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Libertad en la prisión: Rehabilitación a través del mensaje, el dibujo y la fotografía

La luz de una vela ilumina de manera tenue libros apilados y un par de hojas dispuestas sobre una vieja mesa de madera. La cabeza del hombre, con la gorra al revés, se encuentra apoyada en su mano izquierda, mientras que con la diestra parece escribir o dibujar algo. La composición busca recrear lo difícil de una infancia sin oportunidades, sin acceso a derechos básicos como la educación y una consecuencia inesperada: la reclusión en un centro penitenciario.

“Muestra a una persona estudiando en las condiciones mínimas de un pueblo; la mesa, el espacio reducido, la vela y los libros”, explica el autor de la fotografía, Carlos T. S., interno de la cárcel de San Pedro de La Paz, quien participó en las actividades del cine-club “El mito de la caverna”, impulsado por estudiantes de la carrera de Sociología de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA).

Esta iniciativa, que forma parte del Foro de Población, Migración y Urbanización, dependiente del Instituto de Investigaciones Sociológicas (IDIS) de la UMSA, tiene como objetivo la toma de conciencia por parte de los privados de libertad acerca de temáticas como la educación, las masculinidades y la prevención de la violencia, además de la promoción de los derechos humanos, la ciudadanía y la democracia a través del dibujo y producciones fotográficas y literarias de los propios internos.

“Por la experiencia que tenemos al haber entrevistado a los privados de libertad, existen políticas de rehabilitación dentro de la cárcel de San Pedro, pero se considera que son débiles. Entonces, los estudiantes de Sociología pensaron que podían conversar sobre esos temas en los lugares donde haga falta, en este caso en la penitenciaría”, expresa Cristina Tardío, miembro y responsable del cine-club.

De ese modo, mediante la proyección de películas y documentales, además de charlas, debates y talleres, el cine-club “El mito de la caverna” interpela a los privados de libertad acerca de lo que significa para ellos pertenecer al sexo masculino y sobre la forma en que acceden a la educación, “si se encuentra dentro o fuera de las aulas, si puede estar en la cárcel de San Pedro”.

Franklin Justiniano, uno de los miembros del proyecto, cuenta que la iniciativa nació hace más de tres años “como un espacio de reflexión” mediante la proyección de documentales como el argentino La educación prohibida, o de filmes como el candidato a los Oscar Billy Elliot o el francés La tête en friche (Mis tardes con Margueritte). “En ambos se ve el valor de la educación y cómo la violencia y la falta de acceso a las oportunidades puede limitar tu vida, tu futuro”, reflexiona Tardío.

Después de la proyección de cada material audiovisual se generan debates para opinar sobre lo que se vio, para luego compararlo con la realidad y con sus vidas, “porque la cárcel es otro mundo”. Se hizo un intercambio de experiencias de la vida que ellos han tenido cuando eran niños y ahora, que son adultos y se encuentran en la cárcel”, dice Tardío.

Para generar un espacio de mayor confianza entre los universitarios y los internos se utilizó un ovillo de lana de color vivo, con el fin de establecer una comunicación horizontal.

Después de hablar, el voluntario amarra un pedazo de hilo en uno de sus dedos y pasa el ovillo a otra persona para que haga lo mismo y opine acerca del asunto que se está tratando, este último después lanza la bola a otro integrante con el objetivo de que continúe la conversación. El diálogo hace que la charla “sea horizontal, que no haya aquello de que yo enseño y tú aprendes, y garantizamos que todos participen”, asegura la responsable del proyecto.

Al terminar de distribuir el hilo entre todos los participantes se forma una especie de tejido, el cual tiene un sentido metafórico porque se crea un espacio de confianza y de comunicación entre iguales. “Intentamos que no sean solo críticas, sino que propongan ya que es fácil señalar o criticar, pero es mejor proponer qué puedo hacer para mejorar”.

Como resultado de estas conversaciones, luego de llevar a cabo talleres de aprendizaje, se generaron materiales para la reflexión dentro y fuera del recinto penitenciario. El primer año de “El mito de la caverna”  se desarrolló el proyecto “Consejo de vida”, mediante el cual se escribieron mensajes de reflexión.

De acuerdo con Tardío, en la primera versión del plan se presentaron varias propuestas, de las que se escogieron algunas para formar un producto denominado 12 Postales, que contienen las frases en medio de los paisajes naturales.

Las tarjetas, que fueron distribuidas de manera gratuita, contienen recomendaciones para tener una vida tranquila y sana, además de evitar la violencia y la drogadicción, entre otras. “No hace falta equivocarse uno mismo si puedes aprender de los errores de los demás, porque si tú te equivocas tendrás que pagar por tus errores”, es el lema escrito por Boris J., que se resume como una recomendación para evitar caer en los equívocos de la vida.

“La peor cárcel del ser humano es la inactividad físico-espiritual, cuya parálisis neuronal ofusca la visión progresiva de la sociedad y su dinámica”, de Dante L., que recomienda mantenerse en constante ocupación física y también intelectual para tener una vida positiva.

“Enseña, cría a tus hijos en las leyes, preceptos y mandatos de Dios para no caer en la cárcel”, es la frase de Eulogio R., quien sugiere una enseñanza apegada a la fe con el fin de evitar errores como los que él cometió en la vida.

Dibujos de redención

La segunda experiencia de este proyecto, que se desarrolló en 2013, tuvo como resultado la elaboración de dibujos hechos por los privados de libertad. Los trabajos, que fueron expuestos en el Encuentro Nacional LanzArte 8, en Cochabamba, y en la carrera de Sociología de la UMSA, en La Paz, fueron distribuidos a través de un calendario con 12 gráficos, con el título de Masculinidades. “Se hicieron dibujos acerca de masculinidades, con la interrogante de qué es ser hombre para ti, qué es lo bueno y lo malo que tienes como hombre, cómo es el hombre ideal”, explica Tardío.

En las 12 muestras elegidas para el calendario existen expresiones que quieren demostrar las ansias de libertad, como un dibujo llamado Arcarcel III, en el que un hombre lleva unas rejas en la espalda y a pesar de esta vicisitud se aferra a las plumas de una paloma blanca. En otro gráfico anónimo hay una vista panorámica del altiplano con un pequeño pueblo y  el Illimani como fondo. Arriba, en medio de las estrellas en un cielo límpido, una reja se encuentran dentro de la luna, como si la libertad añorada estuviera lejos.

Entre las 12 muestras hay un llamativo dibujo sin título, hecho por Roberto E., que muestra en la parte superior a una mujer embarazada sentada en unas hojas y que acaricia su vientre. Debajo de ella hay un neonato que aún tiene el cordón umbilical. En el mismo gráfico, una larga soga en medio del cuadro se transforma en una serpiente, de donde hace equilibrio un payaso con un monociclo y una argolla, cuyo rostro muestra una especie de alegría y amargura a la vez. Y en la parte inferior, un grupo de personas parece celebrar alguna fiesta entre música y baile, y de la soga gruesa pende una persona ahorcada.

“Me imagino que son para él, las varias facetas del hombre, desde que nace, cómo va por la cuerda floja con unas flores como si se entregara al amor, y luego va a la comparsa”, comenta Tardío, quien añade que el cuadro que más le llamó la atención es el que titula Soledad.

“Lo que más se me queda es un árbol seco, que lo representa como hombre. Está solo, por las cosas que ha vivido y por las cuales está en San Pedro”, describe.
El año pasado, “El mito de la caverna” se enfocó en el derecho a la educación dentro del recinto penitenciario, con los principios de autoeducación, coeducación y la corresponsabilidad para obtener una enseñanza con calidad.

Para este fin se llevó a cabo un taller de composición fotográfica dirigido por Gabriela Araníbar de la Rocha, que se complementó con sesiones de cine y un taller.

El resultado de este proyecto fue que los reclusos, con el asesoramiento de los estudiantes de Sociología, armaron una idea de la fotografía que querían. Estas composiciones fueron recreadas a partir de las experiencias de vida de los privados de libertad y sus posturas sobre el derecho a la educación, con la conclusión de que siempre se puede aprender y educar sin importar el lugar ni la edad.

“Ellos ya tenían en la cabeza o en un papelito la idea de cómo querían que saliera su foto, de acuerdo con su experiencia de vida. Incluso se prestaron las luces de la capilla. Ha sido lindo el aporte de todos para la foto de uno. Cuando faltaba un libro, un mantel o una mesa, los internos lo traían. Se movilizaban todos para ayudar al compañero, para que la fotografía saliera como él quería”, resalta Tardío.

Un ejemplo de aquel trabajo dentro de San Pedro está plasmado en el calendario de mesa denominado “La foto de Pedro”. En la fotografía, composición de Max I., una mano morena ofrece un lápiz a una mano blanca en un ambiente iluminado por un par de velas sobre unos libros, con la que quiere demostrar que puede haber educación con la complementariedad entre seres humanos.

Arte humilde

“Indígena selvático de 24 años que se esfuerza por educarse. Empezó de cero haciendo palitos, redondos, cuadrados y triángulos. En la cárcel comenzó a educarse”, refiere la frase de la composición fotográfica de Pablo M., que muestra a una persona joven en cuclillas que lleva abarcas y que escribe en un cuaderno sobre un asiento de la capilla. Delante de él se encuentra una caja para lustrar calzados.

“Cuando Pablo llegó a San Pedro apenas podía expresarse, pero ahora tiene un trabajo en la cárcel,  consiguió una caja para lustrar zapatos y da servicios a la gente. Además, sus compañeros le están ayudando a leer y escribir. Como se muestra en el calendario, está aprendiendo a dibujar palitos, figuras cuadradas y redondas. Ahora está más abierto, habla más”, relieva la coordinadora del cine-club.

En el trabajo artístico de Cristian L., un niño (quien vive con su padre dentro de la penitenciaría), en un ambiente de sombras detrás de unas rejas de metal, copia el texto de un libro, con el apoyo de una mujer.

“Para la educación no existen barreras. Pese a la incomodidad para aprender, no hay y no existen pretextos para la educación, para estudiar y ser alguien si uno se lo propone”, indica el texto que acompaña la fotocomposición. “Hay mucha tensión dentro de la cárcel, desconfianza de que alguien te haga algo, de que tienes que mantener una postura de defensa o de ataque, porque si bajas se te van a subir. En cambio, estos espacios desestresan, desahogan y humanizan”, asegura Tardío, quien junto a Franklin Justiniano, Elisangela Escóbar, Marinez Vargas, Gabriela Reyes, Juan Carlos Bautista y Nelson Andrade abre un espacio para la libre expresión de los privados de libertad.

“La experiencia sinceramente ha sido muy buena. Es como derribar ese prejuicio de los presos, porque son humanos como nosotros”, sostiene Justiniano, quien agrega que para este año se tiene planeado grabar un producto audiovisual dentro de la cárcel de San Pedro.

El cine-club “El mito de la caverna” continuará este año apoyando mediante el arte a los privados de libertad, por lo que está dispuesto a recibir más voluntarios.

“No es necesario que sean universitarios, las puertas están abiertas para todos. Solo se necesitan ganas, mente crítica, porque nosotros necesitamos ideas para llegar a los sectores con los que trabajamos”, afirma el voluntario.

Las personas interesadas en participar en “El mito de la caverna” pueden apersonarse a la carrera de Sociología del octavo piso del Monoblock Central de la UMSA o preguntar en las oficinas del IDIS, en el segundo piso del edificio René Zavaleta Mercado, de la facultad de Ciencias Sociales. Además existe el muro Cine Club Oficial El Mito de la Caverna en el Facebook.

Con este proyecto es muy probable que  Carlos T. deje esa mirada de desesperanza y mediante “El mito de la caverna”, detrás de las rejas de la cárcel de San Pedro,  alcance una parte de su perdida libertad.

1.500 habitantes a la sombra

La prisión de San Pedro o el Penal de San Pedro es el más grande de Bolivia. Es reconocido principalmente por tener una sociedad interna. La misma alberga aproximadamente 1.500 reos, a quienes se suman los invitados que se hospedan en la prisión. El libro Marching powder (Polvo que se va en español), escrito por Rusty Young, acerca de sus experiencias durante una estancia de cuatro meses de visita en la prisión fue publicado en 2003. (La propuesta de la novela es de Rusty Young, basada en las experiencias propias y las de Thomas McFadden (un exrecluso de San Pedro).

San Pedro está dividido en ocho sectores con distintos grados de lujos cada uno, las celdas se venden o rentan por el tiempo que dure la condena del prisionero.

Las áreas más caras proveen a los reos de baños propios, una cocina, y televisión por cable; estas celdas son vendidas por alrededor de 15.000 dólares americanos. Un preso puede pagar por una extensión a dos pisos para poder tener una vista a través de la ciudad. Aun así, la mayor parte de los reos habitan en condiciones restringidas por lo que comúnmente viven cinco personas en un solo cuarto-celda. El Día del Privado de Libertad se celebra cada 24 de septiembre en las cárceles de todo el país.