Kostenlos. Frei. Gratis. De las tres formas se puede decir lo que el viajero, en estos tiempos, más agradece. Se acabaron los festines de codillo.

Ahora lo que toca son los picnics y los mercadillos de todo a un euro, los albergues con estilo, la mejor comida callejera y, por la noche, los bailes agarraos con una cerveza bien estirada. Aunque la capital alemana ya no es tan barata como era, aún presume de ser pobre, pero sexy (expresión acuñada en 2003 por Klaus Wowereit, alcalde de Berlín).

1 Ojo con colarse

Si el tiempo lo permite, lo suyo es moverse en bici, que se puede alquilar en el propio hotel o en la tienda de la esquina por 10 o 12 euros al día. Si no, está la tarjeta Berlin Wellcome, que por 18,50 euros permite usar durante 48 horas el eficacísimo transporte público berlinés. Existen también tarjetas para tres, cuatro y cinco días. Colarse en el metro resulta tentador, ya que no hay tornos, pero los revisores van de paisano, así que las multas de 40 euros no siempre se ven venir y se pagan sí o sí.

2 El autobús número 100

En Berlín, como en toda gran capital, hay autobuses turísticos como el City Circle Sightseeing, que por 22 euros le dan al forastero una vuelta de dos horas con unos auriculares que chicharrean en 13 idiomas. Pero también hay un autobús urbano normal y corriente, el número 100, que hace un recorrido similar por nada, si se tiene la tarjeta Berlin Wellcome, o por 2,40 euros, si hay que pagar el trayecto. El 100ter Bus o Hunderter Bus fue el primero que, tras la reunificación alemana, circuló entre el centro del Berlín occidental (Zoologischer Garten) y el centro del oriental (Alexanderplatz) y en su ruta enhebra lugares emblemáticos como la iglesia memorial del Kaiser Guillermo, la columna de la Victoria, el Reichstag, la Puerta de Brandeburgo, la catedral o la Torre de la Televisión. Y lo hace en sólo 27 minutos. Lo bueno, si breve y gratuito, tres veces bueno.

3 ‘Tour’ clásico o alternativo

Todos los días, a las 11.00 y a las 13.00, se puede hacer un tour a pie gratuito con un guía de habla española por gentileza de Sandemans recorriendo durante tres horas y media el Berlín esencial, desde la Puerta de Brandeburgo hasta la Torre de la Televisión y desde el Checkpoint Charlie hasta la isla de los Museos. Bueno: gratuito, gratuito, no es. Se entiende que hay que darle al guía la voluntad. Lo mismo ocurre con los paseos de Alternative Tours, que, como su nombre indica, visitan lugares poco convencionales: granjas urbanas, skateparks, ruinas llenas de grafitis, talleres de artistas, tiendas raras… Si preferimos ir por nuestra cuenta, podemos descargarnos una ruta muy interesante por el distrito de Mitte en www.hoerpol.de/en, que incluye un mapa y las explicaciones para oír en el celular o en un dispositivo MP3. Tanto esto como los tours alternativos son sólo en inglés. Sorry.

4 Hostales y un gran bufet

Un hotel muy moderno y apañado es el Meininger Hauptbanhof, que está a un paso de la estación central y ofrece camas por 13 euros. La única pega es que lo frecuentan grupos de escolares y al de-sayunar nos podemos encontrar el azucarero lleno de sal. Si buscamos algo con más estilo y aún más céntrico, tenemos el Circus, en Rosenthaler Platz, que dispone de un cuidado albergue y de un hotel-hotel con gran bufet mañanero de productos orgánicos por ocho euros. Una tercera buena opción es el Aletto, hotel económico y albergue aún más económico (12 euros por persona), junto a la estación de Zoologischer Garten, con instalaciones impecables y lo habitual en un lugar lleno de familias y colegios: largas colas para desayunar y ascensores colapsados.

5 Museos sin taquilla

Buenas noticias: en Berlín hay un montón de museos gratuitos. Eso sí, muchos tratan de los horrores del nazismo. Lugares como el solar que fue cuartel de las SS y hoy aloja la muestra permanente Topographie des terrors. O el campo de concentración de Sachsenhausen. O el centro de información del Monumento al Holocausto. Para compensar tantas penas, los lunes se puede ver sin pasar por taquilla el Guggenheim alemán, donde, hasta el 17 de febrero, la exposición Visions of modernity muestra cuadros de Van Gogh, Cézanne, Degas, Picasso, Miró, Léger, Chagall, Klee, Kandinsky y  otros genios inaugurales del arte moderno (es la última exposición de este espacio bajo el nombre de Guggenheim; a partir de abril se llamará Deutsche Bank Kunsthalle). Todos los días abren sus puertas sin ánimo de lucro la colección de arte contemporáneo Daimler y el rompedor centro de arte Kunstraum Kreuzberg-Bethanien. Y luego están los dos grandes clásicos gratuitos: la East Side Gallery, 1.300 metros de muro con sus famosas pinturas bien conservadas, incluido el morreo de Breznev y Honecker; y el Berlin Wall Memorial, un pedazo intacto del Berlín de la Guerra Fría, con su muro, sus garitas y su tierra de nadie.

6 Rastro, karaoke y ‘gözleme’

Cerca del Berlin Wall Memorial (diez minutos a pie) se celebra el multitudinario rastro dominical de Mauerpark, con puestos para comprar objetos de segunda mano, chiringuitos de comida y graderío donde, cuando hace bueno, se organiza un karaoke. Los martes y los viernes, el alboroto mercaderil se traslada a la calle de Maybachufer, en el barrio de Neukölln. En este mercadillo turco de alimentación se puede degustar, por ejemplo, un gözleme o crep de queso feta y espinacas.

7 Conciertos que alimentan

No todos los que van a la Filarmónica de Berlín son potentados que sueltan alegremente 220 euros para sentarse en las mejores butacas. Hay humildes melómanos que pagan sólo siete para ver los conciertos de pie y que están deseando que llegue el martes, como si fuera domingo, porque ese día, a las 13.00, miembros de la Filarmónica y de otras orquestas de la ciudad tocan en el foyer sin coste alguno para los asistentes.

Se llaman Lunchtime Concerts, o conciertos de la hora de comer, pero hay que llegar con tal anticipación para conseguir asiento (mínimo, 45 minutos), que más bien son de la hora del sándwich. Para no levantar la liebre, el programa se anuncia unos pocos días antes en www.berliner-philharmoniker.de. Estos conciertos informales son también una excelente ocasión para admirar el edificio de la Philharmonie, obra de Hans Scharoun (1893-1972), uno de los máximos exponentes de la arquitectura orgánica europea.

8 Tres parques para un picnic

Otra buena idea para pasar el día gratis, como los pájaros, es ir de picnic al céntrico parque de Tiergarten: tres kilómetros y medio de césped, bosques de hayas y lagunas que se extienden desde la Puerta de Brandeburgo hasta el Zoo, algunos de cuyos animales —los ñandúes, por ejemplo— se pueden ver sin pagar, simplemente bordeando el canal Landwehr. El antiguo aeropuerto y hoy parque de Tempelhof está bien para ir un día soleado a volar cometas; en invierno, con niebla, es un lugar siniestro, ideal para quedar con otro espía o intercambiar prisioneros. Una tercera opción, quizá la más curiosa, es el parque de Treptower, con su gigantesco mausoleo donde yacen 5.000 soldados soviéticos.

9 Monte de espías

¿Que queremos más verde, pero mucho más? Pues ahí está Grunewald, un bosque de 3.000 hectáreas que se explaya al oeste de la ciudad, hasta el río Havel. Caminando media hora, descubriremos Teufelsberg, la Montaña del Diablo, que no la creó ningún poder infernal, sino los propios berlineses amontonando los escombros de la capital después de la Segunda Guerra Mundial. En su cima, a 115 metros de altura, la Agencia de Seguridad Nacional estadounidense construyó una estación de escucha para espiar lo que se cocía detrás del telón de acero. Hay que tomar la línea 5 del S-Bahn hasta la estación del Olympiastadion y luego andar un par de kilómetros. No tiene pérdida, porque es la montaña más alta de Berlín.

10 La cúpula de Foster

Si somos más de ver edificios que árboles, veremos, lo primero de todo, la cúpula del Reichstag, magna obra cristalina de Norman Foster que se visita sin coste reservando en www.bundestag.de. Esta curva del río Spree está llena de arquitecturas gubernamentales, concebidas para impresionar. Aquí también se levanta la Casa de las Culturas del Mundo, antiguo palacio de congresos construido en 1957 por el estadounidense Hugh Stubbins, cuya cubierta en forma de concha abombada le ha valido el remoquete de la ostra embarazada. La entrada es libre.

11 Templos del ‘fast food’

Una salchicha bañada en salsa de ketchup y curry es la comida rápida y barata (con patatas fritas, 2,50 euros) típica de Berlín. Este invento de la posguerra se llama currywurst y lo venden en 1.000 puestos callejeros, pero la fama y las colas se las lleva el Curry 36 de Hardenbergplatz, junto a la estación del Zoo. Paradójicamente, esta comida tan económica y poco sofisticada ha dado lugar al Deutsches Currywurst Museum, cuya entrada cuesta 11 euros, nada menos. Dicen que es el único museo del mundo dedicado a la salchicha. No nos extrañaría. Otro puesto donde siempre hay largas colas, así haga 20 bajo cero, es el de Mustafa’s, cuyos kebabs triunfan gracias a las verduras asadas —berenjena, puerro, calabacín…— que acompañan al pollo. El tercer templo del fast food berlinés es Burgermeister: ocho ricas hamburguesas, incluida una vegetariana con tofu y salsa de mango y curry, bajo las vías de la estación de Schlesisches Tor.

12 Una calle con mucho arte

Una docena de galerías, salpicadas a lo largo de Auguststrasse, hacen de esta calle la mayor pasarela de arte moderno de Alemania y uno de los planes gratuitos más absorbentes de la capital. Algunas son pequeñas y un poco intimidantes pero otras, como Berlin Art Projects, son espacios amplios y acogedores. Al lado, en Oranienburger Strasse, la mítica casa okupa Tacheles, que fue desalojada el verano pasado, conserva abierto su patio, donde varios artistas del soplete crean monstruos de hierro oxidado. Otro patio alternativo al que merece la pena asomarse es el de Haus Schwarzenberg (Rosenthaler Strasse, 39), que está atiborrado de grafitis, terrazas y propuestas culturales: museos, salas de exposiciones y un cine de arte y ensayo. Pegados están los famosos patios Hackesche Höfe, de estilo modernista, llenos de tiendas (si la idea es ahorrar, lo mejor será no comprar nada aquí).

13 Fin de fiesta ‘retro’

En la misma Auguststrasse, en el número 24, abre sus puertas desde 1913 Clärchens Ballhaus, un salón de baile (con café y restaurante) de lo más retro, divertido y asequible, donde por la tarde dan clases muy baratas, incluso gratuitas, de salsa, tango, swing y chachachá, y a partir de las nueve de la noche se puede practicar lo aprendido (o lo que ya se sabía) sin hacer gasto. Si acaso, una cervecita para reponer sales.
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