una delgada línea de agua baja desde el techo, por la pared, en silencio. Es que pareciera que al recordar, esa casa, al interior, estuviera llorando.

Óscar García es compositor y escritor.

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Los gestores de Musk

Groenlandia será la próxima víctima pues Trump quiere comprarla o anexarla por otros medios

/ 17 de marzo de 2025 / 06:01

Kate Crawford es una investigadora y académica australiana que en 2022 publicó un libro titulado “Atlas de inteligencia artificial: Poder, política y costos planetarios”, en el que sostiene que la IA no es una innovación tecnológica neutral sino una verdadera industria de extracción global, cuyos sistemas dependen de la explotación de los recursos energéticos y minerales del planeta.

Revise: ¡Heil Führer Trump!

Minerales como los 17 que conforman lo que hoy se conoce como tierras raras: Escandio, Itrio, Lantano, Cerio, Praseodimio, Neodimio, Prometio, Samario, Europio, Gadolinio, Terbio, Disprosio, Holmio, Erbio, Tulio, Iterbio, y Lutecio. Crawford dice que estos elementos, junto al litio, constituyen el nuevo petróleo de estos tiempos, el combustible de vital importancia en una industria que va de los teléfonos celulares, hasta las armas más sofisticadas, pasando por los vehículos eléctricos y maquinarias similares. Si no se tiene un control adecuado basado en convenios de beneficio común, su explotación, afirma, impulsará gobiernos antidemocráticos, una mayor desigualdad y enormes daños medioambientales. Pone como ejemplo a la fábrica de vehículos eléctricos de Elon Musk de la cual dice:

“Tesla es el mayor consumidor de baterías de iones de litio (…) se estima que usa más de 28 mil toneladas de hidróxido de litio al año: la mitad del consumo total del planeta. Seguramente, el término Inteligencia Artificial evoca algoritmos, datos y arquitectura de nube; pero nada de eso funcionaría sin los minerales y los recursos que construyen los componentes centrales de la informática. Las baterías recargables de iones de litio son esenciales para los dispositivos móviles…”

China, Rusia, Australia, Myanmar, Brasil, India y Vietnam, son los países con las reservas más altas de tierras raras, pero también Estados Unidos que, a pesar de tener una gran cantidad, depende de China para satisfacer sus demandas, y por eso, convirtió esta necesidad en una cuestión de seguridad nacional y ha impulsado la búsqueda de alternativas de abastecimiento. ¿Y cómo logrará abastecerse? A la mala, a través de la coacción y la violencia, como está por hacer en Ucrania, donde saqueará sus minerales, petróleo y gas en pago del apoyo militar que Estados Unidos le dio en su guerra con Rusia. Un negocio que, según Donald Trump le dará un billón de dólares de ganancia.

Groenlandia será la próxima víctima pues Trump quiere comprarla o anexarla por otros medios. Tiene petróleo, gas, pero sobre todo tierras raras. Y aquí es donde entra Bolivia. Nuestro país también tiene una gran reserva de tierras raras ubicadas principalmente en Cochabamba, Santa Cruz y Potosí completamente vírgenes. Por su incorporación a la asociación de economías emergentes BRICS, que indudablemente es una protección, el gobierno estadounidense se ha contenido de dar un zarpazo como el ucranio. Quiere probar primero a través de las urnas en las elecciones generales de agosto.

Trump y su virtual vicepresidente Elon Musk ya tienen sus fichas en el tablero, sus gestores tienen nombre y apellido: Branko Marinkovic, Jorge Quiroga, Samuel Doria Medina y Luis Fernando Camacho, apoyados por el resto de candidatos del llamado bloque opositor, y dirigidos por el millonario Marcelo Claure.

Marinkovic declinó en favor de Quiroga y Camacho está en la cárcel, así, los dos punteros son Jorge y Samuel, tan parecidos como dos gemelos: ambos sesentones, uno nació en 1960 y el otro en 1958; los dos producto del privilegio, más que del esfuerzo, llegaron a donde están gracias al poder económico y político de sus padres; los dos con estudios en universidades estadounidenses, que, como sabemos, son centros no sólo académicos, sino también de formación ideológica; los dos, hombres de negocios exitosos pero políticos mediocres porque pretenden obtener el voto de los pobres a través de los medios y las redes sociales, sin mancharse los zapatos en trabajo de territorio; creen que con ir a El Alto ya tienen en la bolsa a los campesinos…

Y los dos sin un proyecto de nación, profundamente racistas y unidos sólo por su odio al MAS y su desprecio por lo popular. Pero, sobre todo, los dos pro estadounidenses: los dos quieren que Estados Unidos explote las tierras raras y el litio boliviano. Se cuadran ante Donald Trump, pero admiran a Elon Musk de quien quieren ser sus gerentes.

(*) Javier Bustillos Zamorano es periodista

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Miedo

/ 17 de marzo de 2025 / 06:00

En su autobiografía, Thomas Hobbes señala que su madre se atemorizó tanto de la amenaza de la invasión española que dio luz a dos gemelos, él mismo y el miedo. Para Hobbes los seres humanos somos sujetos del miedo, éste es el cemento que une a la sociedad. Para autores como Roberto Espósito y Elías Canetti, el carácter central del miedo es la base de la teoría individualista de Hobbes. Es el miedo el que nos debe hacer pensar y actuar como individuos y al hacerlo, la consecuencia es desconfiar de los otros. ¿Pero qué tipo de miedo es el que nos constituye como individuos?

Lea: Súbdito

Para Hobbes, lo que los hombres tienen en común es la capacidad de matar y la posibilidad de que les den muerte, es decir, la potencia de muerte generalizada a tal punto que se convierte en el único vínculo que asimila a individuos, por lo demás separados e independientes. En una parte de la obra De Cive, Hobbes escribe que “la causa del miedo recíproco reside en parte en la igualdad natural de los hombres, y en parte en la voluntad de dañarse unos a otros. No podemos así esperar de los otros la seguridad, ni garantizárnosla a nosotros mismos. Iguales son aquellos que pueden hacer cosas iguales uno a otro. Pero aquellos que pueden llevar a cabo la acción suprema, esto es, matar, pueden hacer cosas de iguales. Luego, todos los hombres son por naturaleza iguales entre sí”.

Es decir, para Hobbes, tememos a la muerte porque queremos sobrevivir, así el miedo no solo está en el origen de la política, sino que es su origen, en el sentido literal, no hay política sin miedo, pero esta concepción del miedo no es destructiva, sino constructiva, el ser humano huye del miedo y para ello busca un pacto que lo mantenga vivo y que lo proteja, así nace el Estado que no tiene el deber de eliminar el miedo sino de hacerlo seguro.

La conocida frase el hombre es lobo del hombre, que no se encuentra en el Leviatán sino en la dedicatoria de la obra De Cive al Conde de Devonshire, es la que fundamenta la particular visión que tiene Hobbes del estado de naturaleza, que además justifica uno de los lugares comunes de su pensamiento: la guerra de todos contra todos; una guerra en la que se teme tanto a la muerte que se busca sobrevivir. Se teme tanto al otro que se destruye la comunidad.

Es en base a este miedo, a este temor, que los gobernantes se permiten llevar a cabo medidas de fuerza, que muchas veces la ciudadanía las aplaude aunque supongan pérdidas de derechos y hasta de dignidad humana; las medidas de shock pueden ser más efectivas si antes la población ha sentido el miedo, lo ha olido, lo ha visto en los ojos de unos y otros, es decir, ha sentido que no tiene salida ni escapatoria, más que sacrificar una parte de su humanidad. Ésta es la renuncia que demanda el Leviatán para existir.

(*) Farit Rojas es abogado y filósofo

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