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Fernando Arze: ‘El miedo nos impide ser libres’

Alma de viejo” le atribuían los maestros de actuación en Estados Unidos a Fernando Arze Echalar. Él no sabe bien por qué, pero intuye que tiene que ver con la forma en que, siendo muy joven, abordaba las cosas, las reflexionaba, las sufría. En esos años en que se formaba en la American Academy of Dramatic Arts de Nueva York, sus maestros, pendientes de las ánimas para despertar demonios en el escenario, le daban papeles de seres atormentados, pero al mismo tiempo con un “especial entendimiento de lo humano”. Debe ser, concluye ahora este hombre sonriente y jovial, “porque desde niño me gustaba estar entre viejos; a mis seis años, era yo quien jugaba póker con mis abuelos y sus amigos”.

Esa niñez la pasó en La Paz, su ciudad natal. De sus años mozos, se recuerda como muy tímido, al grado de que, cuando le tocó elegir una carrera, se inclinó por la ingeniería electrónica. Nada más lejos del teatro, del contacto con la gente, experiencia de la que sabía casi nada.

La anécdota del cambio de destino la ha contado ya algunas veces. Fue durante una vacación en Brasil, a los 19 años, que su amiga Alison le insistió para que la acompañase a un taller de actuación. Él acudió, pero de muy mala gana. Desde un rincón, el ingeniero en potencia observaba al grupo haciendo ejercicios y estaba a punto de matar a la amiga por hacerle perder el tiempo de esa manera. Su timidez le impidió, ha dicho, levantarse y marcharse. Pero a la hora de las improvisaciones, el instructor lo invitó a animarse. Presionado por los demás, pasó al frente e hizo lo que le pidieron: encarnar, sin palabras, a un payaso viejo que acaba de ser despedido del circo. Más para él que para el auditorio, Fernando Arze actuó. Al terminar, las lágrimas en los ojos de algunos de los talleristas le confundieron más de lo que podría lograr el electromagnetismo o la teoría de circuitos.

Quiero ser actor

Pronto, el estudiante quiso saber más de eso de conmover a los demás, de contarles historias creíbles asumiendo la personalidad de otros. Se cuenta rápido y no fue así de fácil, pero para resumir digamos que se ganó un lugar en la academia neoyorquina, de cuyo elenco llegó a ser parte. Ya luego sabría de lo duro que es abrirse, lejos de las aulas en las que recibió no pocos aplausos, un espacio en un medio tan competitivo como es el estadounidense.

En 2006 optó por radicarse en Brasil, donde trabajó en creaciones colectivas como Abusados, Estación límite y Demolición, así como en producciones televisivas de la Red Globo. Antes y después, el actor dio saltos a Bolivia y así hizo cameos y roles de reparto en películas nacionales e internacionales rodadas en el país: fue un enfermo más en El corazón de Jesús (Marcos Loayza, 2004), uno de los asaltantes en El atraco (Paolo Agazzi, 2004), encarnó a Álvaro de Castro, el hombre de confianza de Klaus Altman-Barbie, en La cacería del nazi (Laurent Jaoui, 2008), y apareció brevemente en El ascensor (Tomás Bascopé, 2009).

El año pasado trabajó un coprotagónico en Carga sellada, ficción de Julia Vargas Weisse sobre el tráfico de desechos tóxicos en Oruro, junto al mexicano Gustavo Sánchez Parra (Amores perros), y cuyo estreno hay que esperar este año.

Su primer protagónico está por llegar y ya tiene título: Cuando los hombres quedan solos, coproducción de Bolivia, Argentina, Colombia y España que tiene comprometido el financiamiento de Ibermedia. El director es el boliviano Fernando Martínez (¿Por qué quebró Mc Donald’s?), quien hace pocos días le ha informado a su actor que debe estar listo para rodar entre julio y agosto próximos.

En esta historia, Aré dará vida a un hijo atrapado entre las necesidades materiales y el deseo de no caer en la corrupción en la que ha visto vivir a su padre.

Aré no está, como sí el personaje que va a asumir, ni solo ni desesperado. De hecho, es un hombre que transmite entusiasmo y que suele concluir sus intervenciones con una amplia sonrisa que tal vez, como él reconoce, le ayuda a esconder esa timidez que en mucho ha superado, pero que “todavía sigue ahí”.

Tiene una novia, Karina, joven diseñadora gráfica que es uno de los poderosos motivos para retornar a Bolivia. Desde fines del año pasado, el artista está más aquí que en Brasil y Estados Unidos. Va a casarse y quiere trabajar intensamente en su país, como dramaturgo, como actor, como maestro, sin cortar los nexos que tiene en el extranjero y que le han dado varias satisfacciones. En 2012, por ejemplo, obtuvo una candidatura como mejor actor de reparto por su papel en Primer día de un año cualquiera, de Domingos Oliveria —en la que comparte roles con Marte Provena (Dona Bejin) y el cantante Neyén Matorros— en el Festival Internacional de Cinema do Rio de Janeiro. La misma ciudad que le dio años antes, en el Festival Ciudad, un premio a la Mejor Obra y Mejor Dirección por la creación colectiva titulada Aovas Pesies, que el boliviano llevó a buen puerto.

De 1,81 de altura, delgado, de barba no muy crecida, con más años uno puede ver en él a un Quijote convincente. En la ficción, claro, pues en la realidad es un niño, asegura. Ha vuelto a ese estado gracias, en mucho, al teatro, a la actuación.  

“Mi alma ha ido rejuveneciendo. Eso hace el teatro: te lleva al encuentro de tu niño y de tu viejo también. Aprendes a que el tiempo no es lineal y descubres la alegría de ser muchas personas, y todo esto te ayuda a ser más joven, más alegre”.

El vuelo de la libertad

¿Más libre?, podría ser la pregunta natural, pero Fernando Aré se adelanta en hablar de libertad, el tema que le anda rondando este último tiempo y que, por tanto, será el eje del taller que ofrecerá entre febrero y marzo en La Paz. Un taller de actuación al que está terminando de dar forma en la casa que le cobija, en la zona de Irrati, y que le pertenece a su tío Agustín Echarla.

 “Creo que compraremos una casa con Karen”, explica su otra previsión para los días de casado que, contra los dichos, para él serán de mejor libertad: “Como los pájaros, es más lindo volar de a dos”.

“Un salto hacia la libertad”, el taller que se dictará en el Centro Cultural de España, versará sobre la construcción de personaje. “Voy a pedir a los alumnos que se vayan a la calle, con grabadora y cámara fotográfica, que encuentren gente, que la aborden con el tema de la libertad y que con ese material desarrollen personajes y propongan monólogos”. La base de este trabajo la aprendió con Lume Teatro de Brasil y “le he añadido lo mío”.

¿Cómo escapamos de vivir nuestra libertad?, se cuestiona el artista. “Tengo la impresión de que si no se asume esa responsabilidad, que lo es y muy grande, es porque da miedo. No es un gobierno el que puede limitar la capacidad de ponerse a pensar, es uno mismo. Y creo que el arte ayuda a ver eso, a desencadenar las ideas; queriendo o sin querer, hacemos reflexionar y ésta es otra responsabilidad”. 

Hablando de arte, hay que recordar que la mano de director de Fernando Arze se ha traducido, a fines del año pasado, en la puesta en escena de la obra de la francesa Yasmina Reza. Fueron solamente dos funciones en La Paz —y otra en Tarija— que merecieron una muy buena acogida por parte de los espectadores. Arte, que protagonizan Cristian Mercado, Luigi Antezana y Gory Patiño, se va a mover mucho más este 2013, quizás a partir de marzo. “Vamos a mostrarla en más escenarios del país”. Además, hay planes para que el grupo así constituido produzca nuevas obras. “Es que son actores de mucho talento y juntos nos hemos divertido mucho”.

De nuevo, la libertad

El artista está convencido de que público para el teatro, hay. Es cuestión de ofrecerle calidad. Con Arte “ganamos dinero; no para hacernos millonarios, pero sí recibimos ingresos para todos”.

Pero, ¿se podrá ver a Arze en el escenario, como actor?

Este mismo año, promete. Y dando carne a obra propia. Como antecedentes para crear buena expectativa hay dos detalles. El primero es que su primera creación, O que nos resta, fue representada ya en el jardín y el techo de una casa, con la vista de Río de Janeiro en pleno. El segundo viene de boca de Luigi Antezana, el actor de Arte, que en entrevista con La Razón dijo haber deseado ver al director en escena, tal la fuerza que él demostró las veces que, para dar indicaciones en los ensayos, se puso en personaje.

En la mesa de trabajo, junto a la computadora y los papeles en los que está esbozado el taller que dictará, hay otros que Fernando Arze exhibe para reforzar la promesa de que se mostrará como actor.

Trilogía de la Libertad es la serie de tres monólogos, independiente uno del otro, en cuya escritura está empeñado el teatrista. El que está más avanzado se titula El perdón, con el que el paceño quiere finalmente encontrarse cara a cara con el público, tal vez este mismo año.

Ingeniería en el trabajo

La American Academy of Dramatic Arts, en la que se formó el artista paceño, es de las tradicionales que tiene Nueva York. Fue fundada en 1884 y, como hace notar Fernando Arze en Facebook, por ella pasaron estrellas como Robert Redford,  Lauren Bacall y Anne Hathaway.

La ingeniería electrónica es parte también de su formación integral. Acabó la carrera, aunque nunca la ejerció. Sin embargo, cuanto aprendió le sirve en su trabajo artístico. “Me ayuda a ser sistemático, analítico, lógico, tanto en mi vida como en la dirección”.

O sea que artista, metódico, “buen cocinero” —confirma su tío— e, impresión de periodista, hombre con aura de niño.