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Adolf Hitler: Entrevista realizada por George Sylvester Viereck, publicada en Liberty en julio de 1932

Introducción

En 1932 Adolf Hitler (1889-1945) era el hombre fuerte de Ale­mania, aunque todavía no detentaba el poder, pero era cuestión de tiempo que lo lograra. Y lo logrará sin necesidad de edulcorar su incendiario discurso porque el combustible de su retórica para captar adeptos era, en definitiva, una alta concentración de odio y revan­chismo.

Este hombre de aspecto caricaturesco era el clásico producto de la Primera Guerra Mundial. Había padecido los efectos de los gases tóxicos, sufrió los efectos de un síndrome postraumático (perdió du­rante algún tiempo la visión sin razón aparente) y se sintió humillado por la rendición de su país.

El ascenso de Hitler se había dado casi por casualidad. Una vez terminada la guerra, este hombre sin dotes demasiado especiales se encontró perdido en un país desmoralizado y hundido en la miseria. Carecía además de formación, contactos o fortuna. Era una hoja al viento hasta que recibió la oferta de trabajar como espía (o infor­mante) para la inteligencia del ejército —su antiguo empleador—; su misión era infiltrarse en los pequeños partidos radicales y dar cuenta de sus actividades. Uno de esos grupos era el Partido Obrero Alemán, sospechoso de formar parte del movimiento socialista. Sin embargo, Hitler descubrió que en realidad se trataba de un partido nacionalista que pretendía anexionar Austria a Baviera. En una de las reuniones, aquel supuesto espía terminó dando un discurso que sonó como música a los oídos de los presentes, al punto de que lo invitaron a ser miembro del partido.

En un solo año, 1920, sin más arma que su lengua afiebrada se hizo con el control del partido y hasta le cambió de nombre. Se pasó a llamar Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán, el Partido Nazi, para abreviar. En los años sucesivos intentarían dar un golpe, fraca­sarían y Hitler terminaría en la cárcel, de la que saldría a los nueve meses, en 1924, habiendo parido ese tratado sobre el odio llamado Mein Kampf.

En los años siguientes el Partido Nazi parecía condenado a la ex­tinción, sobre todo porque Alemania parecía resurgir económica­mente; sin embargo, en 1929 la crisis económica mundial volvería a hundir a los alemanes y el Partido Nazi fue transformando toda esa desazón en votos.

En el momento de la entrevista Hitler había perdido las elecciones ante el anciano Paul von Hindenburg, que era respaldado por una coa­lición de partidos. Sin embargo, el Partido Nazi se había convertido en el partido más votado de Alemania. El entrevistador George Sylvester Viereck —un estadounidense de origen alemán— ya había entrevis­tado previamente a Hitler en 1923 y en ese momento afirmó: «Este hombre, si vive, hará historia, para bien o para mal». El problema para Viereck es que él también caería en la telaraña del estadista demente.

Desde este 8 de marzo, La Razón presenta a sus lectores la serie “Grandes entrevistas”, una selección de 20 diálogos con personalidades de la política, la ciencia, la cultura, el deporte y otros ámbitos que dejaron huella e hicieron historia. La colección, que de seguro usted querrá tener en su biblioteca, se inaugura con Adolf Hitler; el texto íntegro lo podrá encontrar en la edición impresa de la revista Escape correspondiente a la fecha.

La próxima semana usted podrá descubrir al genio Thomas Edison y así, sucesivamente en un total de 20 entregas, a personajes como Albert Einstein, Karl Marx, Harry Houdini, Bruce Lee, Al Capone y otros.