Icono del sitio La Razón

Los milagrosde la Virgen más pequeña

Cuando está por hablar de la Virgen de Letanías, Celestino Mamani suspira largo y profundo, y sus ojos se le empiezan a humedecer. “Tantos favores que he recibido…, soy un malagradecido”, repite varias veces mientras recuerda las bendiciones que le ha brindado la que es, posiblemente, la imagen católica más pequeña del mundo (de 19,5 milímetros de altura), que tiene devotos en Viacha y en el país. “Es la primera vez que veo a la Virgencita tan de cerca y es increíble. No sabe lo que ha hecho por mí”, dice.

Resguardada en la iglesia de San Agustín —en la plaza principal Mariscal José Ballivián—, la imagen se encuentra en el lado derecho del templo, guardada en un sagrario de madera y protegida por las figuras del Señor de la Sentencia y San Agustín. A 2,5 metros de distancia es difícil distinguirla, pero miembros de un comité de exprestes la bajan por unos instantes. En ese momento, como si la coincidencia quisiera que suceda así, Mamani —notario de Fe Pública que se hizo devoto de Letanías hace 12 años— la observa, se acerca y vuelve a suspirar. “Qué puedo decirle, no hay palabras para describirla”.

La figura es diminuta, del tamaño de una moneda de 10 centavos, aunque con los adornos de oro y plata, las medallas de reconocimiento de la Asamblea Legislativa y la ropa diseñada por el artista Mamani Mamani, alcanza los 20 centímetros de altura. Su imponencia llama a admirarla y verla con detenimiento: sus ojos diminutos parecen no perder de vista al ocasional visitante.

Con respecto a su origen existen varias teorías, aunque la más aceptada es la que escribió el sacerdote Guechi Revellín Pucho, en el texto titulado El milagro de la aparición de la Santísima Virgen de Letanías. Viacha es desde antes de la Colonia lugar de paso entre las minas de Potosí y Cusco. Por ello, se cuenta que un arriero —gente que viaja con bestias de carga— decidió pasar la noche en las faldas de un cerro cercano a Viacha ante la imposibilidad de llegar a La Paz. A la medianoche, cuando estaba dormitando, escuchó el repique de campanas y música de sicuris, y vio fuegos artificiales en el cielo. Al subir a la colina escuchó que rezaban las Letanías de la Santísima Virgen, pero cuando llegó a ese lugar no encontró nada. Después vio a una niña pequeña, quien al verlo corrió asustada. Al pensar que se había extraviado, corrió detrás de ella pero no la halló, y en su lugar descubrió una piedra con la imagen de la Virgen María, que llevó al Obispado de La Paz, donde fue bendecida y la llamó Letanías.  

Resguardada todo el año en la iglesia de San Agustín, la imagen es llevada el 13 de julio al cerro donde fue vista por primera vez, ubicado ocho kilómetros al sur de Viacha, para lo cual se debe recorrer por un camino ondulante de tierra, hasta llegar a los 4.142 msnm.

El investigador viacheño Jorge Cruz —quien nos acompaña hasta el santuario en el cerro de Letanías— cuenta que antes de la llegada de los españoles, este mirador era una wak’a, sitio sagrado que concentra la energía de los dioses en forma de rocas, montañas, árboles o lagos. La simbiosis de creencias se hace notoria cuando los pobladores reciben los primeros rayos solares para recibir el Año Nuevo Andino Amazónico, y el 13 de julio llevan a cabo una procesión en honor de la Virgen de Letanías.

José Montalvo, trabajador jubilado de la fábrica de cemento, al tocar la pared de piedra del santuario donde supuestamente fue hallada la imagen, siente un viento helado que sale de los resquicios, lo que da pie a contar un milagro de Letanías. Motivado por su fe, Montalvo aceptó ser preste de la Virgen en 1979, luego de lo cual fue nombrado alcalde de Viacha en diciembre de ese año. Duró en el cargo seis meses, pues el general Luis García Meza lideró un golpe de Estado y fue obligado a renunciar. Además de ello, miembros del Ejército recibieron la orden de detenerlo en su trabajo, pero no lo encontraron porque un amigo suyo lo escondió en una oficina. “Para mí fue la protección de la Virgen, que siempre me ha amparado”.

Para la fiesta hay tres elementos importantes: el preste, quien se encarga de todas las actividades religiosas; el muñi, que cuelga objetos de plata en el zaguán del santuario, y el fuegocero, quien lleva los fuegos pirotécnicos. Lucio Rojas, quien hace 12 años fue muñi y ahora tomó la responsabilidad de ser preste, relata que antes de aceptar la primera vez había sufrido un accidente de tránsito que le ocasionó problemas graves de salud y de dinero. “A los tres días que me han recogido, todos los problemas se han solucionado porque mi familia tenía fe”.

En otra ocasión, Rojas fue una madrugada a dejar forraje a una comunidad hasta los pies del cerro de Letanías. Mientras descargaban el material decidió caminar por el campo, cuando una pastora de la tercera edad y con un rebozo verde le preguntó qué hacía a esa hora en ese lugar. “Trabajá, trabajá; pero tienes que irte, porque has estado tres días acá y te extrañan en la casa”.

Después de despedirse, Rojas se preguntó cómo es que la señora sabía que se había ausentado de su hogar tantos días, por lo que comentó lo que le sucedió a un amigo. Éste le respondió que ninguna persona pastea ovejas tan temprano, así es que fueron juntos al paraje y no encontraron casas ni a ninguna persona. “La Virgen es algo especial, toda mi familia la lleva en el corazón”, asevera el preste, quien junto con un grupo de exprestes y exmuñis lleva actividades religiosas y de caridad, y son testigos de los favores que han recibido de Letanías.