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Cóndor, el emblema de la libertad

El emblema de la libertadLa plaza 14 de Septiembre, uno de los sitios que congrega la historia de Cochabamba en cada uno de sus elementos, tiene entre ellos la Columna de los Héroes, donde yacen grabados los nombres de los cochabambinos que ofrendaron sus vidas a cambio de libertad, palabra cuyo símbolo es el cóndor que corona el obelisco.

Sobre el ave, muchas son las historias a contar. La primera se remonta al siglo XIX y certifica la existencia de “una alta columna de piedra, muy bien labrada, en cuya cúspide reposa un cóndor de bronce de dimensiones colosales”.

Carlos Lavayén, en su obra Patrimonio monumental del centro histórico de la ciudad de Cochabamba, se refiere al cóndor “como símbolo representativo de la libertad”. El ave, de una altura aproximada de 1,50 metros, mira hacia el norte y tiene el ademán de levantar vuelo.

La estructura, en homenaje a los patriotas de la revolución de 1810 y que sirve de reposo a la majestuosa ave, fue erigida en 1851, en el mismo sitio donde antes existió una fuente. En la base de la columna están incrustados cuatro mármoles con los nombres grabados de los cochabambinos que dieron el grito de independencia.

Sobre el ave, se desconoce su origen. Se sabe que fue fundida en bronce en Potosí y que, durante el traslado al valle cargada en mulas, sufrió una caída que averió las alas. Por ello sufrieron cambio de forma y material. El historiador Augusto Guzmán hace referencia al impasse afirmando que “perdió las alas en el camino” y desde entonces “la morfología del cóndor ha ido modificándose de acuerdo con la inspiración de artistas municipales”.

El cóndor, de acuerdo con el relato de Ramón Rocha Monroy, cronista de la ciudad, fue donado por la familia Arévalo. En su libro Anécdotas de Cochabamba, relata que hablando con Jorge Arévalo, propietario de la disquera ubicada en la plaza 14 de Septiembre, éste le contó que su familia donó el monumento a la ciudad. El donativo tuvo como recompensa la otorgación de “una lengua de tierra que se extendía del monumento a Bolívar, en El Prado, hasta orillas del río Rocha”.

Don Jorge contó que el primer oficial muerto en la Guerra del Chaco fue el subteniente Antonio Arévalo La Serna (1908-1932), que falleció el 29 de junio de 1932. Era cochabambino y nieto del héroe de la Guerra del Pacífico Mariano Fernando Arévalo Maldonado, cirujano del Batallón Aroma, quien fue propietario de la lengua de tierra mencionada. En su honor se abrió una calle en el predio que hoy lleva el nombre de “Teniente Arévalo”.

En 1940, el cóndor fue tema de controversia: la población observó “su pertinencia y su categoría estética”. Lavayén describió que el 7 de octubre de 1941 se emitió una convocatoria que argumenta: “El Cóndor de metal existente en el obelisco de la libertad no reúne condiciones simbólicas ni estéticas suficientes, haciéndose necesario proceder a su sustitución mediante otro cóndor de bronce, que constituya una clara expresión del símbolo de libertad boliviana”.

Se convocó a artistas a hacer una escultura de un cóndor en actitud de vuelo. El premio: un diploma y 3.000 pesos. Al final, con solo dos propuestas presentadas, se encargó la obra a la Escuela de Artes y Oficios de Santiago de Chile.

Entre las historias, también se cuenta que este cóndor es la réplica de un ave que convivió en la plaza de armas y fue, en una época, mascota de los cochabambinos.

La imponente ave fue criada por los “Soldados del Piquete” en el viejo canchón de la Policía de Cochabamba, ubicado en la acera norte de la plaza. Ocurrió allá por 1914 y se cuenta que fue amaestrado y adoptado como mascota de la columna.

Comía con los uniformados y disfrutaba no solo del “rancho”, sino también de la chicha. Llegó a vivir muchos años y se convirtió en la atracción de la plaza principal. Sin embargo, tiempo después se hizo agresivo, le gustaba picotear las líneas telegráficas de la zona y, además, derrumbar a toda mujer que llevara un bulto atado a las espaldas, en busca de carne.

Ante esta situación, las autoridades policiales ordenaron su fusilamiento, a pesar de la oposición de sus cuidadores.

Una mañana, en el canchón de la Policía donde fue criado, se dio lectura a la sentencia y fue llevado al paredón. Como último deseo se le proporcionó un trozo de carne. Luego sonaron los disparos.

Hubo tanta tristeza que, en su honor, se propuso que se coloque una réplica del ilustre personaje en la plaza principal.

Foto: www.cochabamba.bo / fERNANDO ZERAÍN ABECIA