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Banco Mundial sugiere ‘guardar’ recursos fiscales para una posible segunda fase de la crisis

La institución multilateral emitió hace dos días su nuevo informe La economía en tiempos del COVID-19 que proyecta una recesión de 4,6% para la región y de 3,4% para Bolivia debido al impacto en la economía de las medidas adoptadas por los países para tratar de superar la emergencia sanitaria causada por el coronavirus. Esta brusca caída del crecimiento latinoamericano demandará respuestas múltiples en materia de política pública para apoyar a los más vulnerables, evitar una crisis financiera y proteger los puestos de trabajo. En una entrevista en línea, Rama comparte desde Washington su percepción sobre el panorama que enfrenta en esta coyuntura la región.

P – Latinoamérica llega a esta coyuntura de emergencia sanitaria después de un año de muchos conflictos sociales en la región, con una reducción paulatina de los precios de las materias primas y con problemas particulares en cada economía. En este marco y tomando en cuenta también la menor percepción de ingresos, ¿cómo quedarán los gobiernos de la región frente al cumplimiento de sus presupuestos anuales?. Ya se habla de reasignaciones de recursos y un endeudamiento mayor.

R – Claramente, uno de los problemas que tenemos en América Latina es que muchos de los países llegamos a esta crisis con situaciones fiscales complejas. Algunas economías de la región estaban en crisis ellas mismas antes de llegar el COVID-19, como Argentina y Ecuador. Y muchos otros, aún teniendo relativamente buen desempeño, tienen muy poco espacio fiscal. Lo vemos, por ejemplo, en el tamaño de los paquetes de estímulos que distintos gobiernos latinoamericanos están tratando de implementar. A un lado, tenemos países como Perú que tienen bastante espacio fiscal y deudas bajas, por lo que decidió pagar 7 puntos de su PIB (Producto Interno Bruto) para enfrentar la crisis, un monto enorme y casi similar al (que invierten con el mismo objetivo) los países avanzados. Pero para muchos de los países crear el espacio de 1 o 2 puntos del PIB es difícil. Esa va ser una de las primeras dificultades.

La otra gran dificultad que tenemos en la región es que, con los altos niveles de informalidad, algunas de las medidas eficaces como las que Europa o Estados Unidos aplican –como extender la cobertura del seguro de desempleo– no se pueden concretar. Así que se necesitan otros mecanismos para ayudar a los que más sufren en el corto plazo, gente que tiene pequeños trabajos, que ganan día a día. Entonces, tenemos esa doble dificultad: pocos recursos y mucha informalidad que vuelve más difícil distribuir el apoyo.

P – Entonces, ¿un mayor endeudamiento en muchos de los casos es inevitable?

R- Pienso que sí, pienso que va a haber tolerancia, un poco más de entendimiento va ser necesario (por parte de los financiadores). Pero sí, es una de las opciones. Otras son la reasignación de recursos, de cosas menos urgentes. Por ejemplo, el programa de inversión puede sufrir porque se le va a dar más prioridad al gasto corriente.

P- ¿Cuál es el rol del sector privado en esta coyuntura?

R – Va a haber distintos roles. Entendemos que no se pueden poner en marcha el tipo de acuerdos que se alcanzaron en países como los europeos –que garantizan los empleos–, así que va a haber muchas empresas que no van a tener otra opción que reducir su personal. Pero si hay sectores que reciben ayuda, como créditos subsidiados e incluso más si la crisis se vuelve grave, el apoyo debería tener un elemento de reciprocidad: la protección en lo posible de los empleos.

Una segunda área es simplemente la responsabilidad social. Lo estamos viendo en muchos países. Hay, por ejemplo, empresas financieras que ofrecen más límite sobre la tarjeta de crédito. Medidas de ese tipo hasta son buena publicidad para las empresas, pueden tener un costo, pero son una manera de ayudar y de participar en la sociedad.

La otra área está un poco más lejana. Quizá dentro de unos meses esté todo bien, pero imaginemos que esta crisis se vuelve muy grave, que es una posibilidad. Imaginemos que al cabo de un tiempo hay empresas que no pagan sus deudas o bancos que entran en dificultades.

Si hay compañías que son importantes para un país porque tienen competitividad internacional, o gran experiencia, o porque son las fuentes de exportación de un país, es posible que el Estado haga algo, las apoye o las capitalice. Ahí el Estado se encontrará con activos que normalmente no son de su responsabilidad, como sí lo son la infraestructura, la educación y la salud. El Estado no suele ser propietario de bancos, de empresas o de carteras de deudas de mala calidad. Y cuando un Estado tiene activos y pasivos de ese tipo – que son más del sector privado–, hay un riesgo muy grande de manejarlos mal.

Entonces, las experiencias del sector privado nacional e internacional pueden apoyar en el reforzamiento de las agencias de gestión de activos, como ser fondos soberanos que puedan filtrar la adquisición de activos, el manejo y la reprivatización una vez que la crisis pasa.

P- El informe indica y anteriores experiencias también demuestran que los gobiernos son los que en general asumen las pérdidas mayores de estas crisis. ¿Por cuánto tiempo pueden éstos ‘aguantar’ los efectos económicos de la pandemia, inyectando recursos a la economía y aplicando medidas de protección social, hasta antes que los resultados de la crisis se vuelvan irreversibles? Las restricciones totales o parciales pueden durar más tiempo, porque para la vacuna se tendrá que esperar al menos hasta fin de año*

R – Los países europeos, por ejemplo, empezaron las políticas de contención de la epidemia antes que los de América Latina, y los países europeos están recién llegando a la fase en que empiezan a discutir cómo salir (de la emergencia sanitaria). Francia, en este marco, anunció un mes más de medidas de cuarentena. Si ellos todavía no están saliendo, probablemente eso nos dé una idea de cuánto tiempo tenemos por delante. Y es una idea que claramente nos muestra que son por lo menos semanas y probablemente meses los que tenemos por delante.

Eso plantea muchos desafíos: para la gente, que necesita ingresos; y para las empresas, que tienen que seguir pagando sus alquileres y seguros sin recibir ingresos. Una preocupación nuestra es que luego de la primera respuesta –de ayudar a los necesitados, de asegurarse que la epidemia sea contenida– hay una segunda fase de la crisis. Si cada vez más hay gente desempleada y problemas de demanda doméstica, cada vez más empresas insolventes y cada vez más bancos en dificultades, la crisis puede ser más larga de lo que viene de la epidemia en si. Podemos tener una situación en la que logramos levantar las cuarentenas, logramos salir a la calle, pero ahora tenemos una cantidad de empresas quebradas y bancos en dificultades. Ese es un tiempo adicional. Ojalá no ocurra pero tenemos que prepararnos por las dudas, prepararnos en caso de que tengamos que llegar a medidas más extraordinarias de modo que las hagamos bien y no mal. Porque si hacemos las cosas mal para salir de la crisis, nos va a ser mucho más difícil repuntar en el largo plazo.

P – ¿Por cuánto tiempo le alcanza la espalda fiscal a los países de América Latina para aguantar esta primera etapa de la crisis?

R – Sería importante guardar un poco más de espacio fiscal para el futuro, no pensar que simplemente es un shock de dos semanas, de dos meses, y después volvemos a la normalidad. Somos optimistas para el año que viene porque pensamos que la capacidad de contener la epidemia va a mejorar mucho, va a haber tests disponibles y más fáciles de usar, va haber buen conocimiento de cómo hacer cuarentenas selectivas si de nuevo hay algún brote –sin tener la necesidad de aplicar cuarentenas totales–, quizás va haber alguna vacuna. Y las tres economías más grandes del mundo, Estados Unidos, China y Europa tienen la capacidad de rebotar (salir de la recesión y crecer), pese a que la crisis les va a pegar muy fuerte.

O sea, uno puede pensar en un 2021 positivo en el que vemos en general a todo mundo rebotando. El problema es el momento en el que se termina la contención, en un mes, dos meses o cuando sea, y el resto de este año, ¿cómo lo navegamos? Guardar un poco de espacio para esa posibilidad es importante.

P – ¿Se podría decir que el precio del coronavirus para los países de América Latina es la economía de 2020?

R – Sí, existe ese riesgo. Depende mucho de los países. En nuestra región tenemos muchas economías que dependen del turismo y esa actividad no se va a recuperar por más que salgamos de la pandemia, nos va a llevar tiempo volver a ver personas cruzando fronteras, esos países van a tener un shock duradero. En el caso de Bolivia, ¿qué va a pasar con los commodities si van más para abajo y la economía está deprimida todo el año, si el petróleo no recupera o recupera marginalmente porque hay tal abundancia y hay una economía mundial deprimida?, ¿cómo va afectar eso el gas boliviano, los ingresos fiscales?. Tenemos que pensar que no es un tema simplemente de hasta cuándo estamos encerrados, esa es la primera fase. Después que salimos del encierro, aún ahí podemos tener muchos problemas.

P – ¿El Banco Mundial tiene ya algún cálculo sobre el impacto que tendrá esta situación en la pobreza y los mercados laborales? Tomando en cuenta que en los últimos años hubo avances importantes en estos dos indicadores.

R – En general América Latina tuvo avances muy fuertes. La “década de oro” permitió a toda la región reducir desigualdad y pobreza, y en ese sentido venimos mejor posicionados. En el informe (bit.ly/34CuFu0) hay un gráfico que compara cómo estamos en materia de pobreza al entrar a esta crisis y cómo estábamos al entrar a la crisis financiera global (2008), y estamos mucho mejor. Pero hay otro gráfico que viene inmediatamente después, que hace la misma comparación con el desempleo, y en ese escenario estamos peor. O sea que arrancamos en una situación frágil.
Hay transferencias sociales, pero para la mayor parte de las familias el trabajo es lo más importante, porque representa entre el 80 y el 90% de sus ingresos. Si no hay trabajo, tenemos un problema. Estamos haciendo rápidamente simulaciones con las encuestas de hogares, viendo cuáles son los sectores y trabajadores más afectados. Hay algunos rubros que siguen trabajando por internet y siguen cobrando sus sueldos, y esta situación no les afecta mucho, pero hay mucha gente que no tiene esa posibilidad, porque trabajan manualmente y están en sectores que van a estar sufriendo, por ejemplo restaurantes y hoteles.

Pero quisiera dar un mensaje acá: en una crisis así, es posible que haya que tomar medidas rápidas que no son perfectamente apuntadas a los más necesitados. En tiempos normales diríamos que es muy importante que los programas lleguen a los más necesitados, que se gasten recursos en quienes no lo necesitan, pero hacer ese refinamiento hoy llevaría tiempo porque hay muchos shocks que hacen que quien no fue pobre ayer puede ser pobre hoy. O sea la información que teníamos ayer ya no es muy buena hoy.

Antecedentes

Nombre: Martín Rama

Cargo: Economista jefe para América Latina y el Caribe del Banco Mundial (BM).

Perfil: Posee un doctorado en Macroeconomía. Fue director del Centro de Investigaciones Económicas de Uruguay y docente. Ocupó diferentes cargos en el Banco Mundial: investigador, economista principal para Vietnam y economista jefe para Asia del Sur. Rama fue también director del Informe sobre Desarrollo Mundial 2013, una de las investigaciones insignia del BM y muy relevante en el área de economía del desarrollo, cuyo tema central fue el empleo. Entre las principales prioridades del uruguayo están el promover el debate sobre los difíciles temas de políticas en la región, liderar la preparación de informes clave sobre temas regionales y supervisar la calidad del trabajo analítico del Banco Mundial en América Latina y el Caribe. Para cumplir con estas tareas, él y su equipo se involucran activamente con las contrapartes en los gobiernos, el mundo académico, la sociedad civil y la comunidad empresarial.