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La casa del billete

Cuando Wálter Ossio llega a la Casa Dorada, lo primero que hace es sacar de uno de sus bolsillos un billete nuevo de 20 bolivianos y comparar la imagen del reverso con la fachada del edificio, que actualmente alberga a la Casa de la Cultura y también un museo donde se muestra parte de la vida de una pareja tarijeña acaudalada de finales del siglo XIX.

Wálter observa con atención cada detalle del papel anaranjado y lo equipara con la infraestructura que está delante de él. Las columnas, los arcos, la puerta principal y las 18 laterales, las ventanas y las musas que sostienen antorchas en el techo se encuentran en ambas imágenes, aunque el inmueble es mucho más hermoso, pues combina los colores dorado y plateado, con una arquitectura que le valió ser declarado monumento nacional por el Congreso en abril de 1992. En esta esquina del centro de la ciudad de Tarija, entre las calles Ingavi y General Trigo, los turistas de otros departamentos emulan los movimientos de Wálter, y en muchos casos se sacan una foto para demostrar que estuvieron en la “casa del billete”.

El cielo despejado y el sol de la tarde le dan un brillo especial a la fachada del edificio, pese a las telarañas de decenas de cables de energía eléctrica y telefonía, y los semáforos y luminarias que acompañan la modernidad en la llamada “Andalucía boliviana”. Musas, columnas y bordes platinados combinados con la pintura dorada demuestran que efectivamente se trata de una casa de ensueño.

En la gira organizada por el Viceministerio de Turismo —dependiente del Ministerio de Culturas— para visitar los lugares más representativos de la capital tarijeña, se “intima” visitar la Casa Dorada, que hoy alberga el repositorio y la Casa de la Cultura, donde se encuentran una galería de arte, una biblioteca, un teatro y un auditorio. La historia de este inmueble emblemático tiene su origen en la Guerra del Pacífico (1879-1884), que impidió el comercio a través de puertos del océano Pacífico, por lo que se reactivaron las importaciones y exportaciones en dirección al Atlántico a través de puertos de Buenos Aires y Rosario, Argentina. Este escenario fue propicio para que varios tarijeños aprovecharan esa coyuntura con la apertura de empresas de negocios.

Quienes usufructuaron de mejor manera esta situación fueron los esposos Moisés Navajas y Esperanza Morales, quienes viajaban a Europa para importar mercancías de las más variadas, que eran comercializadas en los mercados de Potosí y Sucre. Con el transcurrir del tiempo, la pareja se convirtió en una de las más potentadas de la región, y lo demostró cuando contrató a los arquitectos suizo-italianos Miguel y Antonio Camponovo, para que diseñaran una infraestructura sin igual, con influencia del art nouveau, una tendencia artística europea de finales del siglo XIX. De acuerdo con Ruth Daza, guía de la Casa Dorada, las obras comenzaron en 1888 y culminaron 15 años después, cuando Moisés y Esperanza abrieron las puertas de su palacio a la sociedad el 3 de enero de 1903.

Esta obra arquitectónica se caracteriza por la simetría de su diseño, con nueve puertas en el lado de la calle Ingavi y una cantidad similar en la General Trigo. Las estatuas, pilastras, balcones de hierro forjado y las musas que sostienen antorchas, denominadas Victorias, protegen esta mansión, como parece que también lo hacen con el billete que sostiene Wálter. Los esposos no tuvieron descendencia, así es que la casa quedó abandonada por varios años, hasta que el Estado la intervino y la traspasó en 1977 a la Universidad Juan Misael Saracho. Después de ocho años de restauraciones, el inmueble abrió sus puertas nuevamente, esta vez como un museo que muestra la opulencia de la exitosa pareja de comerciantes. Con una estrella en medio del patio y pisos de cerámica en los costados, adentro se corrobora que, efectivamente, uno se encuentra dentro de un palacete, cuyas joyas son expuestas en la parte alta de la estructura hecha de adobes gruesos, yeso, cal, piedra y madera.

El primer ambiente se caracteriza por ser exclusivo. Ruth cuenta que la influencia de los Navajas Morales hizo que consiguieran el permiso del Vaticano para habilitar esta habitación como oratorio privado, donde se podían celebrar misas, matrimonios y otras ceremonias católicas. Al entrar al cuarto pintado de azul cielo, lo primero que llama la atención es el techo con 28 escenas que muestran la vida de Jesús, desde el nacimiento hasta la resurrección, pintadas por los italianos Helvecio Camponovo y José Strocco, acompañadas por dos murales y otras obras de estilo cusqueño. Delante de las tres filas de bancas se encuentra la figura del Corazón de María, rodeada por tres estatuillas de Jesucristo, ángeles, querubines y varios objetos dorados, además de un misal escrito en latín y floreros de cristal de Murano, Italia.

A la izquierda, al lado de un piano, una urna protege a la Virgen de la Candelaria, de la que, según comenta la guía del museo, Moisés y Esperanza eran devotos.

En el comedor, una mesa para 20 personas, los espejos con marcos de pan de oro y lo muebles de inicios del siglo XX retrotraen a la época en que Moisés y Esperanza comían con sus invitados.

El Salón Dorado, la habitación principal del monumento nacional, traslada por un momento a los cuentos de hadas en los que pareciera que los objetos tienen una personalidad propia, o que hubiesen heredado las características de sus dueños. En el piso aún sigue la alfombra persa original y debido al cuidado se debe caminar por el medio, sobre un piso de plástico.

Las lámparas de cristal de roca iluminan las paredes doradas, con un mobiliario de estilo victoriano, espejos enormes con lunas venecianas biseladas, cortinas de damasco y las ornamentaciones en el techo.

Pese al bienaventurado destino, la historia cuenta que el cuento de hadas no tuvo un “felices por siempre”, ya que Moisés y Esperanza no pudieron afianzar su hogar con futuros herederos, lo que originó una disputa entre familiares por los derechos de la también conocida Mansión D’or.

El litigio por la propiedad duró por años, hasta que un juez decidió el cierre permanente del palacio, tiempo en que, aparentemente, algunos parientes sustrajeron muebles y otros objetos, como la fuente de agua que se encontraba en medio del patio o parte de las gradas, que antes tenían mármol blanco de Carrara y que fueron sustituidas por madera.

Estos detalles se han subsanado con la administración de la Universidad Juan Misael Saracho, la Gobernación y la Alcaldía, por lo que Wálter, después de disfrutar el recorrido, nuevamente se para frente al monumento histórico y se saca una fotografía con la “casa del billete”.

Horarios de visita

Lunes a viernes

Mañanas

09.00

10.00

11.00

Tardes

15.00

16.00

17.00

Sábados

09.00

10.00

11.00

Boletos

Mayores: Bs 5

Menores: Bs 2

(Para visitantes nacionales y del exterior)

Observaciones:

No se permite tomar fotografías ni filmaciones

Cultura en el palacio dorado

La parte baja de la Casa Dorada, donde se encontraban las tiendas comerciales de Moisés Navajas, acoge, desde 1987, la Casa de la Cultura, dirigida por la Universidad Juan Misael Saracho, la Gobernación y el Gobierno Autónomo Municipal de Tarija.

Los objetivos principales de esta entidad son la conservación del patrimonio histórico-cultural tarijeño como fuente de identidad y  riqueza, promoción de expresiones culturales en el marco del respeto a la diversidad, y contribución al desarrollo de las actividades culturales y artísticas.

Inaugurada en 2012, en homenaje al diplomático tarijeño Carlos Cassab, la biblioteca cuenta con más de 4.600 volúmenes de historia, arte y cultura, donde además se destaca una hemeroteca.

El Teatro de la Cultura, con capacidad para aproximadamente 400 personas sentadas y que tiene un diseño que amortigua las vibraciones características de las presentaciones, es el escenario más importante de Tarija.

Durante todo el año se presentan exposiciones tanto locales como nacionales en la galería de arte, como la presentación de artesanías y juguetes que concluyó  a inicios del año.

El auditorio, con capacidad para 150 personas, es donde cada semana se realizan conferencias, presentaciones de libros, conciertos de cámara y otras actividades sociales, artísticas  y culturales.

La leyenda del pacto con el Diablo

Moisés Navajas llegó a ser el ciudadano tarijeño más rico de finales del siglo XIX e inicios del XX, pues incluso llegó a crear su banco privado y emitió su propio papel moneda.

Al no poder explicar el origen de su fortuna, los pobladores de la joven ciudad atribuían la ventura del comerciante a un pacto con el Diablo.

Las leyendas de la época señalan que Moisés partía de noche hacia una de sus quintas al sur de la ciudad, donde ahora se encuentra parte  del parque Bolívar.

Algunos vecinos aseguraban que era en ese lugar donde el millonario hablaba con el Diablo, quien se transformaba en un elegante caballero que salía y entraba de la Casa Dorada, donde ambos se dedicaban   a acuñar monedas de oro y plata.

También juraban que durante las noches, en algunas propiedades de Moisés, se escuchaban carcajadas espeluznantes del Señor de los Avernos. De acuerdo con el libro Estampas de Tarija, escrito por Agustín Morales Durán, el millonario tenía un asiento reservado y tapizado en la iglesia de Tarija, gracias a las donaciones que hacía a los franciscanos, las únicas, tomando en cuenta que era avaro.

Su fortuna se reflejaba en la Casa Dorada, donde en la planta baja tenía un verdadero centro comercial, donde había una tienda de abarrotes, una botica, cristalería,    sedería y ferretería.

Por razones que se desconocen, Moisés decidió cerrar sus negocios y liquidar todos sus productos.

Se cuenta que como pagó a los favores recibidos por las fuerzas demoniacas, Moisés y su esposa Esperanza Morales no tuvieron descendencia, por lo que la inmensa fortuna desapareció como por arte de encantamiento y la historia continuó en leyendas.