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‘La bala no mata’, de Gabriela Paz

La película comienza con una voz en off que es un comunicado, una noticia. Se entiende que monseñor Quiroz convoca a la población a las celebraciones de la Semana Santa en La Paz de aquel lejano año de1952. Partiendo de la tesis del sociólogo Mario Murillo, la documentalista Gabriela Paz lleva a la pantalla grande nueve historias de lo que fueron las jornadas de abril. En la voz de hombres y mujeres nos acercamos a relatos que nos recuerdan los días de combate, los dramáticos estallidos, las audaces acciones.

La bala no mata es un documental que nutre la historia nacional, convirtiéndose en una necesaria pieza para entender los procesos de cambio social más allá de la versión oficial. Nueve testimonios de quienes vivieron las jornadas de abril en La Paz, Milluni, El Alto y Oruro dan cuerpo al rescate de la memoria de un capítulo de la vida contemporánea boliviana que es necesario ver desde nuevos ángulos.

Sesenta años después de la “Revolución”, se continúa trabajando en una acción que, si bien puede ser casi arqueológica, es necesaria. Lejos de una posición política que se alínea bajo bandera partidaria alguna, Paz busca en lo cotidiano, en lo de todos los días, desmitificar algunos grandes paradigmas.

Éste es un documental sonoro, con ausencia casi total de música: la realizadora consigue hacer que lo importante sea lo que se dice, sin apoyarse en la imagen como recurso fundamental, sino combinando lo que se escucha con atmósferas emotivas complejas que sitúan al espectador en un constante cuestionamiento sobre el hecho en sí, sobre la historia del país y su constante repetición, su siempre heroica voz.

La fotografía de Miguel Hilari merece un reconocimiento aparte: la composición de cuadro en una de las escenas más emotivas de toda la película es magnífica. Se trata del retorno de un extrabajador minero a Milluni: volver al pasado en ruinas, donde sólo el recuerdo es lo que ayuda a que algo viva ahí.

La bala no mata de Gabriela Paz es la carta de presentación de una realizadora que promete futuro. Este documental boliviano es un estreno de la Cinemateca Boliviana. (Claudio Sánchez)

Películas en pocas palabras

Fados (Cinemateca)

Fados (2007), del español Carlos Saura, es un musical sobre la expresión cultural portuguesa más conocida. Continúa con este film la larga serie de musicales iniciada en 1981 con la realización de Bodas de sangre. En esa larga serie, Saura busca recuperar, a través del cine y sus posibilidades, la música popular de España (con películas como Flamenco, de 1995), de Argentina (con su renombrado filme Tango, de 1998) y de Portugal. En Fados, el director explora todas las posibles interpretaciones y modificaciones del baile folklórico portugués. Desde la más tradicional de sus expresiones, hasta mezclas con otros ritmos modernos como el rap. Todo ello a partir de una puesta en escena minimalista que demuestra la enorme confianza que tiene Saura en las potencialidades cinematográficas de la música y del baile en general. Así pues, el filme es un pequeño homenaje no sólo al fado, en cuanto género musical, sino también a sus más grandes representantes.  Se proyecta esta semana en el ciclo Martes de cine español. (Sebastián Morales)

Los rubios (cine latinoamericano)

Desaparecidos de la dictadura. Los rubios, de Agustina Carri, es narrada desde la ausencia de un pasado. ¿Qué queda ante esta ausencia? La (re)construcción de los hechos por medio de testimonios para rellenar los grietas de la memoria de la protagonista. La (re)presentación de las experiencias contadas se vuelve un axioma. Si bien Albertina decide hacer el film para encontrar una respuesta sobre el paradero de sus padres desaparecidos, también lo hace para recorrer el camino que la llevaría hacia su propia identidad. Los testimonios aseguran que sus padres, además de ser gente educada y amable, eran flacos y rubios, apariencia física que ellos jamás tuvieron. Este comentario, en apariencia superfluo, con el que el obrero identifica al intelectual mediante rasgos físicos propiamente occidentales, lo incorpora Carri en la última escena, cuando el equipo de rodaje, con pelucas rubias, avanza hasta perderse en el horizonte mientras suena Influencia, de Charly García. Disfrazados, convertidos en las imágenes que de los desaparecidos han persistido en la gente, caminan juntos como metáfora de una familia por fin reunida.  (Mitsuko Shimose)

Velvet Goldmine (Cinemateca Sur)

En Velvet Goldmine, David Bowie canta You’re my taste, my trip, I’ll be your master zip. La canción tenía que ser parte de  The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars, pero fue eliminada porque la letra hablaba de relaciones homosexuales. Más de dos décadas después, la canción y la figura de Bowie inspiraron a Todd Haynes para su Velvet Goldmine (1998), una oda al ascenso y la caída del glam rock The Death of the Glitter. En el film, Brian Slade, la estrella del glam británico, desaparece después de su asesinato simulado en escena. Con un guiño a la estructura narrativa de Citizen Kane, el periodista Arthur Stuart debe investigar sobre el paradero de Slade: en 1984, el glam ha sido olvidado y las figuras de la música están alejadas de ese desenfreno explosivo y teatral. Con un gesto profundamente amoroso, el film reconstruye una figura y la cultura en la que ésta se generó. Secuencias épicas como The ballad of Maxwell Demon hacen de éste un film de culto, que se podrá ver en La Paz los dos próximos martes. (Mary Carmen Molina)