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Carabuco, un oasis para el arte sacro

En el centro de Carabuco, cuyas calles comienzan a llenarse de edificios modernos forrados de vidrio y pintados de colores llamativos, dentro de un templo colonial de fachada renacentista sencilla al cuidado de un poblador octogenario, hay un tesoro: una de las muestras de pintura colonial más importantes de Bolivia. En otro rincón del pueblo, a unos 10 minutos a pie desde la iglesia, cinco jóvenes pasan el día diseñando, esculpiendo, tallando y pintando vírgenes, cristos y ángeles que miden desde 60 centímetros hasta tres metros de alto. En Carabuco el arte sacro atraviesa su pasado, presente y futuro.     

La iglesia de esta población junto al lago Titicaca, que está a 156 kilómetros de La Paz, se construyó a fines del siglo XVI, según relata el libro El Purgatorio y el Juicio Final, restauración de cuatro lienzos monumentales editado por el Ministerio de Desarrollo Económico  (2005). En contraste con su exterior, el interior de la capilla está lleno de color. Las paredes están cubiertas por pinturas de ángeles, escenas bíblicas y cotidianas y representaciones de personajes históricos como el cacique Agustín Siñani, quien pagó la refacción y las reformas de la iglesia en el siglo XVIII.A pesar de la variedad de dibujos y altares, los elementos que más llaman la atención de los especialistas son cuatro lienzos — Juicio Final, Infierno, Gloria y Purgatorio— pintados por Joseph López de los Ríos en 1684. Conforman la serie Las Postrimerías y retratan, además de escenas religiosas católicas, al lago Titicaca como escenario de una narración cuyo protagonista es el dios andino Tunupa.

Todas estas pinturas que sirvieron alguna vez para evangelizar y que muestran la creatividad y el sincretismo de las prácticas religiosas andinas, ahora se aprecian brevemente cuando la providencia lo permite. El templo se abre durante la misa y cuando se es lo suficientemente persistente como para rastrear por el pueblo a don Cirilo Huanaco, el amable celador de la iglesia, guardián de los cuadros, altares, santos y reliquias que están en los depósitos. No tiene un salario —a pesar de esto cumple con esta labor desde hace 18 años— y debe trabajar para subsistir, por lo que no siempre está cerca del templo.

Algunos de sus oficios los realiza en el centro de formación técnica de la Asociación Familia de Artesanos Don Bosco. Stefano Zordan, un voluntario italiano que ha pasado más de una década de su vida en Bolivia, explica que esta obra social de la Iglesia Católica provee de educación escolar, manutención y especialización en carpintería, escultura y tallado a jóvenes de la zona. Una vez que éstos salen bachilleres pueden buscar su propio camino o quedarse a trabajar en los talleres de producción de muebles y de tallado artístico en madera.

“El problema de Carabuco, como de muchas otras zonas rurales, es que los jóvenes están migrando a las ciudades y dejan aquí solo a los abuelitos. Este proyecto les da la posibilidad de quedarse, de formar una familia y de especializarse. Como somos una institución sin fines de lucro, los chicos trabajan en calidad de asociados y ganan un salario justo”, comenta Stefano, que toma una taza de café mientras espera a Héctor Colque, asistente de la parte artística del taller.

Héctor tiene 32 años y está muy orgulloso de su trabajo, en su taller muestra el boceto y el modelo en arcilla de un diseño tallado en madera que envió hace pocos días a la iglesia de Copacabana. “En los modelos que estudié, la Virgen está mirando al horizonte, mientras que lo que hicimos fue darle más vida y hacer como si estuviera viendo a Tito Yupanqui (escultor de la Virgen de Copacabana)”.

El escultor boliviano estudió en este centro y cuando salió bachiller no sabía si dedicarse a la carpintería o marcharse para estudiar arquitectura. “Los voluntarios italianos me han animado a probar con la pintura y escultura, veían que tenía buena mano, por eso comencé a dibujar y después a tallar. Poco después fui a especializarme en Perú por dos años, con maestros italianos también. Cuando regresé a Bolivia, tomé a mi cargo el taller de escultura. Ahora tengo cuatro alumnos permanentes y una vez a la semana, todo el día, doy clases de modelado a los chicos del internado”.  

Junto a sus alumnos ha realizado grandes obras, una de las más importantes fue una pintura de un Santo Sepulcro que preparó para la Iglesia de San Antonio, en Cochabamba. “He tardado un año en terminar ese trabajo porque en la Biblia están escritas muchas narraciones que se tienen que sintetizar en una imagen y para eso tengo que estudiar bastante. Después hago varios bocetos a lápiz, junto con los chicos del taller. El segundo paso es la arcilla y recién pasamos al tallado”.

Héctor es parte de los 18 jóvenes que además de hacer tallados artísticos, religiosos y con otras temáticas, producen muebles en madera de cedro certificada. Todo lo que construyen está armado sobre la base de ensambles, lo que quiere decir que no utilizan clavos o pegamento. Se pueden hacer pedidos por su página de Facebook y al teléfono 2422330 en La Paz.

A Carabuco el arte y la religión le brindan un futuro, una posibilidad de sobrevivir, de no quedarse vacío. Los jóvenes carpinteros y talladores son su presente. Y Las Postrimerías resumen la cultura mestiza que es parte de la identidad no solo de este pueblo, sino de Bolivia.