El paso dado por China de restringir la exportación de determinadas materias primas parece nivelar las restricciones de acceso a tecnología promovidas por Estados Unidos, el cual suma a este esquema a Japón y Países Bajos con el control de exportación de maquinaria para la fabricación de chips avanzados. Una medida que tendrá su mayor impacto en el corto plazo y se diluirá con el tiempo, frente a la visión a largo plazo que guía los intereses chinos y que ofrece otra dimensión al tablero geopolítico. Y es que, en esta creciente rivalidad, el elemento clave de la ecuación es, precisamente, el tiempo. Tiempo es lo que ambas partes codician, con resultado distinto si se aplica a la estrategia comercial o a la geopolítica.

Tras casi un año desde que Estados Unidos lanzara su política de restricciones, Japón a finales de julio y Países Bajos a principios de septiembre se suman a la estrategia con la que Washington pretende ralentizar el ritmo innovador de China, marcando una distancia tecnológica de al menos dos generaciones en la producción de chips avanzados. Una medida que retrasará a corto plazo la ambición de China de convertirse en potencia tecnológica, pero de la que Pekín no desistirá en el largo plazo.

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Sin previsión del tiempo que China necesitará para fabricar chips de 4-5 nm, la élite tecnológica actualmente está inmersa en alcanzar los 2-3 nm, menor número significa más avanzado, el tiempo podría estar corriendo a favor de China en lo geopolítico, pero también en lo comercial.

La dependencia de las tecnológicas estadounidenses del mercado chino, tanto por magnitud de población como por el protagonismo de China en las cadenas de valor global, sigue siendo alta. Tras cinco años de impulsar el decoupling, primero con una guerra comercial, y ahora con el derisking, las ventas de empresas fabricantes de chips como Qualcomm y Texas Instruments dependen de China en más del 60% y casi el 50%, respectivamente, según las propias compañías. Una dependencia del mercado chino que también afecta a las empresas japonesas y a la holandesa ASML, a las cuales las restricciones generan el mayor efecto colateral sobre sus ingresos.

En este esquema global de dependencias compartidas, la medida anunciada por Pekín de limitar la exportación de galio y germanio no parece que tenga una intencionalidad comercial, ya que las importaciones de Estados Unidos apenas alcanzaron los $us 225 millones durante 2022. Sin embargo, el tiempo necesario para reducir la dependencia de China, que domina el 94% del suministro del galio y el 83% del germanio, puede superar las previsiones más optimistas.

La utilización del galio en la fabricación de semiconductores compuestos, paneles solares y radares, y del germanio en cables de fibra óptica, gafas de visión nocturna y células solares, impacta en el desarrollo tecnológico de varias industrias, desde los chips a las renovables. Diversificar la cadena de suministro es la opción más rápida, pero cuando varios países tecnológicos recurran a fuentes de suministro alternativas, la disponibilidad y los precios pueden sufrir alteraciones, con efecto directo en la competitividad de las empresas de chips estadounidenses y japonesas. Otra opción es la autosuficiencia, viable con producción propia o si se dispone de reservas. Pero generar capacidad nueva, además de experiencia, requiere de tiempo, lo que puede dilatar hasta una década la plena operatividad de los procesos de extracción, además de ser muy costoso. Menos tiempo requeriría para Japón, que podría recuperar una actividad cuyo cese, junto con el de otros países como Corea del Sur y Rusia, dio paso al dominio actual de China.

Mientras el tablero de restricciones entabla una nueva partida, China avanza en su estrategia geopolítica de autosuficiencia tecnológica. Aunque todavía dos generaciones por detrás de la élite tecnológica, la capacidad de producción en masa de tecnología de 7 nm del fabricante de chips SMIC permitirá a Huawei reanudar la producción propia de chips móviles para finales de año. Asimismo, el anuncio de fabricación propia de máquinas litográficas de 28nm por parte de la empresa estatal SMEE, la única competidora china de ASML, permitirá a China mitigar el impacto que generarán las restricciones de la empresa holandesa. De nuevo, tiempo.

En la siguiente partida de restricciones, el foco podría centrarse en el mercado de coches eléctricos, gracias al cual China podría consolidar su posición de mayor exportador del mundo tras superar a Japón en el primer trimestre del año. En esta línea, la recientemente publicada lista Forbes Global 500 destaca el auge de BYD, el mayor fabricante del mundo de coches eléctricos, pasando del final de la lista a ocupar el puesto 212, un claro aviso para la tardía apuesta de la industria automovilística japonesa por la movilidad sostenible.

El efecto incierto de las restricciones en esta carrera por el tiempo podría elevar el protagonismo de las materias primas frente a la producción tecnológica. Y si el derisking es el camino para alcanzar la autonomía estratégica, no hay tiempo que perder.

(*) Águeda Parra Pérez es analista del entorno geopolítico y tecnológico de China