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Averno, imágenes de un mundo fantástico

Una de las razones por las que Marcos Loayza hace cine es para compartir historias en las que su sensibilidad encuentra un goce estético. En el caso de su nueva película, Averno —que se estrenará en cines este 11 de enero—, también se trata de rendirles homenaje a los personajes históricos, religiosos y míticos que transcurren por el imaginario urbano paceño. “No me parece que nosotros tengamos que hacer reverencia a Homero, a Dante, a Goethe y no podamos decir qué es el Anchancho”.  

Esta cinta narra las aventuras de Tupah, un joven lustrabotas que sale a buscar a su tío que ha desaparecido una noche cercana a la fiesta de Todos Santos. En su recorrido, el protagonista descubre un universo entre real y maravilloso y pasa por lugares cargados de contenido simbólico que le permiten relacionarse con funcionarios públicos, artistas fallecidos —como Jaime Saenz y  Arturo Borda—, santos, kusillos, centauros, entre otros.

El dibujo fue para el director una fuente importante de información y una de las herramientas clave para la producción. En el proceso de investigación, Loayza se encontró con un contenido poco claro, que en su mayoría vino de testimonios españoles de la colonia. “Es paradójico que hayan sido los colonizadores quienes más esfuerzo han hecho para dejar testimonios sobre las culturas que existían aquí”.

Una de las dificultades fue hallar detalles concretos sobre los personajes elegidos, porque el resto de las descripciones vinieron de relatos orales, que tienen variaciones y contradicciones. Además, el origen de las leyendas se diluye con el paso del relato entre generaciones. “Somos una sociedad que no ha sabido valorar a sus poetas, que son los que permiten que se mantenga el conocimiento sobre una cultura. En la tradición oral se pierde el rastro de la raíz de cada elemento de un mito, y eso crea vacíos, que hemos ido llenando”.

En esta búsqueda se utilizó dibujos que vinieron de otro tipo de objetos, como grabados en piedra, tejidos y pinturas coloniales. En la Puerta del Sol el cineasta encontró referencias al Manqha Pacha (espacio de abajo), que utilizó como inspiración para diseñar lugares importantes en la película. Sin embargo, estas imágenes, como las que se hallan en los tejidos, son difíciles de leer. “Muchas de estas figuras están codificadas, es como tratar de hacer zoología con un dibujo de un cóndor en un tejido, no es una fotografía, es necesario descifrarla para poder utilizarla después”.

Luego de todo este proceso se hizo claro que el imaginario urbano paceño tiene componentes que son desconocidos para la mayor parte de la población. Por ejemplo, la influencia indígena de tierras bajas en la urbe andina. “Buscando información sobre algunos mitos, encontramos características que no tenían rastro en las leyendas aymaras, quechuas o urus. Después descubrí que en 1910, en La Paz había una gran cantidad de guaranís y matacos. Estos pueblos han dejado una huella muy importante, que es un dato que no se divulga casi nada”.

Después de terminar la investigación, los dibujos pasaron a ser una forma de sintetizar ese conocimiento y de recrearlo desde la mirada del artista. “A las bibliotecas la mayor parte del tiempo iba a dibujar, porque no tenía otra forma de aprehender ese contenido, al dibujar uno entiende. Luego he ido uniendo los hilos para darle una interpretación propia”.

El resultado es una película de 87 minutos, con un protagonista y más de 40 personajes de reparto. Para Tupah, interpretado por Paolo Vargas, Loayza tenía en mente un héroe arquetípico que no es común en la cultura nacional. “No construimos héroes, lo que tenemos son ‘genios y figuras’. Nos encargamos de descabezar u olvidar a cualquiera que tenga ese perfil”.

Para diseñar algunos de los lugares por los que transitaría el joven lustrabotas, el director se inspiró en diseños tiwanacotas. Estos sitios son de gran importancia porque instauran “puntos de encuentro” entre figuras que circulan en ámbitos opuestos este universo y funcionan como una reflexión sobre la dinámica social de una ciudad fragmentada como La Paz.

El título de la película juega con esta referencia al llamarse como un bar que alguna vez existió en La Paz. También se conecta con la tradición griega y romana que habla de un volcán desde el cual acceder al inframundo y con el mito andino que cuenta que para llegar al Manqha Pacha se debe ir por debajo de la tierra. “En La Paz los bares tienen tradicionalmente nombres que tienen que ver con esto: Socavón, Averno, El Sótano, Ojo de Agua. En otros lugares podrán llamarse Cielito Lindo, pero aquí no”.  

El director de arte de la película, Abel Bellido, encuentra en los bocetos y dibujos del storyboard de Loayza pautas simples y expresivas que le dieron mucha libertad para trabajar. Sin embargo, por las características de la cinta, también implicaron un reto. “Fue un desafío, por la misma ambientación mítica. Tuvimos que crear utilería pertinente, como figuras de sapos de un metro de altura, una trastienda donde cada objeto estaba puesto al revés, o un bar inundado de cerveza, por tanta ch’alla”.