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Wayna Huayra de corazón

En diciembre pasado, mi promoción colegial cumplió 35 años de aniversario. Grave, che, estamos k’aibitos. Pero como su nombre lo indica, somos Wayna Huayra, Viento Joven, cincuentones que seguimos cascándole a la vida con solidaridad, buen humor y gran amor a nuestro querido colegio San Calixto.

Mi promo fue interesante, compartimos 12 años vitales, ingresamos cuando el Che sucumbía en La Higuera, salimos cuando Banzer caía por las gloriosas Domitilas. Me acuerdo del patio de primaria, era enorme, con salida a la Sucre, me acuerdo de la cancha,  éramos cientos de llockallas correteando detrás de la pelota. Del patio de secundaria me acuerdo más, estaba al fondo, tenía la forma de un anfiteatro, me veo cantando en las horas cívicas del lunes, jugar en esa canchita de fulbito era un placer, pollar desde arriba rico era. La puerta de salida daba a la Pichincha, las dulceras coloreaban la vereda, había un heladero, el Condorito se llamaba, quien con  voz de poderoso barítono bramaba: ¡Frigooo! No sé por qué escogimos un pasadizo cerrado en la Genaro Sanjinés para sacarnos la cresta, aquello era de terror.

Algo  interesante comenzó a pasar en el curso con la presencia de un  profesor de Física blancón, flaquito y con jopo negro que  empezó a dictar media hora de la materia y la otra media hora del Manifiesto Comunista. Leíamos ávidamente las fotocopias de Sergio Almaraz que repartía en silencio, debatíamos sulfúricos sobre Carlos Montenegro y la revolución del 52, todo a ocultas. Entonces fue que se formaron en el curso tres grupos: Villa Belén, Villa Moscú y el Pentágono.

Villa Belén estaba compuesta por los alumnos católicos que rezaban con gran vocación y eran ayudantes de las materias. Era un grupo reducido pero brillante, lo comandaba el mejor alumno del curso, Rubén Montero, quien saliendo bachiller se hizo curita. El actual padre Arturo Moscoso también era sobresaliente en Villa Belén, el grupo congregaba a gente inteligente y serena, siempre ordenando las listas, limpiando en los campamentos, ya eran medio curitas en el colegio.

Villa Moscú éramos nosotros, los jodidos, los rebeldes, los bolches, los machistas leninistas, en la promo creamos una inédita huelga de brazos caídos —en plena dictadura— por la subida de pensiones. Nuestro mentor era aquel profesor de Física pausado, con sonrisa hermosa, brillante literato y físico, el gran René Bascopé Aspiazu. No teníamos cabeza visible, actuábamos en verdadera patota, pero se destacaba Gonzalo el Loco Chávez, amigo de San Pedro barrio querido, pionero del contrabando en Villazón (es un guiño para el actual doctor de Harvard), furibundo joven marzista, pero porque nació en marzo. En la casa del Loco en Alto San Pedro estudiábamos desesperados Matemáticas y tomábamos nuestros primeros tragos en bolsa que nos hacía  buitrear violeta. En Villa Moscú también destacaba  la colérica presencia del viento joven Fabián Yacsik, quien fuera amenazado de expulsión  por ser el discurseador de aquel histórico paro movilizado que lo sacó de las casillas al padre Beneyto y compañía. Los curitas no pudieron con la alianza de Villa Belén y Villa Moscú en el paro, no pudieron subir las pensiones, la garra moscovita y la estadística belenista los dejaron mudos. Nuestro enlace entre las dos Villas fue el Pelón, destacado basquetbolista que un día de adolescencia llegó muru y se quedó con la chapa. Paradójicamente, el look del Pelón fue el de Jesucristo Super Star hasta nuestros días, hoy es el destacado filósofo Dr. Luis Tapia.

Los jóvenes de tener eran los del Pentágono, se beneficiaban con un subgrupo aliado de choque compuesto por temerarios roqueros anti rojos que  eran los más piñacos. El Pentágono denunció a René Bascopé arguyendo que ya llegaba el ingreso a la universidad y estábamos retrasados en Física, los curas lo despacharon al nocturno. Pero aquella huelga de agosto de 1978 paralizó al entonces señorial San Calixto, puso en ascuas a la dirección.

La decisión de llamarnos Wayna Huayra no fue fácil,  el Pentágono proponía Splendid y Villa Belén Espíritu Crisálida. Villa Moscú impuso un nombre en lengua originaria que en pleno  banzerato era provocador y tocaba las fibras coloniales y franquistas: el poderoso Sanca de Espinal y Basiana se impuso, aquel Sanca que aportó con héroes a Teoponte.

Lo más lindo de este cuentito es que la promo sigue reuniéndose cálidamente gracias al liderazgo de César Borth y Marcos Castellón, ilustres miembros de Villa Moscú. Muchos tienen sus hijitos en el Sanca, algunos ya somos abuelitos, el equipo de fulbito suda anualmente la gota gorda y en las fiestas  somos los de siempre, aquellos llockallas conquistadores de las chicas del Santa Ana que con nuestras chuspas al hombro coreábamos Sui Géneris y con nuestros puños en alto enfrentábamos a los tanques de Natusch. Aunque algunitos de Villa Moscú se pasaron al Pentágono y viceversa, siempre nos abrazamos emocionados y cantamos en coro general —como en el bar Primavera— ¡Wayna Huayra de corazón!

(*) El Papirri es personaje de la Pérez, también es MANUEL MONROY CHAZARRETA.