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La casa museo de Portlligat, refugio de Salvador Dalí

El bullicio de las olas del mar fue arrullo, música y musa para el genio español. Imponente pero sin perder ese aire bucólico, la laberíntica casa ubicada en Portlligat en la provincia de Gerona, Cataluña, fue el lugar en el que  Salvador Dalí (1904-1989) dividió su tiempo entre el amor por su esposa Gala (1894-1982) y la pasión por su trabajo.

La Casa Museo de Dalí de Portlligat es una de las tres puntas del Triángulo Daliniano, figura geométrica que aparece sobre un mapa de Cataluña cuando se traza una línea entre los municipios de Púbol, Figueres y Portlligat. Visitando estas tres localidades se puede entender mejor la trayectoria de este artista que, a pesar de su proyección internacional, estaba totalmente vinculado a su territorio, explica el portal gestionado por la Fundación Gala-Salvador Dalí —www.salvador-dali.org— desde el que se puede comprar el ticket de ingreso al museo —11 euros (unos 90 bolivianos)—, complementar el tour por la región y recibir información sobre las actividades de la fundación.

Un punto muy importante de este triángulo místico dedicado a Dalí es Portlligat, que ESCAPE visitó de la mano del lente de la fotoperiodista Wara Vargas.

Un reloj de sol en un muro de piedra de la fachada.

Salvador Dalí, el genial pintor de Figueras, vivió en esta casa —levantada en una bahía que fue antiguo refugio de pescadores— durante 52 años de su vida y compartió el espacio con su esposa Gala Éluard (la rusa Elena Ivánovna), que además fue su más grande musa: de alguna forma está ella presente en todos los rincones. El genio estaba tan unido sentimentalmente a esta comarca que jamás quiso romper lazos con ella, por lo que eligió sus paisajes como marco de trabajo.

Al llegar, lo primero que sorprende es ver la casa apartada del frenético turismo que circula en el pueblo. Pese a tener la agenda siempre llena —es importante comprar los boletos con tiempo—, el recorrido se hace en grupos pequeños que salen cada 10 minutos, lo que ayuda a preservar el misticismo que rodea tanto al lugar como a la obra del artista.

 El taller del artista, que contaba con un mecanismo especial para bajar las obras.

Al principio, Dalí compró una pequeña casa de pescadores y luego fue adquiriendo más —según reseña el portal viajablog.com—, armando así una curiosa vivienda formada por un conjunto de espacios singulares. La genialidad de las creaciones del que fue uno de los máximos representantes del surrealismo se reflejó también en sus espacios cotidianos.

Las embarcaciones a la orilla del mar reciben a los visitantes y los dirigen hacia el ingreso a la estructura que desde lejos destaca sobre el paisaje con las esculturas en forma de huevo que están instaladas sobre los techos de cerámica.

El punto de inicio del recorrido es el Recibidor del Oso, en el que destaca justamente un gran oso blanco disecado con una serie de amuletos colgados del cuello que fungía de lámpara, paragüero y arcabucero. Detrás de éste está un búho, también disecado. “Aquí, en esta casa, todo está disecado”, explicaba Dalí a la prensa cuando hacía visitas al lugar.

El dormitorio de la pareja, con camas separadas.

El conjunto se divide en tres ámbitos: el dedicado a la vida diaria de los Dalí, el taller del artista y los espacios exteriores.

En este primer ámbito destacan, en la planta baja, espacios como el comedor y la biblioteca. En el primer piso se encuentra la amplia habitación matrimonial donde Gala y Salvador dormían en camas separadas. La decoración es profusa. De ahí se ingresa al espacio que Gala utilizaba como tocador; al lado está la Sala Vestidor, un espacio rodeado de armarios con puertas cubiertas con collages de fotografías y recortes de revistas y periódicos que la misma musa obtenía y pegaba, donde además queda patente la intensa vida social de la pareja. Es un lugar particularmente apreciado por los turistas, pues tienen la posibilidad de entretenerse identificando la enorme galería de famosos que posaron con el polémico personaje. Nueve de las imágenes, por ejemplo, fueron tomadas por el renombrado fotógrafo Ricardo Sans, quien —como amigo de la pareja— también hizo reportajes gráficos sobre la vida cotidiana en esta casa.

Muy cerca está la Sala Oval, un espacio que la pareja utilizaba para recibir a los invitados, quienes se entretenían con la particular acústica del recinto, pues por su forma se producía eco.

El tocador de Gala, con un collage de recortes y fotografías que muestran la vida social que llevó la célebre pareja.

El segundo ámbito es el de trabajo de Dalí, donde destaca su taller. Éste tenía un mecanismo especial para que las obras desciendan desde el caballete hasta la planta baja. Allí además está una ventana con vistas hacia la bahía. En esta zona se hallan cuadros del autor —aunque ninguno que sea reconocido— y su material de trabajo: el caballete, pinceles, disolventes, óleos… Junto al taller está la sala donde se preparaban los modelos, contiene herramientas y aparatos ópticos, además de un busto de yeso del emperador Nerón.

En la recta final del recorrido, el guía, después de haber dado referencias de cada espacio al visitante, lo libera para que explore por sí mismo el tercer ámbito del conjunto, que está formado por los espacios exteriores. El Jardín de los Olivos rodea la casa y se accede a él a través de un patio que deriva a rincones curiosos, donde todo el imaginario de Dalí reluce.

Uno de los descansos en torno a la piscina, con un sillón de labios y los logotipos de Pirelli.

Está por ejemplo un pequeño comedor de verano o el Palomar, con un enorme huevo coronando la blanca estructura, y en cuyo interior tiene un video documental con imágenes del artista. Los huevos continúan decorando otros espacios del jardín, dando paso al Cristo de las Basuras, una escultura que representa a un Jesucristo yaciente formado en el suelo con los desechos acumulados después de una gran tormenta que azotó la región.

Dirigiéndose ya hacia la salida está una gran piscina con reminiscencias de las fuentes de los patios de la Alhambra de Granada, pero con una forma fálica y rodeada de los sofá-labios que se convirtieron en un sello del artista, así como  otros íconos pop como el logotipo de Pirelli. En este sitio es donde Dalí recibía a los seguidores y periodistas que querían conocerle. Siempre lo hallaban envuelto en un halo de misterio y glamour.

Detalle de la fuente que luce figuras de toreros de piedra en la piscina.

Terminada la visita, la bahía de Portlligat despide con brisa a los visitantes y les invita a recorrer el pueblo, después de haber compartido con ellos estos destellos de genialidad, arte y vida.