Argentina, factoría de series infantiles
De Buenos Aires salen producciones de Tv para niños que se emiten en cerca de 150 países.
A su alrededor, todos hablan en porteño cerrado, el argentino de Buenos Aires. “Boludo, fijate bien, es un enchastre, está todo mojado el piso, limpiá, apurate”, ordena uno de los técnicos por el walkie-talkie. Pero dentro del set en el que se rueda Soy Luna, en el enorme estudio a las afueras de Buenos Aires (Argentina) se desvanece. Todo está cuidado para que millones de niños de 150 países y 15 idiomas diferentes puedan identificarse con la protagonista, interpretada por una mexicana, Karol Sevilla. Lleva dos años viviendo en Buenos Aires para hacer el papel de su vida: Luna, adolescente que se refugia en patines y canciones.
Sevilla tiene 17 años y empezó a rodar con 15, pero sus seguidoras más fieles son niñas mucho más pequeñas. “Son series aspiracionales”, explica Cecilia Mendonça, vicepresidenta de Disney Channel Latinoamérica. “El público está en una transición, son preadolescentes. Están creciendo, pero todavía son chicos. El chiquito mira lo que hace el hermano grande. Es contenido sano, pero no infantil tradicional. Hay drama, es más sofisticado. Hay una conexión emocional”.
Productos. Diarios, patines, libros y más se venden con las marcas.
Argentina es el lugar elegido por Disney para lanzar al mundo estas series de éxito arrollador: Floricienta, Violetta, Soy Luna. No es casual. Aquí prácticamente se creó el género. La inventora fue Cris Morena, que arrancó en los noventa con Chiquititas. No imaginaba que llegaría tan lejos. Empezó a combinar canciones que escribía y tramas sencillas. Y creó escuela de actores: llegó a tener 50 familias brasileñas en Buenos Aires para rodar la versión para ese país. Llegó a vender sus series por todo el mundo y triunfó a lo grande con Rebelde Way. Ahí llegó la colaboración con Disney, que garantiza con sus canales millones de telespectadores fieles. La compañía estadounidense vislumbró el negocio y se quedó. Ahora domina la mina de oro de las series infantiles creadas en Argentina.
“La clave es que son historias universales”, explica Morena sentada en una oficina de estilo oriental a las afueras de Buenos Aires, donde tiene su productora. “Es como si dijeras ‘¿por qué tiene éxito Cenicienta?’. Todos los niños del mundo desean ser amados por los padres, ser reconocidos, tener amigos, hacer travesuras, cumplir los sueños”. Ella perfeccionó este negocio. “Estoy hablando de agarrar un proyecto y convertirlo en un disco, en un libro, en merchandising, en teatro, en un show musical, en una banda, en una película. Nosotros armamos Chiquititas para el mundo en todas sus posibilidades”. Morena inventó un género, pero plantaba en tierra fértil. Argentina es un país de actores, guionistas, directores, publicistas. Solo ahí, donde está concentrada, la industria audiovisual da trabajo a 28.000 personas, casi el 2% del empleo de toda la ciudad. Una potencia.
Niñas españolas, alemanas o polacas siguen estas series a más de 10.000 kilómetros de donde se ruedan. Arrasan en el mundo hispano. Unos 35 millones de niños están enganchados a Soy Luna solo en Latinoamérica. En algunos países se dobla, pero en España se mantiene la versión original. “Es muy guapa y muy maja”, opina desde Madrid Lucía López, una fan de ocho años. “Tiene acento raro, pero a mí no me importa. Me gusta cuando canta y cuando patina, ella se fue de México por sus papás, pero en Argentina va a un colegio muy bueno y tiene muchos amigos”.
Espectáculo. De la televisión, ‘Violetta’ pasó a un espectáculo en vivo que se vivió en numerosos países, incluyendo Bolivia.
“Está pensada para que se vea en todo el mundo. Esto va a África, Europa, a los países árabes. Yo recibo correos desde Angola, de chicos que quieren trabajar en la tira”, explica Jorge Nisco, el director, argentino, de Soy Luna y Violetta. Karol, la protagonista, no podría salir a la calle en casi ningún país de los 150 en los que triunfa la serie. Tiene 3 millones de seguidores en su canal de YouTube, donde cuenta su vida. Y se prepara ya para llenar estadios por todo el mundo como hizo su antecesora, Tini Stoessel, la argentina protagonista de Violetta, el mayor bombazo en lo que a series infantiles rodadas en Argentina se refiere. “No quiero que la fama me coma, no le hago caso”, se protege la mexicana con su sonrisa eterna. Su madre vigila sus pasos a pocos metros. Pronto descubrirán lo extraño que es encontrarse en un país como Italia, Francia o Israel y ver que todas las niñas se pelean por saludarla como si fueran amigas de toda la vida.
Le pasó a Stoessel. “Estábamos en Roma y no podía pasear, la paraban a cada rato”, recuerda Rodolfo Stoessel, su tío, productor y especialista en el sector, como casi toda la familia. Como el padre, Alejandro, creador de Patito feo, otro exitazo mundial. “Las niñas italianas aprendieron español para cantar sus canciones y recibo mensajes todos los días de Europa Oriental, donde hacen un gran esfuerzo para escribir en castellano para comunicarse con Tini”, cuenta su tío, orgulloso e impresionado a la vez. Casi 1 millón de entradas se vendieron en su gira mundial, en 2014.
Disney cuida todos los detalles para llegar al mayor número de países posible. Es el trabajo de Jessica Lefkovics. “Evitamos los localismos, buscamos expresiones que se entiendan bien en todas partes”. No eliminan los acentos, pero sí los suavizan. “Y si el personaje anda en bicicleta, tiene que tener casco”, cuenta Nisco. Un argentino difícilmente pensaría en algo así. Es Disney el que lo hace.
Artistas. Tini Stoessel protagonizó la serie infantil ‘Violetta’, así como el show.
Hasta los patines, epicentro de la trama, fueron escrutados. Se había pensado que fueran de hielo, habituales en Estados Unidos. Pero Disney entendió que en muchos países no son tan comunes, así que se cambiaron por los clásicos de cuatro ruedas. Madres y padres de todo el planeta conocen el resultado. Los de Luna, nada baratos (a unos 4 870 bolivianos), fueron el regalo estrella de las Navidades en España. Se vendieron 40.000, según datos de Disney. El merchandising, con carpetas, mochilas, estuches, cromos o libros, es un enorme negocio.
¿Y por qué Argentina? “Buscamos algo que genere rentabilidad, que esté en presupuesto sin comprometer el nivel de calidad”, explica Mendonça, la vicepresidenta de Disney Channel Latinoamérica. Los directores, que trabajan para Polka, una productora local muy reconocida, apelan también a la capacidad de improvisación de los argentinos, imprescindible en un rodaje tan complicado, con 80 capítulos por temporada. “Contamos con esa base de frescura: nos gusta y el público se da cuenta”, asegura Sebastián Pivotto, director de Once, la última apuesta, estrenada en Latinoamérica la pasada primavera. Su colega Nisco apostilla: “Los yankis inventaron la Coca-Cola. Nosotros, si no inventamos este tipo de series, sí las perfeccionamos. No me preguntes por qué, pero siempre funcionan”.