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Primero de mayo en Sucre

Había tenido un infarto digestivo con hospital y todo, el cuervo de blanco dándome el alta dijo, severo: “Sr. Monroy, tiene el hígado en fibrosis, el páncreas perturbado y el colon erosionado”… Y empezó la larga lista de prohibiciones mientras se relamía cuando hablaba de los chorizos. Cuando llegó a los tragos, el rictus se le volvió sonrisa y concluyó: “Técnicamente, usted está jodido”. Bajón.

Saliendo de la clínica suena el celular, tenía voz de singanito del sur el que llamaba: “¿Papirriii?, soy el Wilson, de la Central Obrera Departamental de Chuquisaca, queremos que vengas a tocar a Sucre para el 1º de mayo, es un acto de desagravio al frente de la Casa de la Libertad, en el mismo lugar donde los hicieron arrodillar a los indígenas el año pasado”, dijo, severo.

Entonces me vino la ráfaga del escenario, la rabia por lo acontecido y también el torbellino de la factura que le debía al dueño del hospital que —como buen stronguista— me dio plazo de un mes para pagar. Una de mis guitarras tenía pinta de billete con alitas. “Jodido estoy de salud, hermano”, le dije y se la puse difícil con el precio de la actuación. Contra todo pronóstico, el ñato aceptó: “¡ya!, pero te damos un cheque global al llegar, además con picantito te vamos a esperar”, dijo mientras me daba una arcada. Así, convaleciente, quemando aceite, decidí ir a tocar a Sucre, en plena plaza principal con mi guitarrita en la espalda, mi querido batero Vico y sin bajista, pues no quiso ir de miedo. Salimos el mismo día en el primer vuelo, las nubes me decían que la última vez que había tocado en Sucre había sido también en la plaza principal, con Matilde Casazola, en abril de 2007, para una ONG alimentaria. Dos años después, un 1º de mayo de 2009, volvía a la plaza de Sucre en un ambiente francamente hostil.

Llegamos al aeropuerto a los rebotes, el Wilson esperaba impaciente, directo a un auto y a la plaza. Cuando salí del carro, un joven universitario me gritó: “¡Papirri, cabrón, evista!”. De un balcón una doña lanzó: “¡te vamos a cascar, llama!”. Llegando a la plaza pude identificar dos escenarios: frente a la Casa de la Libertad, nuestra tarima mostraba un sonido regularote por donde se desplazaba pesadamente un grupo de teatro juvenil interpretando algo sobre la muerte; justo en la espalda, un tremendo escenario mostraba a pura cumbia el acto de la Alcaldesa. En el nuestro había unas 20 personas, en el otro, una multitud se sacudía. Ya era mediodía, el sol arrasaba.

El maestro de ceremonias anunció: Ahora con ustedes, desde La Paz, la canción social de Manuel Chazarreta, el Papirri. ¡Cuatro aplausos! Ahí nos veías con el Vico, k’asas, sin bajista. Le metí un Alfredo Domínguez furibundo, poco a poco la gente del acto de atrás se fue viniendo, una señorita guapa pidió a los gritos: ¡La guacataya!, entonces la invité al escenario, subió con su hermana, ambas veinteañeras vallunas de generosas tetas y buenas caderas, ya tenía corito. La guacataya, la guacataya, cantamos rico, bailando, luego vino Bien le cascaremos con zapateada final. Con Qué tal metal subieron dos niños a escena, entonces me di cuenta de que el acto de atrás se había venido al nuestro y doña Haydée se había quedado solita con sus concejales. Cuando empezábamos la Metafísica Popular, salió de la Casa de la Libertad una comitiva de momias de terno con sus condecoraciones, eran los de la Corte Suprema mezclados con el Rotary Club, aturdidos, amarillos, asustados, pasaron al trote, algunos al escuchar las primeras Metafísicas se iban frenando, la algarabía era total. Terminamos en fiesta, salí del escenario sudando aquel sol de mediodía valluno, la gente pedía otraaaaa, el Wilson gritó: “Una de protesta pues, para eso te hemos traído”, y ahí nomás le casqué Hay que tomar partido contra el racismo, contra la violencia, por la unidad, canción motivada en el 11 de enero cochabambino. Súbitamente en mitad de la canción explotó algo y se cortó la luz. Salí del escenario mareado, una señora quería que le firme un disco, un fabril gritaba: “No le firmes, es la esposa del Barrón”, uno de la COD se quitoneaba  cables con un edil. “Vamos a cascarle una chichita con picante”, dijo con voz de F.M. el maestro de ceremonias en su abrazo sudado.

Cuando llegó el primer piedrazo apareció como virgen morenita una señora guapa de rulitos que me dijo: “Soy el Defensor del Pueblo”. “Como podrá ver, yo soy el delantero del pueblo”, le dije… “Mejor vámonos, Papirri”, dijo, y nos escabullimos con el Vico y las tetudas a la casa de la señora que era ahicito nomás. Cuando cerró la puerta colonial de su casa, el hígado me volvió al cuerpo. Pasé la tarde mirando los coctelitos de Alcalá desfilar por mi nariz, con el picante no pude y le casqué nomás. Ya por el atardecer, lo tuve que sacar al Vico a los empujones directo a la terminal, justo salía un bus a Oruro, la tetonita mayor, mareadita, decidió acompañarme. “Por ahí no te veo más”… suspiraba en agudo. Los detalles de aquel viaje nocturno no puedo dar en este periódico decente. Aquel 1º de mayo de 2009 fue mi último concierto en Bolivia, en aquel Sucre al borde de un ataque de nervios

El papirri: personaje de la Pérez, también es Manuel Monroy Chazarreta