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Doctora Ink, una médica aficionada a los tatuajes

La gente que estaba en el Aeropuerto Internacional Augusto Sandino de Managua (Nicaragua) se volteaba a verla, no porque fuese documentóloga en medicina forense boliviana, sino porque llamaban la atención algunos de los 51 tatuajes en su cuerpo, que hacían juego con su sombrero de copa y la ropa ligera que aplacaba el calor del país centroamericano.

Silvia Pinto Herrera tiene una extensa hoja de vida, que muestra la intensidad con que asume su existencia. Casi monja de la congregación del Santísimo Sacramento y María Inmaculada, médica con estudios en emergenciología y medicina forense en Argentina y Colombia, respectivamente; con experiencia laboral en entidades privadas y estatales, que incluye a la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA) y el Régimen Penitenciario, desde hace un tiempo se ha convertido en un lienzo viviente, donde artistas nacionales y extranjeros dejan sus mejores obras.

Realismo fotográfico, full color, japonés, watercolor, puntillismo, geométrico, vieja escuela… Silvia busca que los grabados en su cuerpo sean de distintos estilos y únicos, como el rostro de su madre y la muñeca vudú que le dibujó su sobrina, trazada un día antes de la entrevista.

Por otro lado, detrás de su apariencia dura y su vestimenta oscura está la Silvia enamorada, que se tatuó en un brazo: You give me a feeling that I never ever felt before (“Nunca me había sentido como me siento contigo”). También está la mujer que ama a su madre, la pacifista que lucha contra todo tipo de discriminación y la amante de los animales, que cuida en su casa siete gatos y nueve perros.

Conocida como la Doctora Ink (“tinta”, en inglés), hace poco abrió Medical Service, un microemprendimiento que ofrece servicios especializados en medicina y servicios complementarios, trabajo que complementa con Wall Stallion, empresa que la lleva a varios países para ser lienzo humano y también para que dé cursos de bioseguridad a los artistas del tatuaje.

“Les enseñamos desde lavado de manos, uso de barbijo, de material descartable, consentimiento informado que se debe hacer firmar al cliente antes de que se haga un tatuaje, para que ellos (los artistas) tengan una técnica lo más profesional posible”.

“Soy una médica como cualquier otra, voy a los domicilios a la hora que tenga que ir, porque al final hice el juramento hipocrático”, aclara la especialista, quien —confiesa— ha sido discriminada por su apariencia en algunos trabajos y por algunas personas, pero “toda la gente que me conoce y que alguna vez ha sido mi paciente sabe qué tipo de profesional soy”.

Al igual que en Managua, ahora en La Paz vuelve a llamar la atención de los transeúntes, esta vez vestida con un sacón negro y un sombrero de copa, además de su sonrisa contagiosa y porque es la Doctora Ink, la médica de 51 tatuajes.