Bolivia atraviesa uno de los momentos más críticos de las últimas décadas para el sector productivo y exportador. La confluencia de factores adversos como la escasez de dólares, los bloqueos de carreteras y el desabastecimiento de combustibles han generado enromes pérdidas. Según los cálculos del Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE), son ya más de $us 1.500 millones en perjuicios que acumula el sector productivo del país en 2024.
Los daños a la economía en general superan los $us 2.200 millones con el último conflicto, de acuerdo a los datos de la Confederación de Empresarios Privados de Bolivia. Esta crisis multifacética ha puesto en jaque no solo la capacidad productiva del país, sino también su posición en los mercados internacionales.
La mirada desde el sector exportador
En este contexto, Gary Rodríguez, gerente general del IBCE, emerge como una voz relevante para analizar el impacto en las exportaciones. Con una destacada trayectoria en el sector y al frente de una de las instituciones más respetadas en materia de comercio exterior, el ejecutivo ha sido testigo directo de cómo las turbulencias políticas y económicas han afectado al aparato productivo nacional, especialmente en el departamento de Santa Cruz, motor económico del país.
En esta entrevista exclusiva para Energías & Negocios de La Razón, Rodríguez desentraña las consecuencias de los 24 días de bloqueos en las diferentes cadenas productivas, analiza las perspectivas de recuperación y advierte sobre los riesgos que enfrenta Bolivia en términos de competitividad internacional. Sus declaraciones no solo reflejan la preocupación del sector empresarial, sino que también plantean interrogantes fundamentales sobre el futuro económico del país.
¿Cómo se han vivido los bloqueos y la escasez de combustibles entre los sectores productivos y exportadores del país?
Pocas veces se han juntado tantas cosas negativas al mismo tiempo en contra del sector productivo y exportador boliviano como ahora, a saber: la escasez de dólares, con la consecuente subida de su precio; el encarecimiento de la importación de los insumos, equipos de transporte, bienes de capital y combustibles, de los que dependemos; el negativo impacto del cambio climático; la anormalidad del abastecimiento de diésel y, para rematar la situación, los insufribles bloqueos y la alta conflictividad política que vive el país.
¿Qué tan extenso ha sido el perjuicio generado por los bloqueos y la falta de combustibles en las diversas cadenas productivas del país y principalmente en Santa Cruz? ¿Cuáles son los sectores que vienen siendo los más golpeados?
Todos, absolutamente todos los sectores productivos, comerciales y de servicios han sido golpeados, pero quienes más impactados están, son los sectores agropecuario, agroindustrial, forestal/maderero, importador, exportador, turismo y transporte, sin descartar los efectos derivados sobre otros que hacen al entramado empresarial (comercio, finanzas, almacenamiento y otros), haciendo que las pérdidas materiales superen holgadamente los 1.500 millones de dólares, más de la tercera parte, en Santa Cruz, por el peso que tiene su actividad sobre la economía nacional. Pero, hay otra pérdida que es intangible, cuyo costo a futuro puede resultar mayor: el daño a la imagen-país, que desalienta que la inversión extranjera directa ponga sus ojos en Bolivia, además, a que los agentes económicos externos quieran hacer comercio con nosotros.
¿Cuáles eran las expectativas del sector exportador en 2024 y cuáles son las cifras con las que se espera actualmente cerrar el año?
El 2023 fue una mala gestión para el comercio exterior boliviano, porque se dieron afectaciones similares a las de este año, aunque de menor impacto que en el actual, pero, pese a ello, se registró un déficit comercial por $us 700 millones y una caída de las exportaciones nacionales por $us 2.800 millones. La esperanza era revertir estos números, ya que un país que incurre en un déficit crece menos, además que pierde dólares.
Lamentablemente, tal aspiración dista mucho de cumplirse. Según datos del INE al mes de agosto, el déficit comercial bordea ya los $us 500 millones y las exportaciones bajaron poco más de $us 1.500 millones, lo que avizora un cierre impredecible hasta fin de año, habida cuenta del impacto que ha podido derivar de más de tres semanas de bloqueos.
En lo que hace a Santa Cruz, el golpe a sus exportaciones ha sido mayor que a nivel nacional. Las ventas externas cruceñas han caído 26% en valor y 18% en volumen, lo que en términos absolutos significa un descenso de $us 609 millones y poco más de 776.000 toneladas, siendo la causa principal el derrumbe de las ventas de soya por cerca de $us 470 millones y la baja en más de 650.000 toneladas, por causa de la sequía, además que la cotización de la soya a nivel internacional cayó severamente.
¿Cuántos contratos o compromisos de exportación han tenido que ser renegociados o cancelados debido a esta crisis? ¿Existe riesgo de perder mercados internacionales por incumplimiento?
Es imposible saber esos datos, porque hace al giro comercial de las empresas, sin embargo, el incumplimiento del plazo de entrega conlleva no sólo sobrecostos de transporte y logística, sino también, castigos económicos para los exportadores, lo que en su repetición nos hace ver como un país imprevisible, pudiendo llegar a perder clientes, e incluso, mercados de exportación que tanto esfuerzo y tiempo implican el conquistarlos.
¿Qué estrategias o planes de contingencia tuvieron que implementar las empresas exportadoras para mantener sus operaciones durante esta crisis? ¿Qué tan efectivas han resultado?
Así como las empresas son tomadoras de las políticas públicas, de igual forma dependen de las condiciones del entorno para realizar sus actividades y ambos casos dependen de lo bien o mal que lo hagan los Administradores del Estado, si fallan, complican la tarea de los agentes económicos, por ejemplo, el tener que utilizar rutas alternas en caso de bloqueos o comprar dólares y combustibles más caros, etcétera. Todo cambio de planes implica mayores costos que impactan negativamente en la competitividad del exportador.
¿Cuántos empleos directos e indirectos se han visto afectados en el sector exportador? ¿Hay riesgo de recortes permanentes de personal si la situación persiste?
Cuando un negocio se ve frustrado, la directa y dolorosa consecuencia es la pérdida de fuentes de empleo, mucho más tratándose de un sector legal y formal, como el exportador, donde el salario medio de un trabajador está por encima del promedio nacional, incluso, dentro del propio sector privado, por lo que no solamente se da una pérdida cuantitativa, sino, cualitativa también, además del negativo efecto a lo largo de la cadena de valor.
¿Cómo está afectando esta situación la competitividad de Bolivia frente a otros países de la región? ¿Hay países que estén aprovechando esta coyuntura para ocupar espacios en mercados tradicionalmente atendidos por exportadores bolivianos?
Los exportadores bolivianos son un pequeñísimo número dentro de la enorme cantidad de oferentes que existen en el mundo, además que nuestra oferta es relativamente pequeña frente a la oferta agregada a nivel internacional, de ahí que, toda afectación a la productividad y la competitividad derivada de causas internas o externas resta nuestras posibilidades de competencia a nivel internacional, muy especialmente cuando en otros países se están haciendo bien las cosas, aprovechando los espacios que vamos dejando. La pérdida de ingresos de divisas se refleja ya, por ejemplo, en los números de exportación del país hasta agosto, no solo caímos 20% en valor, sino también, 13% en volumen, lo que puede significar varias cosas: 1) Que producimos menor cantidad que el año pasado, tal el caso de la soya, impactada severamente por la sequía, con una pérdida superior a las 800.000 toneladas; 2) Que, así produzcamos igual, no estamos pudiendo colocar la misma cantidad, por ejemplo, cuando los costos de realización aumentan; 3) Que produzcamos y exportemos una mayor cantidad, pero debamos vender a un menor precio.
Una vez normalizada la situación, ¿cuánto tiempo estiman que tomará recuperar los niveles normales de producción y exportación? ¿Qué medidas consideran necesarias por parte del gobierno para acelerar esta recuperación?
El período de recuperación económica es variable, dependiendo del sector que se trate, su vulnerabilidad y capacidad de resiliencia. De hecho, si el golpe financiero ha sido devastador, habrá empresas que no se podrán recuperar, sobre todo las más pequeñas. Para que haya una recuperación total, deberá haber, también, una normalidad total, por ejemplo, en cuanto al abastecimiento de diésel para el agro, la minería, la industria, etcétera. Ahora, si el entorno se torna favorable, la recuperación por sectores puede darse entre un mínimo de seis meses, como en el caso del agro, verbigracia, siempre que las condiciones de clima, seguridad jurídica, de mercado y de buenas políticas públicas, así lo permitan; de hecho, sobre estos temas debe ocuparse el gobierno, empezando por inyectar recursos para socorrer a quienes en mucho caso, lo han perdido todo por la inclemencia del tiempo o por haber sido severamente afectados por la inclemencia de los bloqueadores.
¿Cómo está afectando esta crisis las decisiones de inversión en el sector exportador?
Es lamentable y doloroso decirlo, pero la imperdonable recurrencia de factores negativos como el caso de los avasallamientos a predios productivos, los insufribles bloqueos, la inflación, la escasez de dólares y combustibles, sumados a la altísima incertidumbre en el país, fuertemente contaminado por el imprevisible clima político, desalientan la inversión productiva, por tanto, afectan la posibilidad de mayores niveles de exportación.
¿Han notado cancelación o postergación de proyectos de expansión?
El hecho de que muchas compañías del país estén poniendo sus ojos en otros países para invertir o reinvertir, da cuenta de que Bolivia está perdiendo su atractivo en este campo.
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