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Carla Salazar, el estilo interior

Pequeño, pero grave, noble. Cubierta palo de rosa con letras impresas en cobre y verde. Un discreto patrón cachemir como marco delgado, aunque frondoso. Volumen discreto de cuadernillos cosidos a la francesa. Encantador en la sola estantería del saloncito con vista a la plaza. A la luz, la gama de colores de su propia cubierta se enredaba con el libro floral entre manos. “Me he acostumbrado a apreciar su estética silenciosa”.

Del saloncito, a las aulas de la carrera de Literatura y de allí a la oficina del proyecto de edición donde trabaja como correctora de textos, los libros son una compañía constante para Carla Salazar (28). Objetos cuya belleza “llama tu atención e, incluso, puede conmoverte”, apunta ella, muchos también portan la sobriedad amable que caracteriza el vestir de su lectora. “Intento que mi estilo sea —para mí misma, porque uno siempre debe vestirse para uno mismo— como tener un lindo libro entre las manos”.

A golpe de vista, su elegancia es romántica. Pero, ella corrige, “se aleja de lo obviamente girly y se acerca, más bien, a la moda masculina clásica. Zapatos tipo Oxford, camisas, tirantes. Además, mucha de la ropa que me compro es para hombre, en tallas pequeñas”. En la adaptación delicada de lo pulcro-varonil, y evitando “la ropa que te grita que está ahí”, esta literata y clarinetista es consecuente consigo misma en cada prenda que elige: “porque, ¿qué es el estilo sino un reflejo de nuestro interior?”.

Atenta a los detalles, a los gestos y vestidos de quienes conversan con ella, del saloncito al árbol de la plaza, Carla piensa en cómo los hombres y las mujeres atravesamos los lugares del mundo cada día. “Vivimos en un espacio casi siempre hostil y uno de los pocos modos que tenemos de contrarrestar esa hostilidad es mediante el arte y la belleza. Me parece que modificar el espacio adornando los cuerpos es simplemente un modo de sobrevivir”.