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Magma, manantiales de piedra

Con varios cinceles y dos martillos, el artesano va dando forma al bloque de piedra. Algunos de sus compañeros ya han ido a la cantera del cerro Lechuguillas —en las afueras de Sucre—, mientras que otro ha cortado, con una máquina eléctrica, el pedrusco que muy pronto adornará alguna sala, porque todos ellos están creando dispensadores únicos para licor, cerveza, una gaseosa o simplemente agua. Este emprendimiento que surgió como un recuerdo del Día del Padre y se convirtió, en menos de un año, en un negocio que se está expandiendo en el país y el exterior.

El emprendimiento se inició sin quererlo, cuando la socióloga Mirna Yucra y el abogado Raúl Michel planeaban comprar un regalo para sus progenitores. “Queríamos hacer algo perdurable”, dice ella, que nació en Oruro y vivió toda su vida en Santa Cruz.

El dispensador es una máquina que proporciona golosinas, bebidas u otros productos sin que haya una persona que cobre por el servicio. Este artilugio fue creado por el matemático e ingeniero helenístico Herón de Alejandría, quien vivió el primer siglo después de Cristo. Según el blog La Información, el primer equipo dispensador en el mundo sirvió para repartir agua bendita en los templos. Su mecanismo era sencillo, pues al colocar una moneda en la ranura, ésta descendía sobre una palanca que dejaba caer el líquido.

Desde aquellos tiempos su uso se ha expandido a máquinas electrónicas que venden desde galletas, cigarrillos hasta café. Como el equipo creado por Herón, también hay dispensadores sencillos de líquidos, que tienen un tubo que conecta a un grifo, del que sale cualquier bebida que esté acomodada en la parte superior.

En ferias y mercados suele haber dispensadores hechos de plástico. Cuando se acercaba el Día del Padre de este año, Mirna y Raúl —quienes trabajaron juntos en varias consultorías en el territorio nacional— coincidieron en que querían regalarles algo que fuese imperecedero.

“La idea no era mía, sino de mi socio, Raúl”, aclara Mirna, aunque ambos pensaron en que fuera algo personal, práctico, innovador y bonito. De esa manera, sin haberlo planeado mucho, decidieron crear un dispensador hecho con un bloque de piedra. “Muy pocos creían en nosotros. Incluso decían: ‘¿Cómo vas a vender piedras?’. Pero somos tan capísimos que sí, estamos vendiendo piedras”, sonríe Mirna cerca de la plaza 24 de Septiembre de Santa Cruz, donde comenzó el plan.

Para hacer realidad el regalo a sus progenitores tenían que conseguir el pedrusco ideal, así es que se trasladaron a la capital de Bolivia, a las canteras donde hay piedra caliza, que se caracteriza por ser dura y pesada. Desde ese tiempo, parte de los 15 empleados de la microempresa se traslada una vez por semana a la cantera, de donde recoge la materia prima.

En los inicios los dispensadores eran sencillos, sin adornos; pero después se dieron cuenta de que podían crear figuras en alto relieve, así es que desde hace un tiempo reciben pedidos de nombres y apellidos. Por ejemplo, uno de los primeros trabajos fue un bloque que tiene grabado Raúl.

En otro se ve claro que se trata del doctor Pedro Pérez. “Es que los tallados son como los tatuajes, duran toda la vida”.

Para esta clase de labor, los artesanos suelen tardar aproximadamente tres días, dependiendo del tamaño y tipo de letra.

Con mucho cuidado y firmeza a la vez, como si se tratara de barro o un pedazo de madera, los artesanos empiezan a dar forma a la piedra, material con el que está prohibido equivocarse, más todavía cuando están haciendo arte.

“No cuentan con estudios en arte ni nada, pero hemos tenido la suerte de encontrarlos, porque presentan un muy buen trabajo”, resalta. “Hubo gente que trató de desanimarnos cuando nos decían que el negocio no iba a funcionar, pero mucho depende de cuánto confíes en la idea que tienes”, asevera Mirna, quien luego reconoce que en un principio desconocían cómo iban a trabajar, por lo que se organizaron, de tal manera que ella se encarga de publicitar el producto en las redes sociales, mientras que Raúl radica en Sucre para coordinar el trabajo.

Después de hacer tallados de nombres, el siguiente objetivo del emprendimiento fue hacer figuras o logotipos. Por eso comenzaron a fabricar dispensadores con escudos de clubes de fútbol y de familias, calaveras, avionetas, logotipos de empresas o de marcas de bebidas, el rostro sonriente que está en la Casa de Moneda de Potosí y hasta el símbolo de los masones.

Dependiendo de la complejidad de las figuras, esta clase de pedido tarda cinco días y cuesta entre Bs 500 y 1.200, como un dispensador que tiene a la Virgen de Candelaria en relieve, que es armado para un pasante del Carnaval de Oruro.

Estos productos sirven para cualquier tipo de botella, en especial para agua y licores. “Hay que tener cuidado con las sodas y con la cerveza, por el gas y la espuma”, advierte la microempresaria.

En poco tiempo, sin que se dieran cuenta, los pedidos han sido múltiples y de todas partes del país, con exportaciones incluso a Perú, Argentina y México, aunque sin un nombre que los identificara, hasta que la emergencia por ser bautizados hizo que entre todos nombraran el emprendimiento Magma, que así como aquella masa ígnea que sale de la Tierra, surgió el negocio de dos socios que querían regalar algo imperecedero a sus padres, aunque no lo lograron el 19 de marzo porque tenían muchos pedidos. Por eso, el recuerdo llegará a sus seres queridos —garantiza Mirna— esta Navidad.