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Viaje familiar con máquinas rusas

Lo que hace diferente a esta comitiva es que está recorriendo la ruta por senderos poco habituales, más cerca de la naturaleza y lejos del asfalto. También es distinta porque dentro de las cabinas de cada auto están abuelos, padres, tíos, hijos y nietos. Se trata de un grupo de amigos que está construyendo una relación de parientes en torno a una pasión común: los vehículos rusos Lada, que fueron construidos, justamente, con el objetivo de que sean accesibles, baratos, cómodos y, sobre todo, familiares.

En 1966, el Consejo de Ministros de la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) aprobó la construcción de instalaciones industriales para la producción masiva de vehículos. Eran tiempos en que se salía de la Segunda Guerra Mundial y se estaba en las compuertas de la Guerra Fría, cuando los países capitalistas fabricaban cada año millones de automóviles, mientras que la URSS hacía apenas cinco vehículos por cada 1.000 habitantes de este bloque.

La misión del complejo industrial de la ciudad de Togliattigrad era producir un automóvil barato, duradero, de bajo consumo de gasolina, con prestaciones limitadas y un modelo que fuese aceptable.

El uso de la gata mecánica es sencillo, ya que existen cuatro pequeñas aberturas en el auto que dejan introducir el equipo.

La compañía se llama AvtoVAZ (Volzhsky Automobilny Zavod), que comenzó su producción con Zhiguli, un auto barato que fue la génesis de la motorización masiva en el territorio soviético; aunque el que tuvo más éxito fue Lada Niva, un todoterreno robusto diseñado en 1971, con el que varios automovilistas ganaron competencias como el Rally París-Dakar.

Reynaldo López se considera el más experimentado en estos vehículos en La Paz, ya que tuvo un auto VAZ por varios años. “Es la única marca que manejo porque es un auto muy noble, que nunca te deja en la carretera”, asegura el abogado que ahora tiene un Lada Niva plomo de cinco puertas, que continúa siendo un auto robusto y que se diferencia de los otros porque tiene llantas de aleación de 16 pulgadas y un interior con mejores tapicerías.

Como acostumbran hacer al menos una vez al mes, Reynaldo y otros dueños de Niva Lada se han vuelto a reunir para retar a sus autos en caminos poco convencionales, en esta ocasión en un recorrido por municipios del altiplano paceño hacia Puerto Pérez (provincia Los Andes), como parte de las actividades del club Lada.

Víctor Machicao, uno de los fundadores de este grupo de amantes del automóvil soviético, recuerda que la razón para que se juntaran fue un encuentro nacional de autos Lada en Santa Cruz de la Sierra en 2016, para el que siete motorizados partieron desde la urbe paceña.

Memorias. Los pasajeros de Lada saludan en un descampado.

“Los de La Paz nos destacamos aquella vez por el nivel de manejo que teníamos”, resalta Guillermo Molina, otro de los fundadores, quien inició este camino cuando su padre adquirió este coche que se caracteriza por “la rudeza y durabilidad”.

El punto de reunión para la caravana es Tejada Alpacoma, en el límite entre las ciudades de La Paz y El Alto. “Guille, ¿cómo estás, hermano? De tanto tiempo”, empieza a recibir los saludos de una jornada dominical que empieza temprano para los viajeros. Los abrazos, saludos y presentaciones continúan entretanto llegan los demás participantes. Azul, blanco, rojo, verde, guindo, negro, plomo… Los colores son disímiles, pero las formas fuertes del motorizado están siempre presentes.

El recorrido ha sido planeado con semanas de anticipación, después de que fuera puesto en consideración de los integrantes y de que haya habido un grupo de avanzada que revisó el sendero que se debe seguir. Por esa razón hay un coche designado que esté de líder y otro que se mantenga en el final, con la prohibición de que alguno se adelante a otro, con el fin de evitar algún incidente.

En la primera parte del viaje los conductores se sienten ansiosos y un tanto aburridos porque continúan en el área urbana de El Alto, por lo que en cuanto observan un charco profundo no dudan en pasar a través de éste y demostrar la potencia de sus coches, mientras la gente que está ahí los ve admirada y alguna que otra persona aplaude a los aventureros.

Prueba. La caravana ha llegado a orillas del lago Titicaca.

De a poco, la caravana pasa de las avenidas asfaltadas y adoquinadas a senderos donde solo hay tierra y paja brava que parecen llevar a ningún lado, y de edificaciones de dos y tres pisos a la altipampa protegida por cerros y nevados lejanos. En el sendero que lleva a Viacha es necesario hacer una pausa, porque el Mururata y el Illimani sirven de fondo para sacarse fotografías y estirar las piernas, en tanto que los niños juegan con pelotas junto a sus mascotas.

 Es tal la confraternidad en el grupo, que no hay problema en que un pasajero pase a otro vehículo para continuar la ruta. En este caso, el padre de Víctor acompaña a Reynaldo durante la travesía. Música latina del recuerdo, fútbol de los años 70 y 80, automovilistas como Armin Franulic, Dieter Hubner y Armando Paravicini. La charla continúa y las risas también dentro del Lada plomo de cinco puertas.

En el vehículo de atrás está Pavel Pacheco, quien durante un tiempo fue jefe de taller de Baltika —la empresa que importa los coches Lada— para después abrir su propio negocio y convertirse “prácticamente en el mecánico del club”.

“Durante estos años, Lada ha mantenido la forma con algunos cambios estéticos mínimos, como los retrovisores y guiñadores más grandes y un tablero más moderno”, explica el especialista.

La siguiente parada para la fotografía es Viacha, en las afueras de la fábrica de cemento, donde se yerguen imponentes estructuras inmensas que transforman la piedra caliza y la arcilla.

Posteridad. Las familias que participaron en el recorrido por el altiplano paceño se toman una foto delante de la iglesia de Laja.

La caravana continúa su periplo hacia el norte, por senderos inestables y con riachuelos que retan a los conductores. “El sistema 4×4 es único porque está patentado, no lo tiene ningún vehículo”, explica Pacheco. Se trata de un mecanismo de tres palancas que permiten que estos coches tengan doble tracción, fuerza y velocidad. “Es un auto 4×4 hecho para tener aventuras, viajar, ir a donde otros vehículos no pueden y buscar lugares donde no hay caminos”, añade el mecánico Lada.

El mediodía soleado y caluroso encuentra a la caravana en Laja, donde los aventureros se detienen en la plaza principal, comparten el almuerzo y se detienen un momento en la iglesia para sacarse otra foto para recordar ese momento.

Ronaldo Reque —dirigente del club— explica que los Lada llegaron al territorio boliviano en los años 80, a través de una empresa que importó los automóviles rusos para los miembros del Colegio Médico. “Después se perdió por varios años, hasta que, desde 2014, Baltika volvió a importarlos”, rememora quien lidera la comitiva porque fue quien planeó la ruta.

Mientras la caravana sigue su marcha hacia Pucarani, la gente que está cosechando papa, haba o quinua hace una pausa al ver los 14 automóviles que se enfilan hacia el lago Titicaca.

Los todoterreno demuestran su fuerza al cruzar riachuelos.

“Nos parece interesante compartir momentos de confraternidad y después poner a prueba estos autos, porque realmente son autos de verdad”, comenta Gonzalo Párraga, dueño de un Lada desde hace 20 años y quien comparte por primera vez una aventura con el club Lada.

Para formar parte de este conglomerado de amigos no se debe pagar inscripción ni hay otro requisito que no sea manejar un vehículo Lada y tener la predisposición de recorrer el país a través de caminos poco frecuentes. Hasta el momento han llegado a la laguna de Pampalarama, Coroico, Zongo e Irupana, entre otros varios lugares.

El próximo objetivo es visitar más sitios del departamento y luego del país, para que otras regiones crean sus propios clubes y, después, organizar un encuentro nacional en la sede de gobierno.

A través del polvo que levanta el raudo paso de los Lada se vislumbra poco a poco el Titicaca, más azul que de costumbre, bajo el cielo despejado. Después de más de 70 kilómetros de recorrido, los amigos arriban a Puerto Pérez (en la provincia Los Andes), donde los hijos comienzan a sacar los juguetes para jugar, en tanto que los mayores se reúnen para comentar anécdotas del recorrido familiar que ha sido posible gracias a un automóvil que proviene de la antigua URSS.