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Anthony Hopkins: ‘Hitchcock fue grande y también inseguro’

Con una mezcla de protéticos aplicados por expertos —del artista del maquillaje ganador de un Oscar, Howard Berger— y sus habilidades en la actuación, Anthony Hopkins se transforma en Alfred Hitchcock, el artífice de clásicos del suspenso como Los pájaros. En Hitchcock, dirigida por Sacha Gervasi, la base argumental es la lucha para hacer Psicosis (1960), con Anthony Perkins y Janet Leigh, mientras en la vida real asoma Alma Reville, la esposa y brazo derecho del genio.

— ¿Cuál fue su primera reacción cuando se le pidió que interpretara a Hitchcock?

— Hace nueve años me visitaron dos productores y leí una versión del guión. Me gustó. Hubo un director que pareció estar interesado y me reuní con él, pero todo se fue desvaneciendo aun cuando persistentemente regresaba de vez en cuando. A principios del año pasado me reuní con el director Sacha Gervasi y él pareció muy entusiasmado. Luego Tom Polack (el exjefe de Universal Studios) preguntó si me interesaba y le respondí que estaba bien. Gervasi pareció tener mucha pasión y entusiasmo por la película, así que yo dije: “Cuenten conmigo”. El proyecto tardó en madurar.

— ¿Cómo es Sacha Gervasi?

— Es extraordinario. Él jamás había hecho un largometraje. Antes de esta película hizo Anvil! (el laureado documental acerca de la banda canadiense de metal pesado). Tiene una pasión sin fin, entusiasmo y un sentido de gozo puro; creo que ésa fue la razón por la que realmente disfruté de trabajar con él. Me divertí como no lo había hecho desde hace mucho. Y es un gran elenco: dame Helen Mirren, Danny Huston es un actor increíble, James D’Arcy interpreta a Anthony Perkins, y Michael Wincott, que hace de Ed Gein, el oscuro némesis, la inspiración de Psicosis, es maravilloso.

— ¿Qué le pareció trabajar con Mirren?

— Es una persona con quien resulta fantástico trabajar. Estoy haciendo otra película con ella llamada Red 2. Antes, la había saludado un par de veces y, como acostumbran los actores, fue un “hola” y nada más. Es estupenda como Alma Hitchcock.

— Gervasi dice que vio un paralelo entre este filme y Anvil!, pues ambas tratan de una pareja en la que las personas se vuelve mutuamente locas pero que no pueden vivir la una sin la otra.

— Nunca se me ocurrió eso. No he visto Hitchcock, sólo pequeñas secuencias y partes en edición y cosas así. Tengo miedo de verla, pero me dicen que es bastante buena.

— ¿No le gusta ver su actuación?

— Tienen unos monitores en donde exhiben lo filmado en el set y no los tomo en cuenta, pues no quiero ver ni escuchar; no me gusta examinar mi trabajo tan de cerca. Sólo quiero tener el valor de entrar y hacerlo.

— Hitchcock es una persona real y famosa; ¿resulta intimidante interpretarlo?

— Es atemorizante, es un balance. Soy un buen mimo, pero ya Stanislavski (el legendario director, actor y maestro ruso) dijo que uno no puede convertirse en un personaje. Uno sólo puede indicarlo, dar una impresión de él y yo creo que es una cuestión de balance. Es un poco desconcertante, pero no hay nada que se pueda hacer para sobreponerse a esto; uno tan sólo utiliza todas esas inseguridades y motivaciones.

— ¿Por qué hizo Hitchcock?

— No lo había llegado a apreciar sino hasta ahora, aunque de muchacho vi La ventana indiscreta y luego Con la muerte en los talones y Vértigo, y pensé que eran películas extraordinarias. También vi Psicosis en 1960. Las he vuelto a ver todas; ayer mismo dos de ellas. Vértigo por el puro placer de verla. Ahora pienso que fue un hombre extraordinario. Hay una palabra que se usa en Hollywood y en la profesión de actores al hablar de uno mismo, pero yo creo que Hitchcock sí fue un artista en el sentido más amplio: como escritor y como filósofo. El ingenio de La ventana indiscreta, el romance de Vértigo y el terror de Psicosis hacen ver que él fue un hombre extraordinario, así como profundamente inseguro y atemorizado.

— Temores tenemos todos…

— Estaba hablando acerca de la inseguridad con un director, alguien que parece muy seguro de sí mismo, y él dijo: “Si no tuviéramos inseguridad, ¿dónde estaríamos?”. Le mencioné a otro director muy famoso que parece llevar una vida grandiosa y de quien un amigo suyo me comentó: “¿Has visto sus uñas?, está aterrorizado, ¡está ansioso todo el tiempo!”. Y yo dije: “¿De verdad?, eso me hace sentir mucho mejor”.

Vivimos en un mundo centrado en nosotros mismos, pensando que somos los únicos que estamos nerviosos.  Todo el mundo vive angustiado, creo yo.   Si estuviéramos tan seguros de nosotros mismos, seríamos muy aburridos.

— Hitchcock dijo alguna vez: “Los actores son como el ganado”…

— Él aclaró: “Yo no dije que los actores eran ganado… yo dije que deben de ser tratados como ganado”. Tenía un gran sentido del humor.

Cuando la actriz Madeleine Carrol comentó: “Éste es mi mejor lado”, él contestó: “Querida, estás sentada sobre tu mejor lado”. Él les decía a los actores, cuando le preguntaban qué debían hacer: “Yo no sé, tú eres el actor, averígualo”. Aparentemente él dejaba que los actores hicieran lo suyo. Estaba encantado con Janet Leigh y la dejaba actuar por su cuenta. Le agradaba Perkins, lo respetaba; a él se le ocurrió que Norman Bates comiese constantemente un dulce y Hitchcock lo apoyó. Confiaba en que los actores harían su trabajo, aunque no quería que exageraran. No le gustaban los actores de método para nada, no los soportaba. A dos de ellos les resumió las cosas: “Yo sólo apunto la cámara y ustedes caminan de izquierda a derecha, eso es todo lo que necesitan hacer”, y creo que tenía razón. No le gustaba perder el tiempo.

— En el set, parece que se divierte mucho trabajando con Scarlett Johansson.

— Sí. Nos estuvimos divirtiendo un rato. En un momento era Scarlett y cuando decían “¡Acción!”, su cara cambiaba y se convertía en Janet Leigh. Quizás sea su sonrisa o algo así; fue notable.

— ¿En qué momento de la preparación se dijo: “Ya tengo el personaje”?

— Eso realmente va y viene. Es como cuando estás trabajando en el teatro, ensayando una obra a la que no le encuentras la cuadratura, y de repente levantas una pieza de tramoya, por ejemplo, y súbitamente algo se apodera de ti y dices: “Eso es, eso es”. Con Hitchcock sólo esperaba lo mejor. Algunas mañanas me sentía bien y otras no tanto; sólo me esforzaba por hacer que el papel funcionara. Y si no me esforzaba, sólo dejaba que las cosas sucedieran. Según Stanislavski, “algunos días lo logras y otros no”, pero uno no puede detener la función con un “disculpen, hoy no lo siento”. Uno tan sólo puede seguir en la corriente… es técnica pura.   

— ¿Cuán útiles son los prostéticos?

— Creo que Howard Berger hizo un trabajo fenomenal. Él quería lograr el balance perfecto, así que lo redujo al mínimo posible; de la barbilla para abajo. De otra manera desapareces en el disfraz, te conviertes en una pieza de museo de cera.  Uno tiene que elegir e hicimos un número de ensayos para lograr el correcto tono de piel, los ojos y esto y lo otro. Todo lo que hice fue raparme la cabeza y pintar lo que quedaba de mi cabello alrededor de los lados, lo cual fue bastante desagradable. No podía ir a los monitores para verme, sólo hice lo mejor que pude sin preocuparme.

Ese hombrecillo rechoncho…

(M. FRANCO)

Alfred Joseph Hitchcock nació en Londres en 1899 y murió en Los Ángeles en 1980. Pete Martin, que lo entrevistó en su despacho, le describió como un hombrecillo rechoncho, de larga nariz de color rosado, voz jadeante y ojos grandes que podían abrirse y cerrarse como ostras. Un tanto excéntrico, lo halló. En dicha entrevista dijo cosas como que odiaba los huevos, así que los usaba cuando podía para algo desagradable en sus películas. Temía a la policía, creía que lo iba a detener si conducía y dejó de hacerlo: “Soy incapaz de soportar el suspense”. Y afirmó que en la televisión le daban más libertad para evitar el hollywoodense final feliz.