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Xanadú, almacén del rock & roll

Era tan solo un adolescente pero el descubrimiento del rock le dio un giro de 180 grados a su vida. ¿Qué le había provocado semejante cambio de actitud? No eran buenos momentos, recuerda. La separación de sus padres, los cuestionamientos existenciales que empezaron a perforar sus días, un mundo sin respuestas. En ese entorno le picó la rebeldía. Y el rock para Marco, como para millones en el mundo, empezó a ser el caño de escape a su desidia. Así creció y si bien ya no luce el pelo libre de sus mejores años, aún mantiene la filosofía que le transmitió ese ritmo de distorsiones y alto voltaje. “Pertenezco a la denominada generación de fin de siglo, de aquella prole defraudada por los idealismos que nunca llegaron”. Hoy es un hombre cercano al medio siglo de vida. Y así como muchos de los fanáticos de esta corriente contracultural que se animó a objetar al sistema, aún mantiene activos muchos de los rituales con los que alimentó su existencia: el acopio y acumulación de todo lo referente a la vida y obra de esos ídolos con los que se hechizó sentado frente a unos parlantes. Y guarda una lista de lugares secretos donde encontrar eso que para él nunca pasa de moda.

Xanadú es uno de esos terrenos. Ubicado en el paseo subterráneo que atraviesa la avenida Mariscal Santa Cruz a la altura de la calle Loayza, este escondite para los fundamentalistas del rock ya tiene 30 años de antigüedad. Empezó como una disquera más en pleno auge de la industria del vinilo que dio verdaderas obras de arte, como las recordadas tapas del grupo inglés Yes, a cargo de Roger Dean, el primer diseñador de portadas de discos de los años 70, reconocido por las evocativas y visionarias imágenes que dio lugar a un nuevo género de trabajo. Hoy estas esferas “enormes” y oscuras son el principal atractivo de Xanadú. “Tenemos material de colección, hay discos de The Beatles, Jimi Hendrix, Johnny Rivers, Dee Purple, Iron Maiden, (entre otros) de industria brasileña y estadounidense”, explica muy bien informada María Luisa Lurkin, administradora.

No exagera con eso de colección. En uno de sus estantes figura un disco doble de Jimi Hendrix grabado en un concierto en vivo, con clásicos como Red House y Stone Free. Una joya de la música moderna en medio de aquel hormiguero de gente en el hoyo de La Paz. O el abanico de obras de “los cuatro de Liverpool” John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr, y ni hablar de rarezas como un larga duración de Johnny Rivers, autor de nacientes clásicos del rock and roll como Memphis Tennessee.

Clásicos

A estas reliquias de la industria de la música se suman nuevos formatos como el del disco compacto, que al lado de los vinilos parecen discos de Alasita.

“Tratamos de traer discos tanto de grupos clásicos como de aquellos que son de conocimiento casi exclusivo”, explica Lurkin. Ese rosario de producciones raras para el común de la gente responde a subgéneros como el death, doom, thrash, groove y hasta el viking metal, muestras de lo más extremo del rock duro. “También brindamos nuestro espacio para la venta de material de grupos nacionales”. En esa lista se encuentran CD de grupos oscuros como Sabathan, Hate y Lilith, que también promocionan sus eventos artísticos con flyers (volantes) que dejan en el mostrador. “Nuestro público es básicamente rockero y los mismos grupos lo saben, nosotros tratamos de apoyarlos, nos dejan sus discos en consignación ya que para ellos es un tanto difícil venderlos por su cuenta”, dice la administradora de Xanadú.

Entre otras seductoras sorpresas se exhiben muñecos de algunos famosos de la industria del rock y del pop, como Mick Jagger, cantante de The Rolling Stones, los integrantes del grupo Kiss o el rey del pop Michael Jackson. A ellos se suman relojes, muñequeras, billeteras, anillos, pendientes, pósters gigantes y revistas de estos semidioses del espectáculo. “Entre nuestros clientes hay verdaderos fanáticos que no miden cuando les gusta algo. Ya sabemos que vendrán a principios de mes y algunos llegan a gastar hasta mil bolivianos en discos o revistas. Hay que ser muy fanático para eso”, cuenta Lurkin.

Marco ya ha elegido un vinilo de Jethro Tull y le ha costado casi media mañana decidirse por uno. “Los precios son un poco altos porque son discos de colección. Pero valen la pena, el sonido del vinilo es analógico, envolvente”. Este rockero sabe de lo que habla, pues cuenta con una colección de al menos 100 “discazos”, como refiere, en su casa. Sube las gradas del túnel, alcanza la luz de mediodía y acelera el paso entre la gente con su presea bajo el brazo.

Debe redimir la apatía cotidiana con una buena dosis de rock.

¿Género para inteligentes?

“Melenudo” embutido en unos pantalones elásticos, llevando una camiseta de Metallica y escuchando música a todo volumen en su mp3. La gente lo observa y es notorio su rechazo hacia estos jóvenes que cargan con el estigma del rock. Y sin embargo, más allá de los estereotipos, se podría estar en presencia de un superdotado que intenta deshacerse de todas las tensiones y relajarse. Al menos así lo cuenta un estudio de la Universidad de Warwick.

Tras preguntar a más de mil estudiantes con altas capacidades intelectuales, encontraron que el rock era el estilo musical preferido por estos chicos de entre 11 y 18 años, según la revista Muy interesante. Estos estudiantes comentaron que utilizaban el heavy metal para alcanzar una catarsis, como una forma de superar sus emociones negativas y afrontar la presión académica a la que estaban sometidos.

Un trabajo presentado en la 18th Annual Conference of the Association for Psychological Science en Nueva York, mostraba que las personas que preferían la música alternativa, el rock y el heavy metal obtuvieron puntuaciones más altas en una medida objetiva de inteligencia. Eran particularmente mejores en la capacidad de abstracción. Los autores del trabajo plantearon la posibilidad de que esto se debiera a la mayor frecuencia de metáforas y lenguaje abstracto que existe en las canciones propias de este estilo, al que están expuestos de forma recurrente sus fanáticos. El rock, la música alternativa y el heavy metal fueron definidos en otra investigación como música “intensa y rebelde”. Según este estudio, preferir este tipo de música se asocia con frecuencia a ciertos rasgos de personalidad como estar abierto a experiencias nuevas, disfrutar con el riesgo y ser físicamente activo. Sin embargo, no encontraron relación con el neuroticismo, como sería esperable según los estereotipos que asocian este estilo musical con las emociones negativas. En definitiva, lo que está claro es que las apariencias engañan.