Thursday 18 Apr 2024 | Actualizado a 04:33 AM

Algoritmos para el amor

Un ingeniero de sistemas de la NASA diseñó un  programa que mide el nivel de romance estadísticamente.

/ 1 de febrero de 2015 / 04:00

Una ruptura sentimental puede servir como motor creativo. En concreto, a partir de una frase específica: “Me gustaría tener un análisis de costes y beneficios para saber si quiero estar contigo”. Fue lo que le pasó a Rashied Amini (Pensilvania, 1985), aunque cuando la escuchó pensó en un principio que era una estupidez. Su novia durante más de dos años, con la que quería casarse, decía desear una estadística para saber si quería seguir con él. Pero la frase se quedó en la mente de este ingeniero de sistemas de la NASA y se transformó en Nanaya, un proyecto online cuya función esencial es ejercer de guía romántico mediante el análisis estadístico.

“Cuando me lo dijo, me reí. Porque para mí el amor es algo completamente distinto. Pero después de romper, como estaba dolido, pensé que tal vez no solo ella, sino más gente necesita ver un número para tomar una decisión. Por eso creé Nanaya”, explica Amini. Las tripas matemáticas de su proyecto no se diferencian de lo que hace en su trabajo para la NASA. Amini está especializado en construir algoritmos para la toma de decisiones en misiones espaciales. Y dichos algoritmos son, esencialmente, análisis de costes y beneficios. “A lo que más se parece Nanaya, desde un punto de vista matemático, es a una misión que diseñamos para evitar que un asteroide choque con la Tierra. Esa es una misión en la que no puedes fallar porque el objetivo es salvar vidas. Lo que hicimos es mirar todas las variables y elegir qué opción tiene más probabilidades de éxito”. Sustitúyase el ser aplastado por un astro por el calvario de una mala elección en la vida romántica y se tendría Nanaya.

Loguearse en Nanaya arranca con un cuestionario general. Nacionalidad, religión, orientación sexual, edad… Inmediatamente después, arranca una especie de identificación personal a través de fotografías con dos opciones: Lo soy o No lo soy. Por ejemplo, en una imagen se ve un césped perfectamente nivelado y una brizna de hierba solitaria más alta que las demás; un hombre se aproxima a cortarla con unas tijeras; el rasgo personal que la acompaña: perfeccionista. ¿Lo soy o no lo soy? El resultado, un detallado listado de los rasgos de personalidad del usuario.

Pero el núcleo de Nanaya dará otro cuestionario que ofrecerá una encrucijada dependiendo de si el internauta está soltero o en una relación. Si no tiene pareja, Nanaya pide al usuario describir a la persona con la que le gustaría tener una relación y su historial romántico. “¿Cuánto tiempo has tenido noviazgos? ¿Cuánto han durado? ¿Por qué rompiste? ¿Cuánto tiempo pasaste entre esas relaciones? ¿Cuánto tiempo tardaste en encontrar otra persona que te gustara? Este paso me da una idea de cómo llevas no tener pareja”. La siguiente etapa del escrutinio íntimo de Nanaya es conocer todo detalle mundano de la vida del usuario: ¿dónde vive?, ¿en qué trabaja?, ¿qué tipo de amigos tiene?, ¿cada cuánto sale con ellos?, ¿trabaja en un lugar que facilita conocer gente o no?

Previsiones

Si tiene pareja, el sistema cambia. Se da la opción para que lo hagan las dos personas o para que lo haga una actuando como su pareja. Si lo hacen las dos, ambos podrán ver y comparar sus perfiles y previsiones de futuro. Nanaya hace todas las preguntas relevantes para una relación a largo plazo: ¿Quieres estar casado? ¿Quieres tener hijos? ¿Cuándo quieres tenerlos? ¿Quieres asentar tu vida en un lugar? “Para mucha gente de mi edad, y lo veo en mis amigos y gente que conozco, estas son preguntas que nadie les había hecho. Entran en una relación y un año después ven que no era eso lo que querían porque nadie te pregunta al principio qué es lo que quieres. Y eso es lo que Nanaya hace. Y creo que es valioso porque te da la oportunidad de ver qué decisiones quieres tomar. Es como un espejo. Te da la oportunidad de mirarte en él”.

El paso final son los números. Nanaya hace incluso proyecciones de parejas virtuales con distintos rasgos de personalidad asociados al usuario y una predicción de si aguantarán a largo plazo o fallarán. “De momento lo he probado con unas 15 personas y el algoritmo funciona muy bien”. Es decir, que los conejillos de indias de Nanaya vieron reflejados en un gráfico o estadística un resultado muy similar al que tuvieron con parejas de esas características personales; según su creador, “sobre un 95% de efectividad”. Tener una versión básica de este informe será gratis. Pero Amini, que no se plantea dejar su trabajo en la NASA por Nanaya, sí podría llegar a cobrar un precio simbólico de unos dólares por el informe más detallado, para mantener la viabilidad de este proyecto al que de momento contribuyen cinco personas en su tiempo libre.

Uno de los gráficos realizados por los algoritmos de Nanaya para el grupo de voluntarios que muestra el efecto positivo de las webs de citas online en las posibilidades de encontrar pareja. / Nanaya

Las esperanzas de Amini con Nanaya en su vertiente romántica no son megalómanas. Dice no pretender en absoluto que se entienda su proyecto como una máquina de la verdad que decide por la persona qué hacer con su vida romántica. “La importancia que tengan los resultados del informe la tiene que determinar cada persona. Lo que espero es que se tome como algo para estimularte a pensar sobre tu vida privada. Y nada más”.

Pero la ambición de Amini con su herramienta va más allá de lo sentimental. Aprovechando la gran densidad de datos estadísticos que acumula Nanaya, planea firmar acuerdos, siempre con el consentimiento del usuario y manteniendo el anonimato, para ofrecer un muestreo estadístico a periódicos locales y especialmente universitarios.

Por ejemplo, ya tiene en marcha el plan para una gran encuesta sobre acoso sexual a mujeres en el trabajo en Estados Unidos. “Esperamos saber, por la percepción de los usuarios, cuáles son las ciudades de Estados Unidos en las que el problema es más grave. Y que queramos asociarnos con pequeños periódicos para estos análisis es porque éstos tienen menos capacidad para hacer periodismo de datos”, afirma. “Y soy una persona que le gustaría ver más artículos de este tipo. Si un periódico publica una historia sin un buen trabajo de datos, la gente no sabe si está editorializando. Pero si se hacen artículos basados en datos en crudo, digan lo que digan, la verdad está a la vista. Y quiero ayudar a esto”, prosigue. También para usos mucho más mundanos e individuales. “Por ejemplo, te quieres mudar a otra ciudad. Pues puedo darte, según tu personalidad, las mejores candidatas en las que encontrarás más gente acorde a ti”, dice Amini.

El poder de cuánto pueda contribuir Nanaya a estas aplicaciones lo dará el número de usuarios que consiga. “Imagina que tengo usuarios que trabajan en un hotel. Entonces empiezo a saber qué gente en Estados Unidos trabaja en hoteles y qué tipo de personalidades tienen para cada ciudad. También sabría qué gente suele pasar mucho tiempo en hoteles. Y así, usando big data, puedo cruzar los perfiles de usuarios para obtener patrones. Tengo sus datos de orientación sexual, ubicación, personalidad y cuán a menudo interactúan”, explica el científico. Eso sí, todo este vivero estadístico de momento solo será posible en Estados Unidos, porque Nanaya usará los censos de su país para cruzar la información que dan los usuarios con la que ofrece el Gobierno. “Pero mi esperanza es que podamos exportarlo a otros países”, concluye Amini.

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“Cuando me lo dijo, me reí. Porque para mí el amor es algo completamente distinto. Pero después de romper, como estaba dolido, pensé que tal vez no solo ella, sino más gente necesita ver un número para tomar una decisión. Por eso creé Nanaya”, explica Amini. Las tripas matemáticas de su proyecto no se diferencian de lo que hace en su trabajo para la NASA. Amini está especializado en construir algoritmos para la toma de decisiones en misiones espaciales. Y dichos algoritmos son, esencialmente, análisis de costes y beneficios. “A lo que más se parece Nanaya, desde un punto de vista matemático, es a una misión que diseñamos para evitar que un asteroide choque con la Tierra. Esa es una misión en la que no puedes fallar porque el objetivo es salvar vidas. Lo que hicimos es mirar todas las variables y elegir qué opción tiene más probabilidades de éxito”. Sustitúyase el ser aplastado por un astro por el calvario de una mala elección en la vida romántica y se tendría Nanaya.

Loguearse en Nanaya arranca con un cuestionario general. Nacionalidad, religión, orientación sexual, edad… Inmediatamente después, arranca una especie de identificación personal a través de fotografías con dos opciones: Lo soy o No lo soy. Por ejemplo, en una imagen se ve un césped perfectamente nivelado y una brizna de hierba solitaria más alta que las demás; un hombre se aproxima a cortarla con unas tijeras; el rasgo personal que la acompaña: perfeccionista. ¿Lo soy o no lo soy? El resultado, un detallado listado de los rasgos de personalidad del usuario.

Pero el núcleo de Nanaya dará otro cuestionario que ofrecerá una encrucijada dependiendo de si el internauta está soltero o en una relación. Si no tiene pareja, Nanaya pide al usuario describir a la persona con la que le gustaría tener una relación y su historial romántico. “¿Cuánto tiempo has tenido noviazgos? ¿Cuánto han durado? ¿Por qué rompiste? ¿Cuánto tiempo pasaste entre esas relaciones? ¿Cuánto tiempo tardaste en encontrar otra persona que te gustara? Este paso me da una idea de cómo llevas no tener pareja”. La siguiente etapa del escrutinio íntimo de Nanaya es conocer todo detalle mundano de la vida del usuario: ¿dónde vive?, ¿en qué trabaja?, ¿qué tipo de amigos tiene?, ¿cada cuánto sale con ellos?, ¿trabaja en un lugar que facilita conocer gente o no?

Previsiones

Si tiene pareja, el sistema cambia. Se da la opción para que lo hagan las dos personas o para que lo haga una actuando como su pareja. Si lo hacen las dos, ambos podrán ver y comparar sus perfiles y previsiones de futuro. Nanaya hace todas las preguntas relevantes para una relación a largo plazo: ¿Quieres estar casado? ¿Quieres tener hijos? ¿Cuándo quieres tenerlos? ¿Quieres asentar tu vida en un lugar? “Para mucha gente de mi edad, y lo veo en mis amigos y gente que conozco, estas son preguntas que nadie les había hecho. Entran en una relación y un año después ven que no era eso lo que querían porque nadie te pregunta al principio qué es lo que quieres. Y eso es lo que Nanaya hace. Y creo que es valioso porque te da la oportunidad de ver qué decisiones quieres tomar. Es como un espejo. Te da la oportunidad de mirarte en él”.

El paso final son los números. Nanaya hace incluso proyecciones de parejas virtuales con distintos rasgos de personalidad asociados al usuario y una predicción de si aguantarán a largo plazo o fallarán. “De momento lo he probado con unas 15 personas y el algoritmo funciona muy bien”. Es decir, que los conejillos de indias de Nanaya vieron reflejados en un gráfico o estadística un resultado muy similar al que tuvieron con parejas de esas características personales; según su creador, “sobre un 95% de efectividad”. Tener una versión básica de este informe será gratis. Pero Amini, que no se plantea dejar su trabajo en la NASA por Nanaya, sí podría llegar a cobrar un precio simbólico de unos dólares por el informe más detallado, para mantener la viabilidad de este proyecto al que de momento contribuyen cinco personas en su tiempo libre.

Uno de los gráficos realizados por los algoritmos de Nanaya para el grupo de voluntarios que muestra el efecto positivo de las webs de citas online en las posibilidades de encontrar pareja. / Nanaya

Las esperanzas de Amini con Nanaya en su vertiente romántica no son megalómanas. Dice no pretender en absoluto que se entienda su proyecto como una máquina de la verdad que decide por la persona qué hacer con su vida romántica. “La importancia que tengan los resultados del informe la tiene que determinar cada persona. Lo que espero es que se tome como algo para estimularte a pensar sobre tu vida privada. Y nada más”.

Pero la ambición de Amini con su herramienta va más allá de lo sentimental. Aprovechando la gran densidad de datos estadísticos que acumula Nanaya, planea firmar acuerdos, siempre con el consentimiento del usuario y manteniendo el anonimato, para ofrecer un muestreo estadístico a periódicos locales y especialmente universitarios.

Por ejemplo, ya tiene en marcha el plan para una gran encuesta sobre acoso sexual a mujeres en el trabajo en Estados Unidos. “Esperamos saber, por la percepción de los usuarios, cuáles son las ciudades de Estados Unidos en las que el problema es más grave. Y que queramos asociarnos con pequeños periódicos para estos análisis es porque éstos tienen menos capacidad para hacer periodismo de datos”, afirma. “Y soy una persona que le gustaría ver más artículos de este tipo. Si un periódico publica una historia sin un buen trabajo de datos, la gente no sabe si está editorializando. Pero si se hacen artículos basados en datos en crudo, digan lo que digan, la verdad está a la vista. Y quiero ayudar a esto”, prosigue. También para usos mucho más mundanos e individuales. “Por ejemplo, te quieres mudar a otra ciudad. Pues puedo darte, según tu personalidad, las mejores candidatas en las que encontrarás más gente acorde a ti”, dice Amini.

El poder de cuánto pueda contribuir Nanaya a estas aplicaciones lo dará el número de usuarios que consiga. “Imagina que tengo usuarios que trabajan en un hotel. Entonces empiezo a saber qué gente en Estados Unidos trabaja en hoteles y qué tipo de personalidades tienen para cada ciudad. También sabría qué gente suele pasar mucho tiempo en hoteles. Y así, usando big data, puedo cruzar los perfiles de usuarios para obtener patrones. Tengo sus datos de orientación sexual, ubicación, personalidad y cuán a menudo interactúan”, explica el científico. Eso sí, todo este vivero estadístico de momento solo será posible en Estados Unidos, porque Nanaya usará los censos de su país para cruzar la información que dan los usuarios con la que ofrece el Gobierno. “Pero mi esperanza es que podamos exportarlo a otros países”, concluye Amini.

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Algoritmos para el amor

Un ingeniero de sistemas de la NASA diseñó un  programa que mide el nivel de romance estadísticamente.

/ 1 de febrero de 2015 / 04:00

Una ruptura sentimental puede servir como motor creativo. En concreto, a partir de una frase específica: “Me gustaría tener un análisis de costes y beneficios para saber si quiero estar contigo”. Fue lo que le pasó a Rashied Amini (Pensilvania, 1985), aunque cuando la escuchó pensó en un principio que era una estupidez. Su novia durante más de dos años, con la que quería casarse, decía desear una estadística para saber si quería seguir con él. Pero la frase se quedó en la mente de este ingeniero de sistemas de la NASA y se transformó en Nanaya, un proyecto online cuya función esencial es ejercer de guía romántico mediante el análisis estadístico.

“Cuando me lo dijo, me reí. Porque para mí el amor es algo completamente distinto. Pero después de romper, como estaba dolido, pensé que tal vez no solo ella, sino más gente necesita ver un número para tomar una decisión. Por eso creé Nanaya”, explica Amini. Las tripas matemáticas de su proyecto no se diferencian de lo que hace en su trabajo para la NASA. Amini está especializado en construir algoritmos para la toma de decisiones en misiones espaciales. Y dichos algoritmos son, esencialmente, análisis de costes y beneficios. “A lo que más se parece Nanaya, desde un punto de vista matemático, es a una misión que diseñamos para evitar que un asteroide choque con la Tierra. Esa es una misión en la que no puedes fallar porque el objetivo es salvar vidas. Lo que hicimos es mirar todas las variables y elegir qué opción tiene más probabilidades de éxito”. Sustitúyase el ser aplastado por un astro por el calvario de una mala elección en la vida romántica y se tendría Nanaya.

Loguearse en Nanaya arranca con un cuestionario general. Nacionalidad, religión, orientación sexual, edad… Inmediatamente después, arranca una especie de identificación personal a través de fotografías con dos opciones: Lo soy o No lo soy. Por ejemplo, en una imagen se ve un césped perfectamente nivelado y una brizna de hierba solitaria más alta que las demás; un hombre se aproxima a cortarla con unas tijeras; el rasgo personal que la acompaña: perfeccionista. ¿Lo soy o no lo soy? El resultado, un detallado listado de los rasgos de personalidad del usuario.

Pero el núcleo de Nanaya dará otro cuestionario que ofrecerá una encrucijada dependiendo de si el internauta está soltero o en una relación. Si no tiene pareja, Nanaya pide al usuario describir a la persona con la que le gustaría tener una relación y su historial romántico. “¿Cuánto tiempo has tenido noviazgos? ¿Cuánto han durado? ¿Por qué rompiste? ¿Cuánto tiempo pasaste entre esas relaciones? ¿Cuánto tiempo tardaste en encontrar otra persona que te gustara? Este paso me da una idea de cómo llevas no tener pareja”. La siguiente etapa del escrutinio íntimo de Nanaya es conocer todo detalle mundano de la vida del usuario: ¿dónde vive?, ¿en qué trabaja?, ¿qué tipo de amigos tiene?, ¿cada cuánto sale con ellos?, ¿trabaja en un lugar que facilita conocer gente o no?

Previsiones

Si tiene pareja, el sistema cambia. Se da la opción para que lo hagan las dos personas o para que lo haga una actuando como su pareja. Si lo hacen las dos, ambos podrán ver y comparar sus perfiles y previsiones de futuro. Nanaya hace todas las preguntas relevantes para una relación a largo plazo: ¿Quieres estar casado? ¿Quieres tener hijos? ¿Cuándo quieres tenerlos? ¿Quieres asentar tu vida en un lugar? “Para mucha gente de mi edad, y lo veo en mis amigos y gente que conozco, estas son preguntas que nadie les había hecho. Entran en una relación y un año después ven que no era eso lo que querían porque nadie te pregunta al principio qué es lo que quieres. Y eso es lo que Nanaya hace. Y creo que es valioso porque te da la oportunidad de ver qué decisiones quieres tomar. Es como un espejo. Te da la oportunidad de mirarte en él”.

El paso final son los números. Nanaya hace incluso proyecciones de parejas virtuales con distintos rasgos de personalidad asociados al usuario y una predicción de si aguantarán a largo plazo o fallarán. “De momento lo he probado con unas 15 personas y el algoritmo funciona muy bien”. Es decir, que los conejillos de indias de Nanaya vieron reflejados en un gráfico o estadística un resultado muy similar al que tuvieron con parejas de esas características personales; según su creador, “sobre un 95% de efectividad”. Tener una versión básica de este informe será gratis. Pero Amini, que no se plantea dejar su trabajo en la NASA por Nanaya, sí podría llegar a cobrar un precio simbólico de unos dólares por el informe más detallado, para mantener la viabilidad de este proyecto al que de momento contribuyen cinco personas en su tiempo libre.

Uno de los gráficos realizados por los algoritmos de Nanaya para el grupo de voluntarios que muestra el efecto positivo de las webs de citas online en las posibilidades de encontrar pareja. / Nanaya

Las esperanzas de Amini con Nanaya en su vertiente romántica no son megalómanas. Dice no pretender en absoluto que se entienda su proyecto como una máquina de la verdad que decide por la persona qué hacer con su vida romántica. “La importancia que tengan los resultados del informe la tiene que determinar cada persona. Lo que espero es que se tome como algo para estimularte a pensar sobre tu vida privada. Y nada más”.

Pero la ambición de Amini con su herramienta va más allá de lo sentimental. Aprovechando la gran densidad de datos estadísticos que acumula Nanaya, planea firmar acuerdos, siempre con el consentimiento del usuario y manteniendo el anonimato, para ofrecer un muestreo estadístico a periódicos locales y especialmente universitarios.

Por ejemplo, ya tiene en marcha el plan para una gran encuesta sobre acoso sexual a mujeres en el trabajo en Estados Unidos. “Esperamos saber, por la percepción de los usuarios, cuáles son las ciudades de Estados Unidos en las que el problema es más grave. Y que queramos asociarnos con pequeños periódicos para estos análisis es porque éstos tienen menos capacidad para hacer periodismo de datos”, afirma. “Y soy una persona que le gustaría ver más artículos de este tipo. Si un periódico publica una historia sin un buen trabajo de datos, la gente no sabe si está editorializando. Pero si se hacen artículos basados en datos en crudo, digan lo que digan, la verdad está a la vista. Y quiero ayudar a esto”, prosigue. También para usos mucho más mundanos e individuales. “Por ejemplo, te quieres mudar a otra ciudad. Pues puedo darte, según tu personalidad, las mejores candidatas en las que encontrarás más gente acorde a ti”, dice Amini.

El poder de cuánto pueda contribuir Nanaya a estas aplicaciones lo dará el número de usuarios que consiga. “Imagina que tengo usuarios que trabajan en un hotel. Entonces empiezo a saber qué gente en Estados Unidos trabaja en hoteles y qué tipo de personalidades tienen para cada ciudad. También sabría qué gente suele pasar mucho tiempo en hoteles. Y así, usando big data, puedo cruzar los perfiles de usuarios para obtener patrones. Tengo sus datos de orientación sexual, ubicación, personalidad y cuán a menudo interactúan”, explica el científico. Eso sí, todo este vivero estadístico de momento solo será posible en Estados Unidos, porque Nanaya usará los censos de su país para cruzar la información que dan los usuarios con la que ofrece el Gobierno. “Pero mi esperanza es que podamos exportarlo a otros países”, concluye Amini.

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Un ingeniero de sistemas de la NASA diseñó un  programa que mide el nivel de romance estadísticamente.

/ 1 de febrero de 2015 / 04:00

Una ruptura sentimental puede servir como motor creativo. En concreto, a partir de una frase específica: “Me gustaría tener un análisis de costes y beneficios para saber si quiero estar contigo”. Fue lo que le pasó a Rashied Amini (Pensilvania, 1985), aunque cuando la escuchó pensó en un principio que era una estupidez. Su novia durante más de dos años, con la que quería casarse, decía desear una estadística para saber si quería seguir con él. Pero la frase se quedó en la mente de este ingeniero de sistemas de la NASA y se transformó en Nanaya, un proyecto online cuya función esencial es ejercer de guía romántico mediante el análisis estadístico.

“Cuando me lo dijo, me reí. Porque para mí el amor es algo completamente distinto. Pero después de romper, como estaba dolido, pensé que tal vez no solo ella, sino más gente necesita ver un número para tomar una decisión. Por eso creé Nanaya”, explica Amini. Las tripas matemáticas de su proyecto no se diferencian de lo que hace en su trabajo para la NASA. Amini está especializado en construir algoritmos para la toma de decisiones en misiones espaciales. Y dichos algoritmos son, esencialmente, análisis de costes y beneficios. “A lo que más se parece Nanaya, desde un punto de vista matemático, es a una misión que diseñamos para evitar que un asteroide choque con la Tierra. Esa es una misión en la que no puedes fallar porque el objetivo es salvar vidas. Lo que hicimos es mirar todas las variables y elegir qué opción tiene más probabilidades de éxito”. Sustitúyase el ser aplastado por un astro por el calvario de una mala elección en la vida romántica y se tendría Nanaya.

Loguearse en Nanaya arranca con un cuestionario general. Nacionalidad, religión, orientación sexual, edad… Inmediatamente después, arranca una especie de identificación personal a través de fotografías con dos opciones: Lo soy o No lo soy. Por ejemplo, en una imagen se ve un césped perfectamente nivelado y una brizna de hierba solitaria más alta que las demás; un hombre se aproxima a cortarla con unas tijeras; el rasgo personal que la acompaña: perfeccionista. ¿Lo soy o no lo soy? El resultado, un detallado listado de los rasgos de personalidad del usuario.

Pero el núcleo de Nanaya dará otro cuestionario que ofrecerá una encrucijada dependiendo de si el internauta está soltero o en una relación. Si no tiene pareja, Nanaya pide al usuario describir a la persona con la que le gustaría tener una relación y su historial romántico. “¿Cuánto tiempo has tenido noviazgos? ¿Cuánto han durado? ¿Por qué rompiste? ¿Cuánto tiempo pasaste entre esas relaciones? ¿Cuánto tiempo tardaste en encontrar otra persona que te gustara? Este paso me da una idea de cómo llevas no tener pareja”. La siguiente etapa del escrutinio íntimo de Nanaya es conocer todo detalle mundano de la vida del usuario: ¿dónde vive?, ¿en qué trabaja?, ¿qué tipo de amigos tiene?, ¿cada cuánto sale con ellos?, ¿trabaja en un lugar que facilita conocer gente o no?

Previsiones

Si tiene pareja, el sistema cambia. Se da la opción para que lo hagan las dos personas o para que lo haga una actuando como su pareja. Si lo hacen las dos, ambos podrán ver y comparar sus perfiles y previsiones de futuro. Nanaya hace todas las preguntas relevantes para una relación a largo plazo: ¿Quieres estar casado? ¿Quieres tener hijos? ¿Cuándo quieres tenerlos? ¿Quieres asentar tu vida en un lugar? “Para mucha gente de mi edad, y lo veo en mis amigos y gente que conozco, estas son preguntas que nadie les había hecho. Entran en una relación y un año después ven que no era eso lo que querían porque nadie te pregunta al principio qué es lo que quieres. Y eso es lo que Nanaya hace. Y creo que es valioso porque te da la oportunidad de ver qué decisiones quieres tomar. Es como un espejo. Te da la oportunidad de mirarte en él”.

El paso final son los números. Nanaya hace incluso proyecciones de parejas virtuales con distintos rasgos de personalidad asociados al usuario y una predicción de si aguantarán a largo plazo o fallarán. “De momento lo he probado con unas 15 personas y el algoritmo funciona muy bien”. Es decir, que los conejillos de indias de Nanaya vieron reflejados en un gráfico o estadística un resultado muy similar al que tuvieron con parejas de esas características personales; según su creador, “sobre un 95% de efectividad”. Tener una versión básica de este informe será gratis. Pero Amini, que no se plantea dejar su trabajo en la NASA por Nanaya, sí podría llegar a cobrar un precio simbólico de unos dólares por el informe más detallado, para mantener la viabilidad de este proyecto al que de momento contribuyen cinco personas en su tiempo libre.

Uno de los gráficos realizados por los algoritmos de Nanaya para el grupo de voluntarios que muestra el efecto positivo de las webs de citas online en las posibilidades de encontrar pareja. / Nanaya

Las esperanzas de Amini con Nanaya en su vertiente romántica no son megalómanas. Dice no pretender en absoluto que se entienda su proyecto como una máquina de la verdad que decide por la persona qué hacer con su vida romántica. “La importancia que tengan los resultados del informe la tiene que determinar cada persona. Lo que espero es que se tome como algo para estimularte a pensar sobre tu vida privada. Y nada más”.

Pero la ambición de Amini con su herramienta va más allá de lo sentimental. Aprovechando la gran densidad de datos estadísticos que acumula Nanaya, planea firmar acuerdos, siempre con el consentimiento del usuario y manteniendo el anonimato, para ofrecer un muestreo estadístico a periódicos locales y especialmente universitarios.

Por ejemplo, ya tiene en marcha el plan para una gran encuesta sobre acoso sexual a mujeres en el trabajo en Estados Unidos. “Esperamos saber, por la percepción de los usuarios, cuáles son las ciudades de Estados Unidos en las que el problema es más grave. Y que queramos asociarnos con pequeños periódicos para estos análisis es porque éstos tienen menos capacidad para hacer periodismo de datos”, afirma. “Y soy una persona que le gustaría ver más artículos de este tipo. Si un periódico publica una historia sin un buen trabajo de datos, la gente no sabe si está editorializando. Pero si se hacen artículos basados en datos en crudo, digan lo que digan, la verdad está a la vista. Y quiero ayudar a esto”, prosigue. También para usos mucho más mundanos e individuales. “Por ejemplo, te quieres mudar a otra ciudad. Pues puedo darte, según tu personalidad, las mejores candidatas en las que encontrarás más gente acorde a ti”, dice Amini.

El poder de cuánto pueda contribuir Nanaya a estas aplicaciones lo dará el número de usuarios que consiga. “Imagina que tengo usuarios que trabajan en un hotel. Entonces empiezo a saber qué gente en Estados Unidos trabaja en hoteles y qué tipo de personalidades tienen para cada ciudad. También sabría qué gente suele pasar mucho tiempo en hoteles. Y así, usando big data, puedo cruzar los perfiles de usuarios para obtener patrones. Tengo sus datos de orientación sexual, ubicación, personalidad y cuán a menudo interactúan”, explica el científico. Eso sí, todo este vivero estadístico de momento solo será posible en Estados Unidos, porque Nanaya usará los censos de su país para cruzar la información que dan los usuarios con la que ofrece el Gobierno. “Pero mi esperanza es que podamos exportarlo a otros países”, concluye Amini.

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La musa inventada de Juan Ramón

El poeta se enamoró y dedicó una de sus mejores elegías a una mujer creada por dos admiradores peruanos que querían mantener relación epistolar con el Nobel

/ 25 de mayo de 2014 / 04:00

Se llamaba Georgina Hübner. Y pudo haber existido o no. Pero lo que es seguro es que Juan Ramón Jiménez se enamoró de ella por carta durante el verano de 1904 y le dedicó una de sus creaciones más brillantes, la elegía Carta a Georgina Hübner en el cielo de Lima contenida en su poemario Laberinto (1913): “¡El amor! ¡El amor! ¿Tú sentiste en tus noches / el encanto lejano de mis ardientes voces / cuando yo, en las estrellas, en la sombra, en la brisa / sollozando hacia el sur, te llamaba: Georgina?”. Georgina fue el nombre elegido por dos admiradores peruanos del autor, Carlos Rodríguez Hübner y José Gálvez Barrenechea, obsesionados por engatusar al maestro y mantener con él una correspondencia.

Un siglo después, el joven escritor Juan Gómez Bárcena (Santander, 1984) debuta en la novela recreando esta historia en El cielo de Lima (Salto de página). Una historia con muchos vacíos que han estimulado a este autor: “Ahí está el oficio del escritor, en llenar esos vacíos con literatura. Porque de esto se sabe poco. Solo se conservan cinco cartas: las dos primeras que manda Georgina y la primera respuesta de Juan Ramón y la última de Georgina y un fragmento de la última de Juan Ramón”. El motivo de esta correspondencia, amén del ego que pudieran tener los dos jóvenes, era bastante banal, como indica José Antonio Expósito, experto y editor del autor: “Sus libros no llegaban a Perú, así que la idea de estos muchachos, amén de enamorar al maestro, era conseguir las copias de su admirado escritor”.

Lo que está claro para los eruditos es la importancia del episodio en la vida artística y literaria del Nobel. Expósito indica que “este episodio muestra a un Juan Ramón Jiménez que ya busca a un ideal de mujer distinto a los romances que había tenido. Una mujer ideal, sensible, cultivada que a él le llenase. En cuanto leyó unas cartas tan finas y cultas quedó prendado”. Hasta el punto de dedicarle ese poema que Expósito señala como “una de las elegías más bellas de la historia en castellano”. Y esto pasó un año antes de la recaída de salud de Juan Ramón Jiménez (Moguer, 1881- San Juan de Puerto Rico, 1958) en 1905, con su vuelta al Moguer natal e inclinaciones al suicidio. Pero superada esa fase, estalló su etapa de mayor esplendor creativo entre 1905 y 1920, que dejó obras como Baladas de primavera (1907), La soledad sonora (1911) o Platero y yo (1912).

Bárcena ha aprovechado este contexto para urdir su novela. Ha estudiado la tesis del quien descubrió esta historia en España, Antonio Oliver Belmás (Cartagena, 1903-1968), poeta, crítico e historiador que primero publicó un artículo en la revista Destino en los años 50 y luego lo desarrolló: “Oliver entrevistó al trío, Carlos Rodríguez, José Gálvez y Juan Ramón Jiménez. Y las versiones entre ellos no casaban en sus detalles. Aunque sí admitían haber cogido el nombre de la prima de Carlos y haberse inspirado en ella algo, porque les parecía una mujer guapa. Pero otras versiones desmienten que existiera”. Expósito afirma que la opinión general entre los eruditos de Jiménez sobre este tema es que Georgina Hübner efectivamente existió, y que sirvió de inspiración sin saberlo para que se llevara en su nombre esta farsa. La anécdota ha sido comentada, con mayor o menor amplitud, por sus principales biógrafos como Gabriela Palau o Antonio Campoamor.

El romance Georgina-Juan Ramón tuvo un súbito y trágico final. El escritor envió una carta avisando de que tomaría el próximo barco para Perú para conocerla. Asustados, Gálvez y Rodríguez Hübner enviaron un telegrama con un mensaje sucinto y definitivo: infórmese a Juan Ramón Jiménez de que Georgina Hübner ha muerto. El viaje quedó truncado. “Pero fue un anticipo de lo que ocurrió años después con Zenobia Camprubí”, indica Expósito. “Cuando su madre decidió alejarlo de él y llevársela a Estados Unidos para casarla con un abogado de Harvard, Juan Ramón cruzó el océano tras su amor”. Solo que esta vez la amada sí existía.

La novela se detiene en el descubrimiento de esos versos elegíacos contenidos en Laberinto (1913), con los dos amigos firmando, ya en la madurez, lo más grande que habían hecho en sus vidas. A fin de cuentas, Bárcena ha aprovechado la anécdota para hablar “de lo ilusorio del amor”. “De cómo imaginamos a quien queremos amar como un molde y luego se lo ponemos a alguien que nos agrada”. Pero la historia llegó más lejos: “Juan Ramón no quiso aceptar durante mucho tiempo que le habían mentido”, revela Expósito. “Cuando se supo la mentira, se metieron mucho con él por haberse enamorado de un sueño. Hacia el final de su vida, lo aceptó y llegó a revisar el poema para reflejar la amargura de haber sido engañado [incluido en el libro Leyenda (Visor Libros)]”. Pero en esa primera versión, su amor por aquella delicada admiradora peruana, enfermiza y cultivada, se advierte en cada verso: “Yo no sé cómo eras / ¿morena?, ¿casta?, triste? ¡Sólo sé que mi pena / parece una mujer cual tú, que está sentada, / llorando, sollozando, al lado de mi alma!”.

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El poeta se enamoró y dedicó una de sus mejores elegías a una mujer creada por dos admiradores peruanos que querían mantener relación epistolar con el Nobel

/ 25 de mayo de 2014 / 04:00

Se llamaba Georgina Hübner. Y pudo haber existido o no. Pero lo que es seguro es que Juan Ramón Jiménez se enamoró de ella por carta durante el verano de 1904 y le dedicó una de sus creaciones más brillantes, la elegía Carta a Georgina Hübner en el cielo de Lima contenida en su poemario Laberinto (1913): “¡El amor! ¡El amor! ¿Tú sentiste en tus noches / el encanto lejano de mis ardientes voces / cuando yo, en las estrellas, en la sombra, en la brisa / sollozando hacia el sur, te llamaba: Georgina?”. Georgina fue el nombre elegido por dos admiradores peruanos del autor, Carlos Rodríguez Hübner y José Gálvez Barrenechea, obsesionados por engatusar al maestro y mantener con él una correspondencia.

Un siglo después, el joven escritor Juan Gómez Bárcena (Santander, 1984) debuta en la novela recreando esta historia en El cielo de Lima (Salto de página). Una historia con muchos vacíos que han estimulado a este autor: “Ahí está el oficio del escritor, en llenar esos vacíos con literatura. Porque de esto se sabe poco. Solo se conservan cinco cartas: las dos primeras que manda Georgina y la primera respuesta de Juan Ramón y la última de Georgina y un fragmento de la última de Juan Ramón”. El motivo de esta correspondencia, amén del ego que pudieran tener los dos jóvenes, era bastante banal, como indica José Antonio Expósito, experto y editor del autor: “Sus libros no llegaban a Perú, así que la idea de estos muchachos, amén de enamorar al maestro, era conseguir las copias de su admirado escritor”.

Lo que está claro para los eruditos es la importancia del episodio en la vida artística y literaria del Nobel. Expósito indica que “este episodio muestra a un Juan Ramón Jiménez que ya busca a un ideal de mujer distinto a los romances que había tenido. Una mujer ideal, sensible, cultivada que a él le llenase. En cuanto leyó unas cartas tan finas y cultas quedó prendado”. Hasta el punto de dedicarle ese poema que Expósito señala como “una de las elegías más bellas de la historia en castellano”. Y esto pasó un año antes de la recaída de salud de Juan Ramón Jiménez (Moguer, 1881- San Juan de Puerto Rico, 1958) en 1905, con su vuelta al Moguer natal e inclinaciones al suicidio. Pero superada esa fase, estalló su etapa de mayor esplendor creativo entre 1905 y 1920, que dejó obras como Baladas de primavera (1907), La soledad sonora (1911) o Platero y yo (1912).

Bárcena ha aprovechado este contexto para urdir su novela. Ha estudiado la tesis del quien descubrió esta historia en España, Antonio Oliver Belmás (Cartagena, 1903-1968), poeta, crítico e historiador que primero publicó un artículo en la revista Destino en los años 50 y luego lo desarrolló: “Oliver entrevistó al trío, Carlos Rodríguez, José Gálvez y Juan Ramón Jiménez. Y las versiones entre ellos no casaban en sus detalles. Aunque sí admitían haber cogido el nombre de la prima de Carlos y haberse inspirado en ella algo, porque les parecía una mujer guapa. Pero otras versiones desmienten que existiera”. Expósito afirma que la opinión general entre los eruditos de Jiménez sobre este tema es que Georgina Hübner efectivamente existió, y que sirvió de inspiración sin saberlo para que se llevara en su nombre esta farsa. La anécdota ha sido comentada, con mayor o menor amplitud, por sus principales biógrafos como Gabriela Palau o Antonio Campoamor.

El romance Georgina-Juan Ramón tuvo un súbito y trágico final. El escritor envió una carta avisando de que tomaría el próximo barco para Perú para conocerla. Asustados, Gálvez y Rodríguez Hübner enviaron un telegrama con un mensaje sucinto y definitivo: infórmese a Juan Ramón Jiménez de que Georgina Hübner ha muerto. El viaje quedó truncado. “Pero fue un anticipo de lo que ocurrió años después con Zenobia Camprubí”, indica Expósito. “Cuando su madre decidió alejarlo de él y llevársela a Estados Unidos para casarla con un abogado de Harvard, Juan Ramón cruzó el océano tras su amor”. Solo que esta vez la amada sí existía.

La novela se detiene en el descubrimiento de esos versos elegíacos contenidos en Laberinto (1913), con los dos amigos firmando, ya en la madurez, lo más grande que habían hecho en sus vidas. A fin de cuentas, Bárcena ha aprovechado la anécdota para hablar “de lo ilusorio del amor”. “De cómo imaginamos a quien queremos amar como un molde y luego se lo ponemos a alguien que nos agrada”. Pero la historia llegó más lejos: “Juan Ramón no quiso aceptar durante mucho tiempo que le habían mentido”, revela Expósito. “Cuando se supo la mentira, se metieron mucho con él por haberse enamorado de un sueño. Hacia el final de su vida, lo aceptó y llegó a revisar el poema para reflejar la amargura de haber sido engañado [incluido en el libro Leyenda (Visor Libros)]”. Pero en esa primera versión, su amor por aquella delicada admiradora peruana, enfermiza y cultivada, se advierte en cada verso: “Yo no sé cómo eras / ¿morena?, ¿casta?, triste? ¡Sólo sé que mi pena / parece una mujer cual tú, que está sentada, / llorando, sollozando, al lado de mi alma!”.

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