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A la conquista de América, Dos que viajan

Corría 2012 y Marian Pargas dejó su natal Venezuela hacia las pampas argentinas para continuar con su formación académica. Recaló en la ciudad de La Plata, capital de Buenos Aires, donde la habían aceptado para su posgrado en Economía. Entre cambios de hábitos como el reemplazo de las arepas por medialunas, en enero de 2014 la destinaron a hacer un curso de permacultura en la ciudad de Trevelin (Chubut), en la fría patagonia del país que empezó a ser su hogar.

Paralelamente y a 189 kilómetros de allí, en la ciudad de El Bolsón (Río Negro), Pablo Romero se dedicaba a la administración de un alojamiento Couch Surfing, de aquellos que ofrecen a sus usuarios intercambio de hospitalidad y servicios en redes sociales. Hasta ese hostal llegó Marian junto a una amiga a pasar la noche; entonces el argentino y la venezolana se conocieron compartiendo la cena y prometiéndose mantener la amistad por Facebook.

La pareja aprovecha cualquier parada para hacerle una revisión a su coche.

Casi un año después de aquel encuentro, ‘feisbukeando’ con ella, Pablo se dio cuenta de que quería darle un giro a su vida; veía algo en Marian que por aquel entonces era un tanto difícil de definir. Y la invitó a reunirse nuevamente en la casa donde él vivía casi al fin del mundo. La historia debía comenzar bien y al segundo día del aguardado encuentro dieron inicio a una relación de amor. “Además de novio consiguió trabajo de moza en un restaurante y yo me sustentaba con la venta de mi libro de cuentos Andando y Soñando”.

A dos meses de la relación, ambos coincidieron con el anhelo que en principio parecía una arrebatada locura: recorrer América por tierra en un viaje sin destino seguro. “El resultado de eso fue la gesta que nació mentalmente en enero de 2016 y lo materializamos en el mismo año. Queremos unir Argentina con México sin marcar rutas con anticipación. Vamos de pueblo en pueblo dejando que el camino nos lleve”. Parece la gesta de un poeta romántico. Pablo lo explica con esas palabras. Entonces empezaron a elegir un vehículo, pero como poco y nada habían manejado en la vida, escucharon el consejo de la hermana de Pablo, quien aseguró que debía ser un Renault 4, aquel utilitario francés fabricado entre 1961 y 1992, por ser de bajo costo de mantenimiento.

En el noreste argentino disfrutaron de las maravillas de la naturaleza.

“Estábamos empecinados con esa marca y ese modelo. Incluso ya le habíamos puesto nombre antes de ‘parirlo’, se llama Epuyén que en lengua mapuche significa ‘dos que van’, que lo tomamos de un pueblo patagónico cercano a El Bolsón”, dice Pablo. Lo primero que hicieron fue esperar a que termine la temporada de verano, para ver ahí cuánto dinero podía juntar cada uno por su lado y empezar a buscar el clásico automóvil. Pensaban encontrarlo en territorio patagónico, “pero como no se dio nos fuimos a General Las Heras, en Buenos Aires, donde sabíamos que íbamos a hallar mayor oferta y así fue.

Gracias a la nota de un diario local alguien nos llamó para decirnos que tenía lo que buscábamos”. Después de mucho regodeo relacionado con la puesta de quien iba a ser su socio y carruaje en la aventura, la pareja finalmente partió de General Las Heras el 15 de noviembre de 2016. “En un principio pensamos salir al menos con un colchón de ahorros que nos dé tranquilidad, pero como el auto no paró de romperse se nos fue toda la plata”, dice Marian, “incluso la que teníamos guardada para hacer una nueva tirada de mis libros, así que juntamos un dinero como para hacer 300 km y nos lanzamos al sueño”, añade Pablo.

El Renault 4 tiene un motor de cuatro cilindros y ha dado algunos problemas en la altura.

Su primera parada fue Cañada de Gómez antes de arribar a Córdoba en el centro de Argentina; luego viraron hacia el noreste cruzando Añatuya, Corzuela y San Luis del Palmar hacia las provincias de Corrientes y Misiones, para adentrarse en territorio paraguayo, visitando ciudades como Caaguazú y  Caacupé y después retornar a tierras argentinas en la provincia de Formosa. Tras esa parada continuaron a un ritmo de 75 k/h por la ruta 81 que bordea el litoral argento hacia Salta y Jujuy y de allí hacia el altiplano boliviano.  

En la ruta empezaron a advertir un denominador común: que la gente es muy solidaria y que siempre les tendió una mano cuando lo precisaron. “Por eso en todo momento queremos transmitir que no todo está perdido”, exclama Pablo emulando quizá sin darse cuenta a uno de los clásicos de su paisano Fito Páez. “Damos fe de que hay muchos síntomas de pura humanidad a lo largo y ancho de los caminos”. “Mucha gente nos ha alojado en sus casas sin ni siquiera conocernos y han sentido angustia cuando nos fuimos”. “Nos han dado alojamiento, dinero, comida e incluso hubo mecánicos que no nos cobraron por arreglar el auto”, son algunas de las afirmaciones de la pareja aventurera. Todas esas experiencias son escritas por Pablo, quien tiene la pasta para hacerlo. No es la primera vez que retrata lo vivido; en 2011 falleció su padre, lo que provocó un profundo dolor que lo decidió hacerse mochilero. “Me fui de viaje por el sur argentino. En ese viaje descubrí lo que llamo la ‘magia del camino’ y sentí unas enormes ganas de transmitir que los sueños se pueden alcanzar. Así nació mi blog Andando y soñando que luego se transformó en libro. Tiempo después supe que quería que esa sea mi profesión, siempre transmitiendo un mensaje acerca de que la vida es un juego hermoso”.

Sorprendido. Pablo dice sentirse complacido con visitar Bolivia y admirar el teleférico de La Paz.

En este trayecto que pretende unir Argentina y México, Pablo y Marian comparten las crónicas de lo vivido pueblo por pueblo en las redes sociales. “La idea original del viaje era ir vendiendo el libro que ya había escrito, pero el auto se llevó la plata para reimprimir y tuvimos que buscar una alternativa. Así surgió la idea de imprimir un ‘librito’ de cinco cuentos y sacarle fotocopias; afortunadamente tienen muy buena recepción en la gente”, dice Pablo. Marian por su parte tiene el don musical, canta y ejecuta una caja coplera. “Eso también nos sirve para generar dinero junto a los cuentos; cuando se da la ocasión hacemos presentaciones en conjunto donde él lee algunos relatos y yo canto”, afirma ella.

La pareja expresa que cruzar hacia territorio boliviano los sedujo y les dio una gran lección. Confiesan que en los planes previos no figuraba visitar el país. “Habíamos escuchado malos comentarios y nos habían asustado, así que la idea era ir a Jujuy y de ahí a Chile, pero como dijimos, damos lugar a que el camino nos sorprenda. Ya en el norte de Salta empezamos a sentir el llamado de Bolivia como si fuese un canto de sirenas. Tanto nos resonó que decidimos cambiar el rumbo y venir”, cuenta Pablo. Así, el 31 de enero ingresaron por Bermejo y ya suman más de dos meses girando al país. 

“Estuvimos en Tarija, Potosí, Oruro y La Paz. La idea ahora es ir a Copacabana y de ahí cruzar hacia Perú. Ambos coincidimos en que Bolivia es una de las experiencias más lindas de nuestras vidas, estamos enamorados del país. Quien no está disfrutando mucho de la altura es el auto”, manifiesta él en broma. Y ella aclara que lo que más le apasiona es saber que los sueños se pueden cumplir “y comprobar que tenemos un continente hermoso lleno de gente con el corazón más grande que la cordillera de los Andes”. Son dos que van. Y hasta México no piensan parar.

Lo que más admira Marian de Bolivia son sus paisajes.