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Mario Molina Quiroga

Él creó las famosas caretas botafuegos de los Urus. Tras 50 años de trabajo en su taller, piensa en el retiro con la pena de que sus 12 hijos no van a seguir el oficio familiar.

Mario Molina Quiroga (72 años) lleva medio siglo creando máscaras folklóricas, según aprendió ayudando desde niño a su padre. Él no está en la calle La Paz, en cuyas seis cuadras se apostan los artesanos, sino en La Salle, en la populosa zona sur. Su tienda taller se llama Dragón Dorado.

“Los que saben, me buscan donde estoy, sin mucha propaganda”, dice y explica que tuvo problemas con los colegas de profesión y por eso trasladó su taller. “Hasta me han hecho morir. Cuando la gente les pregunta si conocen a don Mario, ellos contestan: ‘Parece que ya se ha muerto el viejito’. Otros dicen: ‘Ya no existe don Mario’”.

Nació en Paria, “donde se han hecho las primeras caretas de diablo para los matarifes (Diablada Auténtica de Oruro)”. Como muchos de los artesanos careteros de Oruro, ha heredado el oficio de quienes elaboraban caretas en yeso, técnica que ha ido variando para basarse en el latón y, desde hace unos diez años, la fibra de vidrio.

Un curso dictado por un ingeniero químico peruano una década atrás le cambió el rumbo a su trabajo. Él se niega a elaborar las máscaras en hojalata, técnica que asocia con los artesanos de La Paz. Los danzarines ya no aceptaban de buen grado las de yeso, por su peso, así que la fibra de vidrio ha sido una bendición.

“En algunos casos, los clientes  prefieren caretas de yeso y fibra combinados”. Explica que el peso se distribuye mejor, “porque sólo de fibra, hay el riesgo de que el viento te arranque la careta”.

El artesano hizo famosa a la Diablada Urus por los vistosos botafuegos, pequeños dragones colocados en la parte superior de la careta que funcionan como lanzallamas. “La idea fue de un danzarín, pero el modelo  es creación mía”.

Mario piensa ya en el retiro. “Antes voy a dictar cursos para capacitar a unas diez personas en caretas de moreno y a otras diez   en las tradicionales de diablo, tanto en yeso como en fibra de vidrio”. ¿Sus 12 hijos entre ellas? “Mis hijos  son profesionales, ninguno sigue con esta tradición, sólo uno ayuda a la hora de acabar los encargos; en sus horas libres, todos me cooperan, pero siento que no piensan seguir con este oficio”.