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Malli Mastan

A primera vista parece un gurú, uno de esos iluminados que se dedican a la búsqueda de la espiritualidad. Y, aunque, no está lejos de esta hazaña, lo hace a su manera.

Malli Mastan Babu nació hace 38 años en la India, tiene la piel pedernal, lisa, y ojos grandes. En 2006 escaló siete de los picos más elevados del mundo en 172 días, lo que lo ha llevado a ser parte del Libro Guinness de los Récords en la edición de 2008.

Aunque tiene un trabajo formal vinculado a la alta tecnología en su país, ya que es ingeniero, su pasión por el montañismo lo ha llevado a viajar por distintos lugares del planeta en busca de las cumbres más elevadas. “Subí a siete de las montañas más altas del mundo: Aconcagua, en Argentina; Everest, en Asia; Denali, en Alaska; Elbrus, en Rusia; Kilimanjaro, en África; Vinson, en la Antártida; y Kosciuszko, en Australia”, enumera orgulloso.
Estos logros, además de hacerlo figurar mundialmente, despertaron en él la pasión por escalar las cimas de Sudamérica, continente que mira con fascinación. “En 2011 vine a Bolivia y subí al Sajama. Ahora retorno porque me hace falta escalar el Illimani y el Huayna Potosí, y pasear por este país”.

Hace dos años Malli comenzó a escalar altas montañas sudamericanas pero todavía le faltan algunas más para cumplir su cometido. “Subí a Huascarán, en Perú; al Chimborazo, en Ecuador; al Aconcagua, en Argentina, fui por segunda vez; y me faltan sólo tres: Cristóbal Colón, en Colombia; en Brasil, Pico de Neblina; y, en Surinam, Julianatop”, dice, sonriente.

Pero la seriedad invade su rostro cuando le toca hablar de las exigencias del montañismo. “Es una experiencia de la vida, no es una distracción porque implica mucha concentración entre el entorno y yo mismo, ya que es muy duro por los elementos naturales y peligros, como las avalanchas”. A ello se suma la preparación física para tolerar el frío y la falta de oxígeno en las alturas.

Malli opina que todos siempre perseguimos algo a lo largo de nuestra vida, pero para lograrlo tenemos que acercarnos a nuestro espíritu. De pronto, sale aquel lado místico de gurú: “Los actos son la esencia del alma de la gente y es lo que siempre permanece en el corazón. En la India se me cayó mi iPhone y, entre la multitud, un joven lo alzó y llamó al último número que marqué, para devolvérmelo. Estos actos exaltan la esencia real y la maravilla de ser personas”, afirma con serenidad.