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Una rana maternal

La Gastroteca Marsupiata es una rana de alta montaña, de  hasta 4 cm de diámetro que le debe su nombre a la bolsa que lleva en la parte baja de su espalda —similar a la de los marsupiales— en la que alberga a sus renacuajos con el mayor instinto maternal.

Sin embargo, por más dedicada que sea como progenitora, su especie puede desaparecer debido a la vulnerabilidad de su hábitat por el crecimiento urbano.

“La especie está en peligro porque se han ido destrozando las pozas donde se reproduce, a medida que la ciudad crece”, explica el biólogo James Aparicio, del Departamento de Reptiles y Anfibios del Museo Nacional de Historia Natural.

El libro Valle de La Paz, editado en 1991, recopila información sobre esta especie en la que señala a Irrati, Cota Cota y Alto de Ánimas  (en la ciudad de La Paz) como su hábitat, sin embargo, por la urbanización de esos sectores hoy en día no queda rastros de esta especie.

Según el especialista, durante inspecciones en los humedales de la carretera La Paz-Oruro se halló población de este anfibio. “Es un lugar que probablemente desaparezca porque allí se va a construir la doble vía interdepartamental y uno no podría creer que en ese sitio se resguarda esta especie porque hay vidrios rotos y restos de agua estancada”, cuenta.

Ante la preocupación de que la población de la Gastroteca Marsupiata diezme, porque la fertilización de óvulos y espermatozoides se realiza en charcos, los investigadores apuestan desde hace tres años a un proyecto para criar en cautiverio a esta especie. Esperan que los resultados sean positivos para incluirlos  en la reedición del libro Valle de La Paz.

“Hemos logrado desarrollar casi 18 ejemplares de esta especie, sin embargo, todo el proceso de crianza es complejo porque hay que garantizar su alimento dos veces por semana”, especifica James, mientras señala a dos ejemplares que se desplazan en un espacio de vidrio adaptado a sus necesidades de vida.
 Para que el proyecto sea exitoso, el equipo de biólogos, comandados por James, desarrolla un criadero de grillos, que es el alimento de las pequeñas ranas. Esa idea la trabajan junto al también biólogo  Mauricio Campos. Con materiales caseros, él hizo el diseño tecnológico para el criadero de los insectos con los que sustentarán  a  la Gastroteca Marsupiata”.

James hace énfasis en las dificultades con las que se puede topar un investigador a la hora de realizar el seguimiento a una especie. “En otros países hay tiendas especializadas en abastecer el alimento para estas ranitas. Allá te dan la comida por tamaño y peso con sólo una llamada”, afirma.

“Tener un criadero de grillos y tenebrionidos, que son escarabajitos, nos llevó unos tres años, éste es el segundo año de éxito de las larvas. Después de eso hemos logrado que las ranas se alimenten y desarrollen”, explica satisfecho. El esfuerzo que se hace es fundamental para poder estudiar al anfibio.

“Hay escasa investigación sobre esta ranita, aún se desconoce mucho sobre ella. Al hacer este estudio esperamos determinar el número de su población que está amenazada”, precisa James.

Al momento de manipularlas, el biólogo se asea con alcohol en gel. “Nosotros podemos enfermarlas al tocarlas, antes de que ellas a nosotros”, advierte.
Y el especialista no exagera, porque además de la destrucción de su hábitat, otro aspecto que pone en peligro la vida de este anfibio es el hongo quitridio.

“Es una de las enfermedades que se ha disparado porque se ha elevado la temperatura del planeta con la contaminación y  el calentamiento global”, reflexiona.

En Ecuador, el hongo ha eliminado a decenas de especies de anfibios, si bien en Bolivia está presente y ataca a  ranas y sapos, aún se mantiene controlado.

“Este hongo engrosa y endurece la piel de los anfibios, lo que genera que se asfixien porque ellos además de respirar por sus pulmones respiran por la piel, por ello necesitan que esté húmeda y sana”, detalla. Se han visto especies de anfibios que se han adaptado para sobrevivir mudando de piel como una  respuesta a los ataques del entorno natural, pero no todas las especies logran esta evolución, como es el caso de la Gastroteca Marsupiata.

 James toma un frasco en el que un rana está sumergida en alcohol y explica que durante la investigación, el hongo atacó a estos anfibios y mató a algunos. No obstante, se pudo controlar el problema con antifúngicos que detuvieron a la plaga. Viéndolas saltar en la caja de cristal que simula su hábitat, con la piel de colores verdes y ocres, parece inverosímil que un hongo pueda llegar a amenazar su vida y matarlas.

De pronto, una preocupación que James hace notar es que este anfibio no está registrado en el Libro Rojo de la fauna silvestre de los vertebrados de Bolivia, que detalla a las especies en peligro.

“Espero que en la siguiente edición se tome en cuenta a esta rana, porque para su conservación se precisa dinero y cuando se pide financiamiento es más complicado obtenerlo. No tiene apoyo si no figura en el listado”, sentencia.

El mejor tiempo para las ranas es la época de lluvias, entre enero y febrero, cuando comienza el cortejo.

“Durante las lluvias  vamos a tener una serie de campañas para buscar a la población y tener más datos”, planea el biólogo. El objetivo de esa información es la reedición de Valle de La Paz, que cuenta con el apoyo del Museo de Historia Natural y del Instituto de Ecología. La publicación permitirá comparar cómo está la biodiversidad paceña 22 años después.

“El libro no sólo condensará información de los anfibios, sino de mamíferos, aves, peces y flora”, expresa.

Dentro de los objetivos del área de Herpetología, que es la rama de la Zoología que estudia reptiles y anfibios, está obtener la reproducción en cautiverio de la Gastroteca Marsupiata para repoblar espacios como los parques municipales.

“Hay un equipo de gente en el laboratorio que trabaja tomando registro de esta especie y sabemos que el proceso de reproducción toma tres meses”.  Una vez que los huevos están fecundados en el agua, la hembra cuidadosamente los coloca en su espalda, en la cavidad o bolsa donde los aloja y protege durante un mes y medio.

“Un total de nueve renacuajos se desarrollan en la bolsa que se estira. Faltando unas semanas para que se complete la metamorfosis, la madre los libera en el agua para que terminen de crecer en las pozas”, detalla el biólogo con entusiasmo.

Cuando la Gastroteca Marsupiata termina su desarrollo y sale del agua se aleja del lugar donde ocurrió la reproducción y busca nuevas pozas, necesita vegetación para vivir el resto de año. Se calcula que su tiempo de existencia es de tres a cuatro años.

“Para conocer más de esta especie y evitar su desaparición se requieren laboratorios mejor equipados y con la tecnología necesaria, estamos buscando postular nuestro proyecto para ver si conseguimos fondos para esta especie”.

El investigador hace hincapié en que para salvar a esta especie sería estupendo contar con un laboratorio móvil equipado con la tecnología de punta para el tratamiento de aguas.

 “Son equipos costosos y lleva tiempo conseguir personal permanente, pero esto lo vemos a futuro y seguimos estudiando y esforzándonos porque no podemos perder la fe en salvarlas”, aclara.

Mientras tanto, en la parte altoandina y en los valles fríos de Bolivia —entre troncos húmedos, bofedales y  piedras— seguirá la Gastroteca Marsupiata, con todo su instinto maternal, escondiéndose para resguardar la vida de su especie . l
Texto:
Fotos: víctor Gutiérrez