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Una segunda oportunidad para caminar

Las gradas de la calle Aspiazu —en Sopocachi— son el campo de entrenamiento donde los pacientes pasan la última etapa de su reaprendizaje, pues están volviendo a caminar. Sus rostros se ven distintos a cómo llegaron porque ahora están ilusionados con la posibilidad de tener una segunda oportunidad de vivir, ya que tras haber perdido un brazo o una pierna y no tener el dinero suficiente para restablecerse han hallado un lugar donde reciben miembros ortopédicos.

“No puedo ni matarme”. Cuando Juan Carlos sostenía una regla metálica no se percató de que un cable estaba cerca. Se dio cuenta tarde, ya que su cuerpo recibió tal cantidad de energía eléctrica, que las quemaduras ocasionaron que le amputen los brazos y piernas. Pasó un tiempo desesperanzado de la vida, hasta que encontró una solución en la Fundación Prótesis para Bolivia (FunProBo).

El proyecto surgió con el nombre de Centro de Miembros Artificiales Matthew Pepe —dependiente de Rotary Club La Paz San Pedro—, que funcionó con el apoyo del médico pediatra Dante Chumacero y su esposa, la pedagoga Ivonne Evia, además del respaldo económico de Pepe.

Hace siete años, la pareja creó FunProBo “con el único objetivo de ayudar a personas de escasos recursos”, afirma Evia. Después de su respaldo durante la primera etapa —con la obtención de dinero proveniente de Estados Unidos—, Pepe se alejó del proyecto, por lo que los esposos Chumacero aceptaron el desafío de buscar, por su lado, los fondos necesarios para seguir transformando historias de vida que en un principio son duras, como el caso de Juan Carlos, quien, cuando fue por primera vez a la fundación, confesó a Evia: “No puedo ni matarme”. En otros casos, las personas que carecen de algún miembro son abandonadas por sus amigos y familiares, aunque en la organización han hallado el estímulo para superarse.

Provenientes de todos los departamentos del país, varios beneficiados venden lo poco que tienen, recurren a la ayuda de sus familiares, amigos o vecinos para llegar a la sede de gobierno, donde los Chumacero, técnicos especializados y voluntarios extranjeros se encargan no solo de fabricar las prótesis, sino también de dar apoyo psicológico a pacientes y familiares.

“Aquí, el beneficiario tiene que caminar”. Así como la entidad se encarga de los gastos, el paciente debe comprometerse a trabajar de manera ardua para reaprender a caminar. La fisioterapia es agotadora y la salida a la calle para dar los otros primeros pasos es atemorizante, pero el semblante es muy distinto a cómo llegaron. “Cambia desde el físico hasta el rostro desde el momento en que reciben la prótesis”.

Hasta ahora, 437 personas han recibido la ayuda de FunProBo, mientras que en un viaje reciente a Rurrenabaque (Beni) habilitó a otros 10 para que reciban ayuda. No obstante, los Chumacero son conscientes de que falta mucho, que necesitan el respaldo de entidades nacionales y del extranjero, y que los beneficiados consigan un empleo estable para sobrevivir. Pero también saben que su proyecto está yendo por un buen camino.