De la marcha evista a la vigilia: la tensión en plaza Murillo
Todo cambió cuando una funcionaria del Ministerio de la Presidencia intentó recibir el pliego en representación de Luis Arce.
Eran las 14:30 del lunes cuando las primeras columnas de la marcha evista llegaron a la plaza Murillo, el epicentro del poder político en Bolivia. La ‘Marcha por la Vida’, que había recorrido 120 kilómetros desde Patacamaya, avanzó con determinación. Tras ellos, otras dos movilizaciones también se apostaron en el lugar: una organizada por prestatarios que exigían la condonación de intereses y otra de la Central de Trabajadores de Bolivia, entidad paralela a la Central Obrera Boliviana (COB), que rechaza el incremento de los precios del pan y los pasajes, además de disposiciones del Presupuesto General del Estado (PGE).
El cielo despejado contrastaba con el ambiente cargado de tensión. Las barricadas policiales, reforzadas en las esquinas que rodean la plaza Murillo y en las calles aledañas, marcaron el límite para los manifestantes. Al frente, líderes como el senador del Movimiento Al Socialismo (MAS) Leonardo Loza y Pedro Llanque, dirigente campesino, representantes de la facción evista, llevaban un pliego petitorio cargado de demandas, mientras esperaban una audiencia con el presidente Luis Arce.
El pliego petitorio presentado por la marcha reflejaba la preocupación por temas económicos y sociales que, según Llanque, fueron “desatendidos” por el gobierno de Arce. Entre las principales demandas estaban:
Solución al desabastecimiento de alimentos y combustibles, cuya escasez ha elevado los precios de productos básicos como arroz, azúcar y gasolina; Garantías para la estabilidad del dólar, afectando la importación de medicamentos y repuestos; Defensa del litio, exigiendo que no se privatice ni se firmen contratos sin consenso; Anulación de decretos y leyes consideradas perjudiciales para la economía popular y la propiedad privada; Liberación de “presos políticos” y el fin de la persecución contra líderes sociales.
La marcha no avanzó más allá de las esquinas de la plaza Murillo. “Lamentablemente parece que el Gobierno se cree que la plaza Murillo es de su propiedad, su hacienda”, reclamó Loza, confirmando que instalarían una vigilia hasta que el presidente los atendiera.
Todo cambió cerca de las 16:00, cuando una funcionaria del Ministerio de la Presidencia intentó recibir el pliego en representación del mandatario. Los ánimos se caldearon: los marchistas exigían entrar a la Casa Grande del Pueblo para entregar el documento personalmente. La negativa encendió la mecha.
Botellas, cartones y chicotazos comenzaron a volar hacia la policía, que respondió con gases lacrimógenos. En cuestión de minutos, la zona se convirtió en un caos. Las nubes del gas lacrimógeno se mezclaban con los truenos de los petardos, cubriendo las calles de un gris irrespirable.
La prensa, atrapada entre el tumulto, se refugió contra las paredes de la Vicepresidencia mientras grababa la escena. Un periodista resultó herido.
Cuando el humo se disipó, quedó un silencio extraño. Los bancos y negocios cercanos cerraron sus puertas, y la calle al frente del palacio consistorial volvió a lucir vacía, con policías reforzando las barricadas y marchistas dispersos en las calles aledañas.
Minutos después, un hombre que una bandera wiphala fue arrastrado por tres uniformados. Según la policía, dos personas fueron arrestadas tras intentar robar equipo de los efectivos.
Al final del día, las barricadas seguían en pie y la vigilia evista se instaló cerca de la Vicepresidencia. La calma había regresado, pero la tensión persistía en el aire.
Luego del breve enfrentamiento, se conoció que los manifestantes aseguraron que mantendrían la vigilia hasta que sean atendidos por Luis Arce.
La marcha no solo simbolizaba el reclamo económico y político de un sector del MAS afín a Evo Morales, sino también la fractura interna en el oficialismo. Un distanciamiento que se percibió a principios de septiembre de 2022, cuando el expresidente acusó al Gobierno de propiciar un “plan negro” en su contra.
En los alrededores, la vida cotidiana intentaba retomar su curso. Los vehículos volvieron a circular por la calle Mercado tras el levantamiento parcial del bloqueo, y algunos comerciantes reabrieron sus puestos.
La jornada concluyó sin mayores enfrentamientos, pero con un mensaje claro: la tensión entre las facciones del MAS está lejos de resolverse.
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