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Propiedad Pública familiar

La única condición que pone la chef paceña Gabriela Prudencio para hacer la nota es que todo su equipo sea fotografiado. De esa manera se resume el objetivo de Propiedad Pública: que el cliente sienta, huela y saboree la esencia de familia que existe en este restaurante de pastas ubicado en la zona Sur.

Gabriela cree que el hilo conductor de su vida ha sido el destino, pues sus primeros acercamientos a la gastronomía ocurrieron cuando formaba parte de los Scouts, cuando iban a acampar y era la encargada para preparar los alimentos.

Con los años consideró que sería una buena idea dedicarse a la cocina de manera profesional, “así es que allí empecé, tal vez sin saber mucho a lo que me estaba metiendo”. Cuando informó a sus padres que iba a inmiscuirse en el arte culinario, preocupados por su futuro le recomendaron que también estudiara una carrera universitaria. Fue así como se inscribió en Economía en la Universidad Católica San Pablo y, después, a los cursos de Cocina Profesional en la Escuela Hotelera.

Como era de prever, al poco tiempo dejó el centro de estudios superiores y escogió dedicarse por completo a la cocina.

Ese entusiasmo la llevó a conseguir una beca en The Culinary Institute of America, una universidad privada de Nueva York (EEUU), tiempo en que hizo, además, pasantías en el restaurante Equinox de Washington y en Lupa Ostería Romana, especializada en comida italiana, donde la boliviana se especializó en esos platillos.

Cuando retornó al país, Gabriela trabajó en Gustu, Jardín de Asia y en Red Monkey, lugares donde aprendió cómo funciona un negocio de la comida. “Había pasado por varias cocinas y quería hacer algo mío para mejorar ciertas cosas”, en especial la manera de manejar el personal. “Para mí, lo más importante son los chicos que trabajan aquí. Si ellos están felices, si les gusta lo que hacen, cuando vengan harán un buen trabajo; entonces, haremos una buena comida, habrá nuevas ideas y la gente estará bien atendida”.

En ese sentido, la culinaria italiana va en sintonía con Propiedad Pública. El menú consiste en antipasto (algo así como la entrada, que puede tener una panzanella, betarraga con jengibre o berenjenas al horno), primo piato (que tiene pastas como lasaña, gnudi o espagueti pomodoro), secondo piato  (el plato fuerte, que tiene carnes y pescados), il contorno (acompañamientos como coliflor al horno o zuchinni emparrillado), además de il dolce (postres como cannoli, panna cotta o granita). “Así está armado el menú, con la idea de que pidas de todo un poco y compartas en la mesa, que sea algo bien familiar”.

“Un día me dieron ganas de hacer sodas naturales, así es que comenzamos a averiguar la manera de incluir CO2 (dióxido de carbono) a los jugos”. De esa manera surgieron los jugos de mandarina con menta, piña con albahaca o chinchinela (soda de mocochinchi con almíbar de salvia).

En un ambiente amplio de mesas y sillas rústicas, flores frescas y cuadros de la fotógrafa Alejandra Reznicek, además de un jardín donde almorzar, Propiedad Pública tiene un poco de Edwin, Abraham, Jorge, Carla, Wilmer, Viviana, Micael y Carmen.

“Me gusta hablar de ellos porque todos piensan que yo sola soy Propiedad Pública, pero solo he plantado la semilla, porque ellos lo construyen y trabajan día a día”.

Alojados en la calle Enrique Peñaranda L29, en San Miguel —en una casa que estuvo deshabitada tres años—, es muy probable que el destino también haya querido que el ambiente sea el ideal para compartir buena comida italiana, jugos naturales con CO2 y un ambiente que, sin lugar, es totalmente familiar.