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Daniela Castro Ramos

Prender el fuego de tal manera que la combustión sea lenta y así ayude a pasar el frío. La brisa del mar, el mar, la arena, las puestas de sol sobre la playa… Son recuerdos grabados en el alma de Daniela Castro Ramos del año vivido en Quellón, isla de Chiloé (Chile). Las imágenes se funden con las de los niños del Hogar de Cristo, institución que trabaja con la población más vulnerable de la región y a cuya sección de jardín y sala cuna se unió la psicóloga paceña.

Su labor tuvo que ver con “la sistematización de información para elaborar una matriz psicosocial que reflejara la realidad de los niños de jardín”, describe la profesional. “Esas wawas me daban la motivación de levantarme cada día para poder, de alguna forma, aportar en su desarrollo”, añade la mujer.

Que una joven vecina del barrio Los Pinos, en el sur paceño, llegase a un lugar tan lejano tiene una causa: Jóvenes por una América Solidaria, fundación dedicada a promover el voluntariado, “a globalizar la solidaridad”.  

Quellón, con una población de casi 22 mil personas, vivía de los cultivos de salmón y frutos de mar; pero una crisis que ha reducido la cantidad de salmones y la marea roja, producto de la contaminación, golpean la economía de la gente. “La Alcaldía calcula que hay más de 10 mil desempleados”.  

La fundación propuso el destino a Daniela y, luego de unas pruebas y trámites, ella se vio en medio de un paisaje “impresionante, indescriptible”, con las casas de madera “de las que es imposible no enamorarse”.  

A la gente le tomó un poco de tiempo entender “el porqué de nuestra presencia y sentimos la discriminación; pero al mirar atrás, sé que fueron las actitudes de esas personas las que fortalecieron el trabajo realizado”. Las diferencias culturales en el proceso de adaptación pesaron lo suyo y “la constante lluvia y el frío marcaron mis días”. Pero, insiste Daniela, “la luz y la energía que irradian los niños me mantuvo motivada, tanto como el equipo de América Solidaria Quellón”.

La idea de erradicar la pobreza “fue lo que me motivó a dar el salto, a ser voluntaria”, y el resultado es “la transformación personal, el abrir los ojos hacia una realidad diferente” y la certeza de que se puede avanzar hacia “una Latinoamérica unida, sin fronteras”.