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José Delgadillo ‘Saltamonte’.

Saltamonte se abre camino en la vida como te lo abre a ti por el parque Carrasco (Chapare); sin vacilación. Siempre hay un modo para continuar, cualquiera que sea la senda.

Si la vía parece inhóspita y la frondosidad del bosque húmedo la engulle, él arremete machete en mano. ¡Zas, zas, zas!… ya tenemos vereda. En lo cotidiano —no se asusten— el machete se queda guardado en la funda de cuero y son las armas de la astucia las que usa para continuar su travesía.

Dos encuentros marcaron la vida laboral de José Delgadillo. El primero, en 1988, cuando conoció a un alemán que no paraba de quejarse: “Aquí no hay dónde pasear, no hay nadie que se ocupe de los turistas”. Este lamento impulsó a José a la faena que hoy le ocupa. Por aquel entonces no había mucho turismo; pero decidió hacerse cargo de los pocos viajeros que llegaban a Villa Tunari, revelándoles los secretos del bosque y el río. El segundo tropiezo: un yugoslavo coleccionista de mariposas. Saltamonte comenzó con este oficio años más tarde, cuando una polilla se posó a su vera mientras descansaba. Empezó a cazarlas y venderlas, incluso a un comerciante que salía al extranjero. Sin embargo, el laburo de recolector duró menos, dice, y hoy halla mariposas a menudo en sus paseos  y las deja volar en libertad.

Encuentros de película

Ser el único guía especializado de la zona le ha servido para añadir nuevos encuentros a su vida. Recuerda que acompañó al director de cine Juan Carlos Valdivia, sin saber de quién se trataba. El realizador necesitó de su ayuda para conocer el territorio, pues quería grabar un documental.

También le agarró de improviso otra figura del gremio del cinemascope, Icíar Bollaín. La famosa española apareció por su casa para que éste les mostrara  —a ella y dos acompañantes— algunos rincones del Parque Carrasco. Delgadillo no sabía con quién trataba; y no lo supo hasta dos años más tarde, cuando Bollaín regresó y le dijo “José, vamos a hacer una película”. Fue el principio de También la lluvia, la cinta ganadora de tres premios Goya. El guía se convirtió en localizador del filme; ayudó a decidir, entre otros detalles, el lugar en el que se erguiría una gran cruz, símbolo de la evangelización por los españoles en el continente.

La afluencia de turistas en Villa Tunari continúa siendo escasa, pero él confía en que esto cambie y pueda seguir compartiendo caminatas con extranjeros; enseñando y aprendiendo al mismo tiempo.

Texto y foto:
María L. Vivas
Ilustración:
Alejandro
Archondo
(Arxondo)