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Volver al pasado

Dos personas que pasan los 35 años y un muchacho de 20 entran al Rincón del Recuerdo para escuchar música de la denominada Nueva Ola. Los dos primeros se retiran a sus casas porque ya es tarde, mientras el joven continúa en el bar. A un lado, detrás de un mostrador, René Flores pone las canciones en soportes casete y vinilo. El joven le pide que reproduzca temas de Cuco Sánchez, José Alfredo Jiménez y música latina. “¿Tiene la canción Mi hermano, de Raphael?”, pregunta el cliente. René le responde de manera afirmativa con la cabeza. Cuando la escucha, empieza a sollozar.

Como ya es tarde, se levanta de la mesa y se dirige hacia el mostrador. “¿Cuánto le debo?, me tengo que ir”, le dice el veinteañero al gerente, para luego agregar: “No me reconoce. Yo venía con mi abuelo y usted me echaba del local, pero escuchaba todos esos temas desde afuera. También venía con mi papá. Ambos han muerto, pero ahora he adquirido este gusto y estoy coleccionando música de aquellos tiempos”.

Esta historia es una de las tantas que guarda el Rincón del Recuerdo, un bar que tiene 33 años de vigencia y que hereda más de 75 años de tradición con la música nuevaolera (es decir aquella que gustaba a los jóvenes de los años 60), además de boleros, valses, cumbia y folklore boliviano de mediados del siglo pasado, con una colección de discos de vinilo y casetes. Ubicado en la calle Océano Pacífico, entre la avenida Tokio y la Mariscal de Zepita, es un local “fácil de llegar”, sostiene su dueño, René Flores, “porque estamos a la espalda de la casa de la cholita Remedios (Loza)”, en la zona El Tejar de La Paz.

La verdad, es un poco complicado encontrar el boliche, pues está ubicado en medio de dos avenidas, la Kollasuyo y la Entre Ríos. Al lado de unas gradas que conducen al mercado de frutas y al campo deportivo de El Tejar, de una casa de un piso  con franjas verdes pende un letrero de madera donde está escrito el nombre del local. En lo alto, una guitarra y un farol antiguos están sujetados por una madera, sobre el techo de plástico tono anaranjado que da la sensación de ser un tejado.

La mitad del ingreso tiene una pintura de la Puerta del Sol, mientras que en el otro lado existe una reproducción de las ruinas del templo de Kalasasaya.

Museo de música

Entrar al local es como visitar un museo. Retratos de Roberto Carlos, John Lennon, Marilyn Monroe, Raquel Welch y Sandro, con dos guitarras y un charango pegados en la parte delantera del ingreso, invitan a transportarse en el tiempo.

En las paredes hay cuadros de cantantes y grupos nacionales, de Europa y Estados Unidos de los años 50, 60, 70 y 80. Lo primero que al cliente se le ocurre es reconocer a los cantantes: José Alfredo Jiménez,  Vicente Fernández y Miguel Aceves Mejía, acompañados por tapas de discos de Demis Roussos, Leo Marini, el grupo Safari, Django y Los Jairas, entre tantos otros.

Al otro lado se encuentran tapas de discos y fotografías de Julio Iglesias, Juan Luis, Los Signos, Mandrill, Los Grillos, Aldo Monjes, Roberto Carlos y Luis Aguilar. La enumeración no acaba. Es como si fuera un álbum de música con figuras de las más variadas, desde los artistas más conocidos hasta los que pareciera que nunca existieron en el escenario musical.

También sobresalen los cuadros con pinturas de Jorge Negrete y Vicente Fernández. Los discos de vinilo pegados en el techo demuestran que la colección no acaba, que el dueño del establecimiento nos puede sorprender en cualquier momento.

René cuenta que la historia del Rincón del Recuerdo está ligada a su familia y que empieza en la década de los años 60. “Mi padre (Lorenzo Flores) tenía un restaurante en la zona Chijini, entre la calle Ricardo Bustamante y avenida Eduardo Abaroa, se llamaba Puerta del Sol, donde se escuchaban boleros y valses variados, con la venta de platillos como th’impu, sajta y fricasé, y solo se vendía cervezas Paceña y Taquiña”, rememora René, quien califica su cariño por la música como una enfermedad, como si circulara por sus venas y no tuviera cura alguna.

Cuando llegaba del colegio, generalmente ayudaba a limpiar las mesas y atender a los clientes del restaurante. “En ese instante me enfermé con la música”, recalca, al rememorar que en aquellos años le empezaron a gustar canciones de los mexicanos Cuco Sánchez y Flor Silvestre, los tangos de Carlos Gardel y Argentino Ledezma, además de música folklórica con Los Ch’askas, Los Payas, Intis del Folklore, Ruphay… Flores no para de enumerar los grupos de aquel tiempo. Busca entre los discos para demostrar que tiene los temas. Los ojos le brillan como si reviviera el pasado, como si escuchara esas melodías, mientras que de fondo se oye Noches de Caracas, del argentino Johny Tedesco.

“Chijini es la cuna de muchos artistas famosos, cuyos temas siguen vigentes, como Néstor Portocarrero con el tango Illimani; Pepe Betancourt, Jaime del Río con su cueca Una pena, quienes se reunían en La Posada, un local que era el núcleo de artistas famosos, como Carlos Palenque y Vico Vega”, rememora el dueño del bar.

Otra influencia para René fue el cine Imperio, que estaba ubicado en la calle Sebastián Segurola y que proyectaba películas de Sandro, Palito Ortega y Enrique Guzmán. A finales de los años 70, sus padres decidieron cerrar la pensión Puerta del Sol y trasladarse a otra vivienda, a El Tejar. Como sus papás procedían del municipio de Tiwanaku, en su homenaje bautizaron a su nuevo restaurante Kalasasaya (del aymara, que significa ‘piedras paradas’). “En un principio, el local estaba decorado con pinturas tiwanakotas y algunos paisajes”, comenta René, quien agrega que se escuchaba música folklórica de Los Caballeros del Folklore, Los Caminantes, José Zapata, Alfredo Domínguez, Gladys Moreno y los Kory Huayras, solo para enumerar a algunos de una lista larga.

Después de un tiempo, los padres de René decidieron establecerse en Tiwanaku, donde abrieron el restaurante Kalasasaya —igual al que funcionaba en El Tejar—, destinado a turistas extranjeros y con música folklórica boliviana. Al no poder llevar todo el material a su nueva morada, Lorenzo le dejó a su hijo más de 400 discos de vinilo, entre los que resaltan Los Brillantes, el dúo Larrea Uriarte y las orquestas Swingbaly y Huambaly de Chile.

Además, su padre le dio la libertad de hacer lo que quisiera con la radiogramola y los parlantes, “pero como ya estaba enfermo con la música he aumentado la colección de discos de a poco”, dice René.

Nace el Rincón

El número de vinilos había subido de manera considerable, así es que René Flores se propuso no solo recopilar esta música, sino mostrarla a los clientes y amigos. Es por ello que adquirió dos LP de un mismo artista, para encuadrar uno y colocar el otro en alguna pared del restaurante.

En una charla con músicos y amigos apostó que iba a decorar la habitación de la pensión Kalasasaya con tapas de discos y cuadros de los artistas de la época. De esa manera, René tumbó un muro para habilitar otra habitación y forró las paredes con tapas de vinilo que reunió hasta ese momento. “Tardé más de una semana para grabar los discos en casetes”, cuenta.

Siempre activo, con ganas de mostrar toda su colección, como si se tratara de sus juguetes preferidos, René señala el vidrio del mostrador principal, donde se encuentra la tapa del disco La verdad es mi dolor, de los Four Star. “Ahí están Víctor Cuentas, René Salgado, Willy Salgado y Mario Márquez”, describe la foto de la portada del sencillo que marcó una época.

Cuando sus amigos retornaron al Kalasasaya “se quedaron impresionados y me recomendaron que podía mejorarlo más aún. Pasó un año y coloqué más fotos, de esa manera ha empezado a formarse el Rincón del Recuerdo”, explica.

En otro encuentro, le comentaron que el nombre de Kalasasaya no combinaba con el tipo de local que estaba dando vida, así es que recorrieron toda la ciudad para buscar el calificativo adecuado. “En un principio queríamos poner Nostalgias o El Cofre. Como el lugar es pequeño debía terminar con el sufijo cito. Justamente durante esa época salió en un periódico la sección El Rincón de los Niños, para colorear”, comenta René, quien afirma que ésa fue la inspiración para reinaugurar el restaurante en 1982. “De esta manera nacía el Rincón del Recuerdo”. El propietario habla detrás del mostrador principal del bar, donde se encuentra una radiogramola y un aparato Telefunken que heredó de su padre Lorenzo. Sobre él, un tocadiscos antiguo cambió su color blanco por el marrón, pintado por años de música y recuerdos, y que aún funciona.

Detrás de la estructura de madera atiborrada de fotografías y tapas de discos está guardada una parte de la compilación de música del recuerdo, alrededor de 600 casetes con música variada, aunque hay otros 600 que están guardados.

Música con Huambaly y boleros, Rabito y Jaivas, Tormenta y Janette, Julio Iglesias y Rumba 3, Los Signos y Silverstones, Los Grillos, Sandro, Four Star, Luz de América, Renán Michel… Nuevamente aparece una larga lista de artistas en varios cajones. “Mi colección de discos debe estar pasando los 6.000”, asegura René al momento de dirigirse a su habitación privada. Después de cruzar su patio, unas gradas angostas conducen a “su lugar secreto”.

En el vestíbulo, una cámara vieja Polaroid y unas fotos de Marylin Monroe son la invitación para conocer las joyas de René, donde hay pilas de casetes de toda clase que llegan hasta el techo. El ropero y las pequeñas mesas, todo el espacio está ocupado por cientos de discos.

Su cuarto de un 1,5 x 2 metros está forrado con pósters de Chucho el Roto y el Piporro, The Bonny Boy’s Hot’s, Los Ángeles Negros, Los Splendid, Los Doltons… Otra vez la lista parece no terminar. Es su propio rincón del recuerdo, donde escucha la música que le gusta y lee libros, donde alguna vez ha llorado sin querer al rememorar su juventud, cuando vivió la Nueva Ola a través de la música que escuchaban sus tíos y sus padres. “Hace tiempo, un integrante del grupo Inti vio su foto en la pared y se quedó maravillado. En todo este tiempo he visto a gente hacer brotar lágrimas”, asegura René, quien aclara que su negocio es para gente que  aprecia la música del recuerdo, por ello no permite el ingreso de niños, ni de personas ebrias, tampoco grupos de más de cuatro personas, “porque este lugar es para gente con conocimiento del acervo musical. Escuchar esta linda música y distorsionarla con bebida, no; para venir aquí tienen que tener cultura alcohólica”, recalca el melómano.

Otro atractivo de esta especie de museo de la música son los álbumes con recortes de periódico y fotos de cantantes bolivianos y extranjeros, además de otros archivos con imágenes de cachascanistas de los años 80, como Juan Mendoza (Sombra Vengadora), Basilio Ilaya (El Conde) y Mario Averanga (Alí Farak).

“Pidieron que agrande el local, pero tiene que quedarse como está; uno lo ha conocido chiquito, pasan los años, vuelven y sigue igual, eso es el recuerdo, y escuchar la música con el ruido del vinilo, ésa es la esencia misma”, sostiene René.

Escondido en la vorágine de la modernidad, el Rincón del Recuerdo se yergue como un museo donde se puede disfrutar de la música de los años 60, 70 y 80, y también rememorar los buenos tiempos, como el joven que quería evocar a su padre y a su abuelo. Con música todo es mejor.