El sector exportador logró el superávit más alto en ocho años
Gary Rodríguez: ‘Hubo un incremento del valor exportado: $us 4.241 millones este año vs. 2.630 millones en 2019’

Imagen: LA RAZÓN ARCHIVO
ENTREVISTA
El gerente general del Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE), Gary Antonio Rodríguez, explica la situación actual de los exportadores bolivianos, identifica oportunidades, habla de la relación con el gobierno del presidente Luis Arce y perfila los puntos prioritarios para una agenda en común. En el primer trimestre de 2022, las exportaciones presentan los resultados más favorables en casi una década.
—¿Cómo evalúa la situación actual del comercio internacional en Bolivia en relación con 2020, antes de las elecciones del 18 de octubre de ese año, y luego durante la pandemia?
—De acuerdo con datos oficiales, hay una recuperación tanto en el campo de las exportaciones, como de las importaciones, comparativamente no solo a un pésimo año, como fue el de la pandemia, año en que el comercio exterior se desplomó por más de $us 4.500 millones, sino también, frente al último año normal, como fue 2019. Efectivamente, el valor exportado de casi $us 11.000 millones en 2021 supera de lejos los cerca de 9.000 millones de 2019, con un incremento, además, del volumen comparativamente a dicha gestión. En cuanto a las importaciones, éstas superaron en poco los $us 9.500 millones el pasado año, unos 300 millones menos que en 2019, con una pequeña baja del volumen. Sin embargo, en ambos casos, tanto las ventas como las compras externas superaron holgadamente las de 2020. En resumen, el comercio exterior vuelve a tomar su protagonismo de antes, logrando un superávit en 2021, luego de cinco años consecutivos de déficits que restaron $us 5.000 millones a las RIN del BCB. En lo que hace a la gestión en curso, el último informe del INE al mes de abril da cuenta de un incremento del valor exportado muy importante: $us 4.241 millones versus 2.630 millones en igual lapso de 2019. Aunque las importaciones no crecieron tanto en igual periodo, $us 3.579 millones, contra 3.252 millones, eso sí, hasta abril se logró el superávit más alto de los últimos ocho años.
—¿Cómo ve la situación actual del sector exportador en su relación con el gobierno del presidente Luis Arce? ¿Existen diferencias respecto a lo que fue el gobierno de Evo Morales y el de Jeanine Áñez?
—Pudiera y debiera ser mejor, definitivamente. Si bien cada gobierno tiene su propio cariz en su manera de relacionarse con la sociedad civil, y su forma de conducirse, el éxito de cualquier gobierno debe fundamentarse en considerar absolutamente a todos los actores de la economía, y el exportador debería merecer una atención muy especial, en tanto y en cuanto la estabilidad económica depende de lo que pase con el sector externo. Entre los tres gobiernos mencionados, no vale la pena aludir al de transición por la limitación de sus posibilidades de actuar en materia de políticas públicas —dada la misión que se le encomendó—; por lo tanto, la comparación corresponde hacerla entre la gestión de Evo Morales y la actual, pudiendo sacar como una primera conclusión, que las políticas hacia el sector no han cambiado. Sin embargo, en el primer caso había la posibilidad de un mayor diálogo, con una visión pragmática y la necesidad de generar divisas para el país.

—¿Cómo ha evolucionado la composición de las exportaciones bolivianas en la última década?
—A raíz de la bonanza internacional que duró hasta 2014, las exportaciones bolivianas se “reprimarizaron”, pasando el país a depender fuertemente —excesivamente y preocupantemente— de los recursos extractivos no renovables, como los minerales e hidrocarburos. De hecho, éstos llegaron a significar el 80% del valor de las ventas externas, y en su momento un 50% de las ventas se debían al gas natural que llegó a aportar más de $us 6.000 millones; actualmente, poco más de $us 2.000 millones. No ha sido sino en los últimos tres años que las exportaciones no tradicionales, que son renovables y con valor agregado, como las agropecuarias, agroindustriales, forestales, madereras, manufactureras y artesanales, han incrementado su participación hasta un 25% del total, viniendo a llenar el vacío que va dejando la declinante venta de hidrocarburos. La buena noticia es que, hasta abril de 2022, las exportaciones no tradicionales subieron a un 27% del valor global, principalmente gracias a los productos agroalimentarios.
—¿Cuáles son los principales objetivos del sector exportador en 2022?
—Como ocurre en cualquier otro sector, el exportador boliviano siempre tendrá como objetivo el vender más al exterior, con mayor valor agregado, para que —en el agregado— el fruto de su esfuerzo apuntale la estabilidad de la economía y de la moneda nacional. Un país que no exporta y que no tiene la capacidad de atraer capitales externos de manera sostenida, y que incurre en sistemáticos déficits externos está condenado a la devaluación, más temprano que tarde. Por ello, el sector exportador debería ser la niña de los ojos del Gobierno, porque se trata de un sector estratégico. Además, es un gran generador de empleos formales y bien remunerados, como estadísticamente está demostrado, frente a otras opciones.
—¿En qué áreas identifica que hoy en día están las mayores oportunidades para la exportación?
—El mundo ofrece un sinfín de posibilidades de exportación. De hecho, en el campo del comercio exterior nada está escrito en piedra, por lo que, competitividad de por medio, todo se puede exportar cumpliendo estos tres requisitos indispensables: contar con un producto de calidad; tener un precio económico o diferenciado en función de los nichos de mercado; y la oportunidad de entrega en el mercado. Igual razonamiento cabe para la exportación de servicios, tales como corredores intermodales, servicios portuarios, comunicaciones, almacenamiento, logística, servicios profesionales, turismo, software, etcétera.

—¿Existen iniciativas para fortalecer al sector exportador desde los municipios y gobernaciones? Si fuese así, ¿en qué consisten las mismas?
—Quisiéramos decir que es así, pero poco es lo que las gobernaciones o los municipios pueden hacer cuando hay restricciones a la exportación impuestas por el Gobierno central. Tal es el caso de los alimentos. De ahí, la necesidad de una concertación público-privada para desarrollar políticas y acciones sinérgicas de cara a conquistar mayores espacios en el concierto internacional, eliminando los sesgos antiexportadores que existen en el país y que inhiben una mayor productividad y competitividad del sector. Bolivia podría dejar de depender de las ventas de los minerales e hidrocarburos que la hacen tan vulnerable en cuanto a sus ingresos de divisas, y sin mayor dificultad podría multiplicar por cinco veces sus exportaciones no tradicionales a mediano plazo, porque el país tiene todas las condiciones para hacerlo, lo que faltan son políticas públicas favorables para la exportación.
—Si se tuviese que priorizar, ¿en qué tres puntos consideran que es necesario mejorar la comunicación y coordinación con el Gobierno nacional?
—En primer lugar, necesitamos con urgencia una política de promoción selectiva de exportaciones; dada la situación económica del país, la posición de las reservas internacionales netas y la necesidad de crecer mucho más a corto y mediano plazo para combatir la pobreza, generando empleo de calidad. Se debería priorizar, por su inmediata capacidad de reacción, al sector agropecuario/agroindustrial y forestal/maderero. En segundo término, está la necesidad de mejorar la competitividad sistémica, ya que el sector privado no puede hacerlo todo por sí solo, muy especialmente cuando hay la necesidad de políticas de Estado en cuanto a desburocratización, transporte, logística, neutralidad impositiva, promoción externa, entre otros. En tercer lugar, y no menos importante, la gran señal que todos esperan para invertir más, producir más y generar mayores excedentes: la garantía de la libre exportación, para estar en igualdad de condiciones de competencia con los oferentes extranjeros que pueden realizar ventas ciertas a futuro, pero los productores/exportadores bolivianos no; además de incurrir en altos costos financieros, como por ejemplo tener que mantener obligatoriamente como stock de seguridad un alto volumen de producto, sin poder venderlo, incurriendo en un alto costo financiero innecesario, además de tener que pagar su almacenaje.
Gary Rodríguez
Gerente General del Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE).
- Es licenciado en Economía y magíster en Comercio Internacional por la UAGRM. Estudió Teología en la Universidad UNPI e hizo un diplomado en Liderazgo con la Universidad Militar Mcal. Bernardino Bilbao Rioja. Por 20 años fue asesor de las delegaciones gubernamentales en negociaciones internacionales.
- Ejerció la cátedra de Integración en el posgrado de las universidades NUR y Gabriel René Moreno.
- Es Gerente General del Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE), donde cumplió 30 años de labor en mayo. En 2002 fue distinguido como Economista del Año y en 2012 recibió un reconocimiento al Mérito Profesional, del Colegio de Economistas de Santa Cruz. En 2007, el Concejo Municipal de Santa Cruz de la Sierra le otorgó la Medalla al Mérito Municipal – Categoría Profesional. Recibió la Distinción al Mérito Profesional del Economista Boliviano – 2016, del Colegio Nacional de Economistas de Bolivia.
- Fue columnista del periódico La Razón entre 2007 y 2013. Es miembro del Consejo Editorial de la Revista Negocios Press. Su primer libro fue Apertura económica y exportaciones en Bolivia: El papel del Estado (1980-2003).