Icono del sitio La Razón

Patrimonio en peligro

La negra lista de la barbarie está en lamentable y constante aumento: el arco de triunfo de Palmira, el templo de Baal —también en la ciudad de Siria—, los iraquís museo de Mosul y esfinges de Nínive… Ejemplos recientes de la sinrazón de los ataques contra el Patrimonio Humanidad. La directora general de la Unesco, Irina Bokova, ha calificado como “intolerable” la destrucción de Palmira: “Cada uno de los ataques recientes nos insta a compartir todavía más el patrimonio de la humanidad, en los museos, las escuelas, la prensa, el hogar…”.

Pero las guerras no son el único ni el principal factor que pone en peligro estos y otros lugares con excepcional valor histórico, artístico, arqueológico o arquitectónico. De los 802 sitios que forman la lista de patrimonio cultural de la humanidad, actualmente hay 30 que están en peligro. Antes de incluir a cualquier monumento o ciudad en este listado, la Unesco realiza exhaustivos análisis sobre el estado de conservación.

El documento que recoge las valoraciones de estos informes desde 1979 a 2013 concluye que los factores que más perjudican a los sitios patrimoniales son la mala gestión institucional: el desarrollo urbano descontrolado, las intervenciones y el uso inadecuado —como la sobreexplotación turística—, y otras intervenciones de la mano del hombre entre las que se encuentran, por ejemplo, los ritos religiosos, el vandalismo y los conflictos bélicos aunque estadísticamente en un porcentaje “insignificante”.

Hasta 2013, los lugares destruidos por un ataque deliberado contra ellos habían sido 44. En la memoria colectiva se encuentra el hueco que los talibanes dejaron tras la destrucción de los colosales budas de Bamiyán (2001).

Hay cantidad de ejemplos de que el hombre continúa siendo un lobo para el hombre, para su historia y sus raíces. En la actualidad, la mayoría se encuentra en África y en Oriente Próximo, pero no solo ahí. Los edificios del puerto de Liverpool (Reino Unido), lugar desde donde partiría el submarino protagonista de la canción de The Beatles (aunque no oficialmente, el patrimonio inmaterial más importante de la ciudad inglesa) son patrimonio de la humanidad desde 2004.

Fue uno de los centros más importantes de comercio marítimo en los siglos XVIII y XIX. En 2012 pasó a considerarse patrimonio en peligro por un proyecto en los muelles históricos que ampliará el centro de la ciudad, alterará el skyline, fragmentará y aislará las diferentes zonas del puerto.

La condición de sitio protegido por la Unesco no impide todas las intervenciones, las estudia y si no perjudican perennemente al lugar se pueden permitir.

Aunque no siempre estas actuaciones llegan a ser valoradas por el ICOMOS (Consejo Internacional de Monumentos y Sitios Históricos). Así, el pasado marzo la movilización ciudadana hizo que los organizadores del World Padel Tour retiraran la solicitud de realizar la competición en el anfiteatro romano de Mérida.

Nada más saltar a la palestra la intención de realizar un torneo de padel en el edificio emeritense de 2.000 años de antigüedad, los grupos municipales de la oposición dieron la voz de alarma y distintas plataformas ciudadanas pidieron que no se llevara a cabo. Esto hizo que los organizadores echaran atrás su intención de celebrar allí el campeonato, incluso antes de que el comité de valoración diera su veredicto.

La Unesco reconoce que si las intervenciones causan el menor impacto en los sitios y, sobre todo, si son reversibles se pueden utilizar. No son lugares vetados, son lugares protegidos y lo ideal es conciliar su desarrollo humano y económico con su conservación.

Esto se debería tener en cuenta en sitios como el macizo de Machu Picchu (Perú), patrimonio de la humanidad desde 1983, en el que la sobreexplotación turística puede llegar a ponerlo en peligro. “Tiene exceso de visitantes en comparación con lo que puede absorber. Hay riesgo de deslizamientos de terreno”, explica Lucía Iglesias, miembro de sector de Relaciones Exteriores e Información Pública de la Unesco.

Impacto

En el templo de Abu Simbel (Egipto), las autoridades decidieron modificar el entorno para soportar el impacto de las hordas de turistas que atascaban las carreteras de acceso y cuya respiración dentro del santuario —de más de 3.000 años— aumentaba la humedad y la concentración de dióxido de carbono facilitaba la formación de depósitos salinos en los muros. Para resolver los problemas de tráfico, se instauró la circulación en una sola dirección y para reducir la humedad y temperatura en la cámara funeraria se instaló un sistema de ventilación, creando así un oxímoron fruto de las necesidades actuales.

Potosí, la ciudad cuyo nombre es sinónimo de riqueza extraordinaria, está hoy lejos del estado que le dio ese significado. En el siglo XVI era un gran complejo, el suministrador de plata del imperio español, materia prima del “dólar de la época”, los ocho reales —modelo del dólar estadounidense actual—. Iglesias compara las instalaciones, que siguen siendo explotadas hasta la extenuación, con un queso gruyère, lo que pone en peligro tanto el lugar como los que lo trabajan por riesgo de derrumbe. Esta sobreexplotación llevó a Potosí a entrar en la lista de patrimonio en peligro en 2014 debido a su actividad minera incontrolada.

Contra las catástrofes naturales es más difícil combatir y son otros de los motivos por los que un lugar puede entrar en la lista de patrimonio en peligro. La ciudad de Bam (Irán) sufrió un terremoto en diciembre de 2003 que dejó en nada sus construcciones de adobe. Seis meses más tarde entró, a la vez, en la lista de patrimonio mundial y en la lista de patrimonio en peligro. Así, un grupo de expertos evaluó los daños y se pusieron manos a la obra en la reconstrucción de la ciudadela, una de las muestras más perfectas y mejor conservadas de la arquitectura en adobe del mundo.

Como la peruana Chan Chan, una ciudad precolombina de adobe —anterior al imperio Inca—, que por la fragilidad del material, la dificultad de su estabilización por las condiciones climáticas extremas —la zona ha sufrido un aumento de lluvias por el fenómeno de El Niño— y se ha elevado el nivel de aguas subterráneas, unidas a los insuficientes recursos destinados a su conservación se ve abocada a permanecer en la lista de riesgo. En los últimos años el cambio climático no solo está afectando al patrimonio natural, también al cultural.

La desertificación, las inundaciones, los cambios de humedad y de temperatura, de flora y de fauna afectan a los materiales de construcción. “La lista en peligro no es una sanción, es una oportunidad, sirve, entre otras cosas, para movilizar efectivos y fondos”, explica Iglesias.