Icono del sitio La Razón

Alasita

Hoy entierro los dolores, barnizo los humores, el corazón palpita/ esquivando trancaderas, cambistas y problemas voy a las alasitas/ llueve mistura a las doce, pintando la rutina, cambiamos el planeta/ a ch’allar la esperanza, un api atigrado circula por mis venas”. Así inicia la canción que compuse para la Alasita y para el Ekekito, allá por 1996, y que ahora se ha convertido en la banda sonora de la fiesta anual.

Para nosotros los paceños, la Alasita es tan relevante como la Navidad. Por algo la fiesta se llevaba a cabo antiguamente el 21 de diciembre, en el solsticio de verano. Vislumbro tres etapas en esta bella historia: la primera, hace miles de años en pleno Tiwanaku, con un ritual profundo dedicado a las deidades para que provean alimentos en abundancia y otorguen fertilidad. Dicen los que saben que la deidad principal del añejo período es el Ekhako, representado por la figura de un indígena con joroba (¿o sería su k’epi?) y el pene bien erecto. Se lo puede ver en los museos paceños, hecho en metal o en piedra negra basalto, los miles de años no pudieron con él.

Esta etapa va más o menos hasta 1550. Luego de la fundación española de Nuestra Señora de La Paz, la feria va llegando a la hoyada, el Ekhako pijudo causa iras a un obispo amargado que prohíbe el ritual declarándolo indecente y reñido con la moral judeo-cristiana. Entonces se inicia la etapa del amuki, del silencio aymara de resistencia, 200 años de ritual clandestino, hasta dar con la tercera etapa que se inicia en 1781 con el cerco de Tupak Katari y su esposa Bartolina Sisa, los precursores en rebelarse contra la brutal colonia. Se cuenta que el cerco de Katari fue radical, los españoles y criollos de la hoyada morían de hambre. Los empleados aymaras del alcalde paceño de la época le salvan la vida con alimentos originarios bien almacenados: la quinua, el tarwi, la coca y el mote salvaguardan la existencia de don Sebastián Segurola y familia. Cuentan que el alcalde pregunta de dónde viene el milagro alimenticio, lo llevan a un k’atu clandestino, allí  le presentan al Ekhako que guarecía severamente estos alimentos prodigiosos. Segurola, agradecido, decide relanzar la festividad, el rito, la feria, trasladándola al 24 de enero y casándola con la Fiesta de la Virgen de La Paz. Entonces nace el Ekeko que dicen se parece a él, regordete, con cara de Jorge Negrete. Esta etapa va de 1783 a la actualidad, más de 200 años de feria y cambios de la figura mágica, conservándose la pulsación sagrada de pedir cositas, abundancia, fertilidad y la creatividad de las miniaturas de los hábiles artesanos. Hoy urbanizado, el Ekeko es nuestro rey mago mayor y ha extendido su reinado a toda Bolivia, Perú, Argentina, Chile y Brasil.

Van a ser seis años que no estoy en la inauguración de la Feria de Alasita, extraño mucho la intensidad de las 12.00 del mediodía, la locura del tráfico paceño, el regalarnos cositas como si fuéramos guaguas. En la última Feria que estuve, la del 2009, clausuré la inaugurashon entonando mi canción en el palco oficial con la presencia de Evo Presidente, Álvaro Vicepresidente y autoridades ediles. Cuando se fueron los jefes, salte del palco, apareciendo mi querido amigo Astroboy con cientos de mini cd’s de la canción que firmamos para una cola gigante de paceños, con un sol duro en la nuca. Luego de dos horas de firmas nos fuimos caminando a cascarle un plato paceño picante, a jugar suerte sin blanquitas, a gritar 5-0 chico ¡bolas¡. Me compré maletita con pasajes aéreos, 20.000 dólares en un dólar, pasaporte y en julio estaba viajando, che.

Ekekito, papito, guagüita de pecho, este 2015 es el ocho, el infinito, el amor. Danos, pues, serenidad para aceptar las cosas que no podemos cambiar, valor para cambiar las que se puedan, abundancia y mucha fertilidad para que las birlochas tengan guaguas hermosas, para que los paceños y neo paceños nos unamos for ever. Camiones, licuadoras, refrigeradores, k’atus, títulos, viajes, dólares, euros, bolivianos, argentinos, televisores, living, comedor, dos cuartos, línea telefónica, hectáreas, chevas, está bien que nos otorgues. Pero también sería que este año nos des hectáreas de amor, kilos de lealtad, toneladas de agradecimiento, respeto y entendimiento.

Ekekito, líbranos de los serruchos, del falso afán, del súper llunk’u, de los crueles t’anta yupis. A los rateros y maleantes tienes que darles duro con el chicote de jilakata que te suministramos estas  próximas semanas. Quisiera pedirte que la Cabeza de Zepita retorne a su Taypi Sagrado, la Plaza de los Héroes, que juntos revivamos la Plaza Pérez Velasco destruida por visiones lamentables, que le des haaarta comida a los niños y jóvenes lustra calzados, que la señora gorda no lo persiga tanto al inquilino, que le ayudes un poco al k’encha Terán para que encuentre el camino, que les otorgues inspiración y platita a los artesanos de verdad y que los chilenos no se entren al salar de Uyuni. Porque mi pueblo no necesita de una isla de la fantasía donde se cumplan sus sueños, para eso está: “Alasita/ ala plena/ alasita/ rebaja casera/ alasita, alarila/ ¡sé que el Ekeko ya cambió mi vida!”.

(*) El papirri: personaje de la Pérez, también es Manuel Monroy Chazarreta.