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Fantasmas de Pulacayo

Pulacayo es más que un cantón del municipio potosino de Uyuni. En torno a su existencia hay historias que mezclan épocas gloriosas relacionadas con la empresa minera Huanchaca y las luchas sindicales, así como también un presente de abandono. Una de éstas lleva a los orígenes de este pueblo y confluye en la presencia de fantasmas, cuando el pulacayeño Everth Flores Montoya trabajaba como encargado de la ex Casa de Hacienda de la Sociedad Mineralógica Huanchaca, donde aprendió “a convivir con ángeles del cielo y fantasmas del subsuelo”.  

“Requiero saber si les interesa una historia extraordinaria”, escribe Flores para iniciar su relato, que comienza a inicios del siglo XIX, cuando fue construida la infraestructura que ahora protege el Museo y Archivo Histórico de Pulacayo.

De acuerdo con documentos que se encuentran en la Casa Nacional de Moneda (Potosí) y en el Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia (Sucre) —papeles que fueron recopilados por Flores—, la ex Casa de Hacienda de Huanchaca fue obra de Mariano Ramírez, un potentado capitalista potosino que —el 17 de diciembre de 1833— registró legalmente la Sociedad Mineralógica Huanchaca con empresarios chilenos, para lo cual invirtió todo su capital y las reservas de cobre de sus otros asientos mineros; aunque, a pesar de ello, el proyecto no generó dividendos.

De hecho, el plan tuvo que ser replanteado varias veces por recomendaciones geológicas. Por ejemplo, para el suministro de agua construyeron un acueducto que conectaba Tomillo, Falsuri, Huanchaca, Pacamayo y Pulacayo, además de trabajos para garantizar que la corriente de aire mitigue el calor intenso del interior de la mina y reduzca la presencia de gases tóxicos que brotaban del cerro.

Nueve años después de la constitución de la sociedad, Ramírez inauguró el socavón San León el 28 de junio de 1842, lo que —para el autor— es la  verdadera fecha de creación de Pulacayo. “En resumen, el proyecto consolidó los cimientos de una gradería especial debidamente porteada con acceso directo a una plataforma, reforzada con rieles de acero que descansan sobre sólidas zapatas de piedra maciza, y sobre cuya plataforma (…) se edificó la Colonial Casa de Hacienda al pie del Cerro Paisano”, describe Flores.

Durante la construcción de la mina perecieron decenas de indígenas por la falta de equipamiento y la carente seguridad industrial. Por ello, se dice en el pueblo que hay varias almas que quedaron atrapadas en su interior.

Ramírez falleció el año 1865, endeudado y aún con la esperanza de que su mina le iba a dar mejores condiciones de vida y que los barrios que surgieron en torno a la Casa de Hacienda iban a prosperar.

Si bien la suerte fue esquiva para el empresario potosino, todo lo contrario ocurrió con Aniceto Arce, quien a sus 32 años y con capitales provenientes de Inglaterra, Francia, España y Chile conformó la Compañía Minera Huanchaca, que se convirtió en una de las principales del mundo. Entre 1873 y 1901, la empresa extrajo 4.520 toneladas de plata, con un valor de 25 millones de libras esterlinas de la época.

Con la nacionalización de las minas de 1952, la Corporación Minera de Bolivia (Comibol) se hizo cargo de Huanchaca y, también, de la Casa de Hacienda. Los años pasaron y, en febrero de 2017, Herbert Flores fue contratado como encargado de la infraestructura que se convirtió en el Museo y Archivo Histórico de Pulacayo, donde el investigador recopiló datos históricos del lugar  y tuvo —asegura— contacto con los espíritus de la mina.

“Habían pasado 10 días desde mi llegada (a la ex Casa de Hacienda) y aún me decía, echado sobre la cama: ‘Tengo que dormir’. En ese mismo momento, como todas las noches, volví a escuchar ronquidos: unos cerca de mi oído izquierdo (de una mujer) y otros a la derecha (de un varón). Estaba totalmente inmovilizado, escuchando cómo se aceleraban los latidos de mi corazón, mientras mentalmente comentaba: ‘Esto es real, está sucediendo. Escucho los ronquidos, pero no los veo. No es natural, pero está sucediendo’”.

No era solo eso, sino que también escuchaba pasos que bajaban por la escalera metálica del patio interior, de seres que transportaban objetos hasta su dormitorio. Después de 35 días de haber convivido con este fenómeno, Flores contó esa experiencia a su esposa, quien le recomendó que llevara a la ex Casa de Hacienda una vela, la encendiera y que dijera al ser, “sea quien fuere”, que descanse en paz.

“Hice exactamente tal y como me dijo (mi esposa). Llegué de noche al cuarto y encendí la vela”. Después de un sueño profundo por el cansancio, Flores despertó la madrugada siguiente y fue a la habitación donde estaba la vela, por el temor de que quemara la mesa; pero se sorprendió al ver que la cera había formado una franja delgada con forma de C, que podía ser la inicial de un nombre o de una palabra.

Ese fenómeno hizo que Flores investigara más sobre la historia de la ex Casa de Hacienda. En esa revisión encontró una bibliografía de Aniceto Arce, escrita por Ramiro Condarco, en la que descubrió que los restos mortales de Mariano Ramírez y de su esposa fueron trasladados de Portugalete (centro minero de Atocha) a la capilla ardiente que está al lado de la ex Casa de Hacienda, “en memoria de quien destinó todos sus recursos económicos y su juventud”.

Estos datos son el adelanto del libro Narraciones Históricas de Pulacayo,  que Flores presentará el próximo año y que contará esta experiencia atípica y más datos sobre el pueblo minero.

“Algunos envidiaron esta experiencia, con ángeles del cielo y fantasmas del subsuelo. Otros, como el párroco de Uyuni, cuestionaron mi valentía. Personalmente, tras un año de mi alejamiento (de la ex Casa de Hacienda), el trauma es difícil de superar totalmente. Ante todo es importante destacar que aquí está gran parte de la historia (…) de la revolución social de Bolivia, que es custodiada por seres extraordinarios, como un homenaje permanente al departamento (de Potosí), que brindó su riqueza a Bolivia y al mundo”.