Icono del sitio La Razón

Chau chau 2018

Fueron dos años de conciertos por Bolivia, 52 en total, solo faltó Beni y Pando. Chan Chan. Se acabó el retorno de El Papirri. En los dos últimos conciertos del Nuna dimos todo con la batería en rojo, salieron lindos. Quisiera referirme a algunos de los músicos que marcaron mi vida en estos dos años de retorno. El bajista Raúl Flores.

Siempre sereno, seguro, muy profesional. Ha sacado un CD como solista con sus composiciones. Toca con el jazzista cruceño Carlos Fischer, todo un proyecto sonoro.

Tuvo su época de cumbia y preste y se dio cuenta de que no hay que mancillar el espíritu, la música es delicada, si no la cuidas te deja. Junto a Heber Peredo —virtuoso/estudioso de 25 años— hacen una dupla segura, se escuchan, sonríen, dialogan. Alguna vez le dije al Heber: “Yo no toco con músicos, toco con artistas”, el artista desmantela la técnica y la lectura para insertarse en el sonido y disfrutar del todo, contribuye cuando debe, se escucha en los otros, entra gustoso a ese limbo musical del instante. Roberto Morales, el Roby, es un saxofonista sólido además de flautista y zampoñero. Siempre de buen humor logra ser líder de camerino, apacigua, une, en escena tiene un sonido macizo y lee a la perfección.

Estos tres músicos más Tincho Castillo son el for export de la veracidad en nuestra música popular de la city, no llegarán solo a la saudade migrante sino al mundo. Tendrán que trabajar su identidad, aunque a este universo bobalizado no le importe. La identidad con interculturalidad tal vez pueda ser el camino. Y si no, ni modo cuasimodo, las ideas de este cuarteto se extenderán al planeta… seguro. Estoy escuchando mi Zamba geisha mediante el dúo Peredo/Castillo, la tocaron este año en el Festival Internacional de Jazz en Francia, suena como yo hubiera querido tocarla. Fueron mis alumnos.Me superaron. Fui un buen profesor. También fui un gran futbolista. Fui un gran amante. Como fui un buen cantautor. Y un buen guitarrista.

¿Qué soy? Una masa de carne herida/ un soplido arrugado con esperma/ unos lunares diluidos en costilla/ una lamida en esta noche llovida. ¿Qué soy? Una calavera en minibús/ un ronquido en tu quejido/ un anticucho en sobredosis/ una soledad sin motivo. Aishta pues… puedo ser poeta…

Sobre Ariel Choque, es un charanguista diferente, un quirquincho caribeño, siempre tiene algo que decir fuera del lugar común. El batero Vico Guzmán estuvo, se fue, volvió, conoce mis canciones hace 25 años, es un buen músico y amigo, sabe envejecer. Yo no. Mi espíritu juvenil me traiciona, dicta instrucciones a un cuerpo que no puede cumplirlas, así que mejor respiro hondo y amuki. Amuki es un buen título de disco. El silencio truena en tensión. “Escucha ps el minuto de silencio”, me dice El Papirri harto de retornos y despedidas. ¿O será que me faltan bares? ¿O será que me falta abismo? ¿O será que me falta valor? Ya los tuve, y demasiados, no provocaré, kero durar.

Tuve tantos invitados en mis conciertos que tengo empache de invitados, sobredosis de compartir escenario. Se dejó el mensaje de compartir música hasta el hartazgo. Quiero resaltar la figura de Chelo Arias en mis convidados, cantautor sutil, cantante exquisito, presencia de luz. Como la del Papirri’s Kínder, estampa de ternura. A Los Bolitas no los olvido, su sonido funky paceño quedó tatuado en el video de retorno. Re-torno. Vuelta de tuerca. Retiro. Doble tiro.

Destacar también a mi banda cochala, generación joven, la mayoría estudió en Buenos Aires. Luchito Mercado, gran percusionista y baterista, toca con el sentipensante, hoy se aburre en caporales pero está ahorrando, ya volverá. El valiente Coquito Claros (saxos, zampoñas) muy sutil en sus aportes. Hugo de la Fuente, bajista de 26 años recién graduado de la Escuela de Música Popular de Baires, otro novel artista. Miky Crespo, baterista y percusionista graduado en Barcelona, siempre de buen humor, muy preciso, de gran voluntad. Luciel Izumi, joven charanguista, se proyecta como la mejor del instrumento. Mi gratitud para todos ellos.

Parece que ya no tocaré en Alasita, mejor compraré a las doce. Parece que ya no cantaré en la verbena, mejor le cascaré un sucumbé. No quiero volverme llavero. Me sacudo las penas y agradezco a los que pagaron su entradita. A los que me apoyaron medio yuca en escena. A las que inspiraron algún verso. Alas que se desgastaron. Alas que renacerán. Pico pico, ya no mames. Pico viejo, hay que renovar. Re-no-bar. Reno en bar. Chau chau, retorno. Chau chau, lucecitas de colores. Con El Papirri Sinfónico me di un atracón de instrumentos, gula de sonidos, mímica de egos, y tú que me lees dishendo este cojoro con sus huevadas y yo escribiendo esto sin motivo.

Sí pues, sin motivo ha sido todo. Por eso ha sido mejor. Chau chau gente linda, será hasta una próxima cuando me cure de este empacho, de esta tendinitis del alma. Ahora tocaré cuando me lo pidan, ya no va más esto de rogarse un auspicio, un boleto de avión, vengan pues, una entrevistita por favor. El contreras descansa. Siempre tenso, pero descansa. ¿Qué se viene al frente? Ni idea. Tal vez una quinta vida de pseudojubilado, llena de achaques, lecturas sueltas, viajes, pagar facturas, hacer mercado. Hoy las caseritas me cambiaron a cawallero y eso duele. Hasta aquí fui el joven centenario.