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Jit frente al Illimani

Los descansos de las gradas que van desde la plaza Camacho hacia el Parque Urbano Central suelen estar copados por bailarines, sobre todo fanáticos de Kpop. Cerca, delante de un mural que muestra al Illimani sostenido por una mujer, Michael Manson Jr., Mike, comienza a improvisar al ritmo de música electrónica, más conocida como ghettotech, que marca un ritmo muy rápido, casi frenético, seguido muy de cerca por la velocidad de sus pies. La música, así como el estilo de baile, pertenecen a las zonas más escondidas de Detroit y podrán verse en La Paz en un espectáculo de la Escuela de Baile CAP al que ha sido invitado.

El universo de los estilos de baile callejero de Estados Unidos es mucho más vasto de lo que muestra la televisión o las películas. Está el Memphis jookin, el jerkin de California o jukin de Chicago. Mike, que nació en Detroit, difunde el jit.

“Comencé a bailar como muchos niños, mirando la televisión e imitando a grandes como Michael Jackson. Y cuando tenía como 13 años decidí participar en batallas de baile como popper (estilo diferente al break dance, en el que se contraen músculos individuales para crear ondas en el cuerpo)”, narra Mike.

El artista se desarrolló primero desde el hip hop porque el jit es una forma casi clandestina de baile, relacionada con las pandillas, que solo puede verse en las zonas más conflictivas de Detroit. Se creó en 1970 y se ha desarrollado hasta la actualidad. También es conocido coloquialmente como “footwoork” (trabajo de pies) —aunque Mike recalca que es más que eso— y es practicado generalmente por hombres afroamericanos. Solía bailarse al ritmo de música popular que se pasaba por la radio hasta que, más o menos diez años después, apareció la música techno.

“Poca gente sabe que este género musical se creó en Detroit, la mayor parte piensa que es europeo, pero se inspiró en el ambiente industrial y mecanizado de esta ciudad, conocida por su industria automotriz”, explica Melanie Van Allen, bailarina y coreógrafa estadounidense que realiza estudios sobre esta cultura y quien fue el contacto para que el bailarín sea parte de las presentaciones de la Escuela de Baile CAP, el 19, 20 y 21 de octubre —el viernes y sábado a las 19.30 y el domingo a las 17.30— en el Teatro Michael Donahue (Colegio Calvert, pasaje Kantutas esq. Calle 10 de Calacoto).  

Fue en la secundaria cuando Mike, que ya estaba familiarizado con el jit, participó un par de veces en el Concurso Nacional de Arte de la Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color (NAACP, por sus siglas en inglés), y en 2006 ganó. Esta victoria le demostró que el baile podría ser más que un pasatiempo, tal vez incluso una carrera.

“Me sentía una celebridad porque toda mi comunidad me conocía y era dueño del escenario. Después, entré al mundo real y me di cuenta de que aún tenía mucho por aprender”, explica el artista, al narrar lo que sucedió luego de su primera audición para el programa So you think you can dance. Allí los jueces vieron su potencial, sin embargo lo pusieron a prueba con una coreografía que no pudo seguir, porque aún no tenía educación formal en danza.

Mientras se presentaba en diferentes clubes y viajaba para aprender nuevos estilos —como el house, que conoció en Filadelfia— se abrieron las puertas de una oportunidad inesperada.

“Estábamos ensayando cuando vimos que una mujer estaba observándonos detenidamente, luego se acercó y comenzó a corregir nuestros movimientos. Cuando se identificó, entendimos todo. Era representante del equipo de danza del equipo de bástquebol The Ditroit Pistons y nos invitó a participar en una audición”.

Esa fue la escuela que Mike necesitaba. Cambió las calles por las canchas y las batallas por los espectáculos de medio tiempo. “Cuando comencé ni siquiera sabía contar, menos seguir una coreografía. Eso lo aprendí allí”. Sin embargo, no todos los bailarines de su grupo estaban en la misma página. Algunos participantes, que pertenecían al grupo Hard Core Ditroit, vieron en el liderazgo de Mike una visión con la que no estaban de acuerdo, así que decidieron alejarse del equipo.

“Hablamos y lo único que me dijeron es que yo tenía que construir mi  camino. Fue extraño, pero me obligó a creer en mi propia visión y el equipo de danza me apoyó porque veían fuerza en el jit. Se dieron cuenta de que era especial”.

The League, el grupo que Mike había fundado y que se convirtió en el núcleo del equipo, comenzó a recibir atención de grandes artistas. Coreografiaron y tuvieron presentaciones con MC Hammer, Salt & Pepper, Vanilla Ice, Flo Rida, The Temptations, 112 y Sheila E, entre otros.

Bailar con Ditroit Pistons lo formó, pero no pudo con su carácter. Humildemente, admite que tenía una mala actitud, que sentía que recibía mucho menos de lo que daba y comenzó a dejar que la rebeldía y la indisciplina fueran más fuertes que lo que aportaba cotidianamente. Al final de la temporada de 2014 lo despidieron.

So you think you can dance es un reality show estadounidense con más de diez temporadas y nueve premios Emmy, donde bailarines de todo aquel país pelean por ganar y darse a conocer. Tras su despido, el jitter comenzó a entrenar con mucha fuerza y llamó la atención de los productores del programa. Hicieron una retrospectiva del estilo junto a los creadores y le dieron unos minutos para mostrar su talento: Mike subió al escenario, saludó, coqueteó un poco con Paula Abdul —cantante y bailarina, quien es jueza del certamen— y le mostró al mundo de lo que se trata el jit: ultra veloz bombardeo de movimientos de pies, cortos y explosivos, que a momentos se repiten y  permiten que la atención se centre en las manos, que antes solo acompañaban.

Si bien pasó aquella etapa de la audición y llegó hasta Las Vegas, lo mandaron de vuelta a casa. La fama que ganó le dio popularidad, pero no trabajo seguro, así que aprendió que lo importante es tener una misión: “No todo es ego, no todo es mostrar aquella imagen del bailarín duro, que toma todo personal. Aprendí que en esta industria realmente pueden tomarte en cuenta un día y olvidarte al siguiente, así que cada uno debe pensar cómo quiere ser recordado. En mi caso, como una buena persona que está orgullosa de su cultura y que quiere tocar con el jit no solo a quien está delante, sino a todo el mundo”.