Inestable y fragmentada
Son décadas de frustraciones colectivas en nuestro desarrollo urbano

Con el fin de renovar pensamientos y planes para esta ciudad, retratémosla de otra manera: somos una mezcla tóxica entre una sociedad fragmentada sobre un territorio inestable. A pesar de nuestra escala provincial, nuestros problemas son enormes y surgen de una combinación tóxica entre una sociedad poco cultivada que vive sobre un cráter de suelos deleznables con cientos de ríos visibles y subterráneos.
La sociedad urbana está marcada por una creciente fragmentación política, un fenómeno que refleja las profundas divisiones ideológicas y sociales no sólo por el acceso a los recursos materiales, sino también por el consumo de lo cultural (la consabida Batalla Cultural). Por otra parte, Manuel Castells en La sociedad red, analiza cómo las tecnologías de la información han transformado la política, fragmentando las identidades colectivas. Las RRSS, argumenta Castells, han creado múltiples comunidades virtuales que vigorizan las posiciones ideológicas extremas, dando lugar a la desconfianza y la desconexión entre distintos grupos.
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Por otra parte, nuestra ciudad está construida sobre terrenos inestables, y enfrenta desafíos tremendos en términos de sostenibilidad y seguridad. Nuestra infraestructura urbana requiere de un diseño superlativo y de una regulación estricta que se logran con inversiones multimillonarias, imposibles de pagar con solo nuestros impuestos. Como otras ciudades situadas en geografías deleznables, somos el resultado de decisiones políticas y económicas (ser una sede de gobierno sometida al mercado libertino del suelo urbano) que priorizaron el desmadre urbano que sufrimos antes que una sostenibilidad a largo plazo.
En este siglo, las diferentes gestiones municipales han enfrentado deslizamientos y tragedias de gran magnitud en medio de interminables pugnas de nuestra fragmentación social. Va un resumen de ese “mosaico social”: decenas de escandalosas y codiciosas agrupaciones políticas, centenares de alevosos sindicatos del transporte, centenas de pedigüeñas juntas vecinales, innumerables agrupaciones de comerciantes minoristas, un estado desestructurado con gobiernos municipales fraccionados, y decenas de canales de televisión que amplifican morbosamente las desdichas.
Conclusión taxativa: Son décadas de frustraciones colectivas en nuestro desarrollo urbano por el aumento irracional de la fragmentación social; si no corregimos ese modus vivendi no podremos implementar planificación urbana o la panacea llamada metropolización. Por el momento, políticos y ciudadanos nos contentamos con evacuar los detritos de nuestras desgracias e incapacidades en la alcantarilla común conocida como las RRSS.
(*) Carlos Villagómez es arquitecto