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Cuando cuidar el cuerpo se convierte en una cuestión de vida

Leydi Liu tiene una sonrisa de niña, un cuerpo de adolescente y mientras camina va exhibiendo, como una mentira, sus 23 años. Ella es uno de los ejemplos vivos de la juventud china y sus hábitos para mantenerse fresca, lozana… y radiante. En su dieta diaria están los pescados, vegetales y algunas legumbres. ¿Carne?, “no, gracias”, dice la traductora que no es capaz de hablar sin sonreír. Luego acota: “Bueno, sí… un poquito”. La dieta es una parte fundamental de quienes viven en la otra parte del mundo, allí donde se supone que están de cabeza, aunque ellos juran que nosotros somos quienes nos encontramos “patas arriba”. ¿Será por eso que vemos el mundo y la dieta de diferente manera y amamos las carnes y las grasas? eso sí, los asiáticos se asombran cuando mostramos nuestros trancapechos, chicharrones y demás platos que deliciosamente acogotan a nuestras arterias.

El cuidado del cuerpo es valioso para las chinas; y también para ellos. No importa la edad, lo realmente valioso es estar bien, en todos los sentidos que esta palabra adquiere en el país más poblado del mundo con 1,3 mil millones de personas (quizás algunos cientos de miles más o menos).

Leydi Liu (quien occidentalizó su verdadero nombre chino para tener más cercanía con los turistas con quienes trabaja) no solo se cuida al comer, ella es una experta en bádminton (el deporte olímpico que parece primo hermano del tenis; pero que es más lento). Trotar, hacer ejercicios de relajación es una costumbre tan común casi como hablar a gritos. Así, en las plazas verdes de Jinhua (en la provincia es Zhejiang) hay legiones de gente joven y vieja que hace de su cuerpo un templo y le rinde honores.

En Jinhua el transporte casi se reduce a las dos ruedas: bicis y motocicletas (eléctricas, por aquello del cuidado del medio ambiente). Las bicicletas “públicas” tienen una característica: funcionan por tiempos determinados por el usuario, quien las toma donde quiere y cancela desde el celular. Las mismas pueden ser abandonadas en cualquier calle, para que el siguiente usuario haga uso de ellas.

Este culto al cuidado físico tiene sus resultados. La gente mayor (setentera u ochentera) es capaz de estirar los brazos hasta topar las puntas de los pies, sin necesidad de doblar las rodillas.

Para Leydi Liu —quien además es fanática de saltar la cuerda— cuidarse es vivir. No le teme a los espejos, es más, los adora… casi tanto como hacer ejercicio para sentirse una mentirosa perfecta.