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Arquitectura cruceña

Durante la primera mitad del siglo XX, el poder económico y político aún giraba en la Bolivia minera, sumando a esto el poder político que se arraigó en La Paz desde fines del siglo XIX. Mientras tanto, Santa Cruz, el departamento y la capital, eran lejanos destinos donde por obvia consecuencia se contaba con un bajo nivel poblacional y nula infraestructura urbana y cobertura de servicios. Es importante conocer estos procesos para entender la realidad actual de la arquitectura cruceña.

En mayo de 1958 surge el Plan Techint, fruto de una convocatoria internacional realizada por el entonces llamado Comité de Obras Públicas C.OO.PP. y que luego de varios ajustes se adjudica meses después a la consultora Techint. Este Plan Maestro ordena las líneas de crecimiento de la ciudad, con una propuesta que se emplaza en el espíritu modernista de la Ciudad Jardín, donde se sectorizaban las actividades y se idealizaba una ciudad armónica organizada en anillos y radiales.

La segunda fecha simbólica es el 5 de agosto de 1966, cuando en medio de algarabía y en presencia de las autoridades de la época se hace el colocado simbólico de la primera loseta (adoquín) en una esquina de la plaza principal. Este es un antes y un después, dado que Santa Cruz de la Sierra inicia ahí un camino meteórico que la transformaría en 50 años de un romántico pueblo oriental con calles arenosas y unas decenas de miles de almas que la habitaban en la actual urbe metropolitana que bordea los 2 millones de habitantes.

La arquitectura es un reflejo de lo que piensan y hacen las sociedades. Una vez iniciado el fenómeno de crecimiento urbano y la vinculación de la región con el país y el mundo es que se pueden identificar las corrientes y tendencias de la arquitectura moderna en el siglo XX y la actual arquitectura contemporánea.

La primera se manifiesta a finales de la década de 1960, tiene sus mejores exponentes en los 70 y sobre el final de 1980 y 1990 se dan las primeras experimentaciones con la posmodernidad. El modernismo cruceño está marcado por las escuelas de arquitectura argentina y brasileña, dado que los pocos profesionales se debían formar en estos destinos o en La Paz o Cochabamba, cuyas escuelas eran los referentes nacionales.
La posmodernidad y la diversidad de “ismos” que se aprecian en Santa Cruz de la Sierra desemboca en diversas líneas que prosiguen los arquitectos cruceños, decantándose las tendencias neo racionalistas y las regionalistas que comienzan a experimentar y adaptar materiales locales como la madera, la piedra o el ladrillo adobito conjugándolos con elementos constructivos contemporáneos como el concreto, el vidrio o el aluminio.

El arquitecto Víctor Hugo Limpias habla de la “internacionalidad” de los profesionales cruceños, cuya formación heterogénea respondía a la antes señalada formación en el interior o exterior del país, dado que no existía una escuela local. Solo a partir de 1984 se comienza a formar arquitectos con una visión local, pero con un estamento docente muy diverso, produciendo una nueva generación de profesionales diversa, competitiva y muy expresiva en cuanto a espacios y formas.

El inicio del siglo XXI halla un escenario propicio para la arquitectura cruceña, que destaca nítidamente al influjo del volumen económico que impera en el departamento. Cifras del Instituto Nacional de Estadística (septiembre de 2016) citan que éste consume al año el 33% del total de cemento producido en Bolivia. La Cámara de la Construcción de Santa Cruz (Cadecocruz) indica que concentra el 49% del total de millones de metros cuadrados en construcción del país.

Esto también se enriquece con la llegada de las franquicias internacionales, en hotelería, comida rápida y retail, entre otros rubros: un gran desafío para el mercado local de los arquitectos locales que deben cumplir y competir en el desarrollo de complejos programas arquitectónicos y la aplicación de materiales y tecnologías nuevas, lo que redunda en una floreciente práctica profesional.

Nuevos nichos también se han abierto y consolidado en el mercado tales como la arquitectura efímera, el diseño industrial y el escaparatismo en una de las ciudades que más eventos, ferias y congresos de diversa índole congrega en la región.

Una mención aparte merece el llamado Triángulo de Oro, un sector urbano en la zona noreste de la ciudad donde confluye una serie de coincidencias que han decantado en una especie de “corazón financiero – hotelero” que proyecta un interesante sky line reflejado en una sucesión de inversiones inmobiliarias de alta calidad que se centran principalmente en las tipologías de vivienda, oficinas y hotelería.

También destaca la zona del Urubó que pertenece al metropolitano municipio de Porongo, cuyo desarrollo inmobiliario es claramente el de mayor crecimiento y proyección de Bolivia. En este sector destacan excelentes ejemplos de arquitectura de vivienda unifamiliar, así como grandes desarrollos urbanísticos de carácter privado, cuyo énfasis está en la alta gama de su arquitectura y la valiosa plusvalía que se conjuga con la belleza natural de la zona.

Dos indicadores de esto son los premios que otorgan por un lado la Facultad de Arquitectura Diseño y Urbanismo -(FADU) de la Universidad Privada de Santa Cruz de la Sierra (UPSA), que en sus 22 versiones anuales premia a la mejor arquitectura del año y el premio Gran Bienal a la obra construida, que otorga la Bienal de Arquitectura de Santa Cruz (BASC) del Colegio de Arquitectos de Santa Cruz (CASCZ); en ambos casos se destacan entre los premiados hechos arquitectónicos que destacan por la espacialidad de sus interiores, la gran factura en la tectónica de sus fachadas y la óptima resolución de programas arquitectónicos complejos.

Uno de los mayores retos que se plantea la arquitectura cruceña contemporánea es la calidad de los espacios que genera y que se conjugan armónicamente al influjo del clima local y las características de la idiosincrasia gregaria que caracteriza al cruceño. Este debe ser quizás el concepto más valioso que ha venido traduciendo de diversas formas la nueva arquitectura del milenio y que ojalá se conserve a futuro con el paso de los años.

La alta competitividad del mercado que se ha consolidado en las últimas dos décadas hace de nuestros profesionales arquitectos muy competentes y abiertos a adaptarse a futuros cambios y ritmos que implica la globalización del conocimiento y el ejercicio de la arquitectura, ahora en un ámbito global de comunicación y desarrollo. Hay optimismo respecto a aquello y es de esperar que eso redunde en hechos arquitectónicos de calidad en beneficio del ciudadano común.

El autor del texto es Ernesto Urzagasti Saldías, arquitecto y docente universitario en la FADU UPSA. También es el director general de la Bienal de Arquitectura (BASC) del Colegio de Arquitectos de Santa Cruz (CASCZ).