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Adolfo Paco entre telas y emociones

Desde el escenario del programa de televisión que concibió —Sábados Populares— transmitió en vivo desde cada rincón de Bolivia. Vio surgir la carrera de grandes artistas y grupos como David Castro, Los Canarios del Chaco, Néctar y Octavia. Y llenó el Teatro al Aire Libre Jaime Laredo una y otra vez. Adolfo Paco Flores fue, también, el incansable compañero de Carlos Palenque, en un momento político muy importante para Bolivia. En todos estos acontecimientos, los trajes vistosos y pulcros al mismo tiempo fueron un sello indiscutible de su visión. 

“El terno, era lo nuestro. Los modelos antiguos, con dos botones y los nuevos ya solo con uno. Incluso incorporamos el aguayo antes de que se pusiera de moda con Evo Morales”, comenta, sonriente, mientras rememora toda una vida en las pantallas de la televisión nacional.

Mucho antes de que la gente se peleara por ser parte del espectáculo o de llenar escenarios masivos, pocos fueron los que creyeron en el proyecto.

“Le dije al Compadre ‘tenemos que mostrar a nuestros artistas, eso es lo que somos al final tú y yo’ (porque Adolfo fue el último guitarrista que acompañó a Palenque en su carrera musical). Y me dijo: ‘Bueno, pero tiene que haber algo más’. ‘Concursos’, le respondí. Eso hizo la diferencia, porque logramos que la gente sea la protagonista del programa, en lugar de ser solo  espectadora pasiva”.

En el primer show —que se emitió el 9 de septiembre de 1986— Wilfredo Cacho Ordóñez, quien ya dirigía El Metropolicial, apareció disfrazado en el concurso Adivine el personaje. A las semanas se lanzó Los bebés gateadores —“uno de los grandes clásicos”— al que le seguiría Quién pela la cáscara más larga (de papa) o El juego de las sillas.

En 1987 se unió Pato Patiño y el “dúo dinámico” no se separó sino hasta más de 10 años después. Sus trajes idénticos, los lentes y el estilo del cabello los hacía similares, aunque no lo eran. La energía que emitían los hizo famosos en toda Bolivia. Y no escatimaron en colores, rojos, guindos, plomos, negros, azules, amarillos, algunas veces extravagantes, otras más formales, pero siempre elegantes. “Decidimos hacernos trajes que se diferenciaban porque la camisa y el pantalón eran de la misma tela y el saco contrastaba y nos los hacía el mismo sastre; así, estábamos coordinados”, narra.

Los concursos que marcaron el programa fueron, sin duda, los de techno y cumbia. Aquella iniciativa trascendió internacionalmente, no solo en aquel momento —que sucedió, ya que los contactaron de la Warner Bros, porque estaban interesados en llevar a EEUU al ganador— sino años después, cuando reactivaron la iniciativa con grupos de militares y civiles. Uno de los momentos más lindos fue cuando la cadena CNN hizo una nota sobre la final de Los Reyes del Baile, como llamamos a las competencias en 2011, recuerda con alegría el productor.

Ya para entonces Sábados Populares despertaba pasiones extremas. La final de 1995, casi en Navidad, dejó inevitablemente un sabor amargo. En aquella ocasión, el integrante de uno de los grupos activó gas lacrimógeno dentro del teatro México, que estaba tan lleno que al tratar de salir se crearon avalanchas de gente donde dos personas murieron aplastadas. Estos acontecimientos, más los antecedentes de algunos concursantes, frustraron el debut internacional de los bailarines.

Adolfo sostiene entre sus manos dos trajes especiales, dos “históricos”, como los llama. Uno rojo y uno azul. El primero le recuerda a la gran época que compartió con Patiño. Una década en la que se ganaron el cariño de la gente y lograron generar “un sentimiento boliviano”.

“Estábamos en Sucre, vestidos los dos con estos sacos colorados, a punto de comenzar y el coliseo estaba vacío. No entendíamos qué pasaba, hasta que la gente comenzó a llegar en oleadas. Fue tanta la afluencia que rompieron las puertas y Gringo Gonzales, que aún cantaba y tenía que actuar, salió bastante malherido”.

El terno azul, ese, pertenece ya a otra época. 1999 fue un año de crisis. Adolfo y Kory —su hijo— trataban de levantar el programa luego de que Pato decidiera seguir su propio proyecto con Sábados de la Alegría. Padre e hijo decidieron arriesgarse: viajar a Buenos Aires y transmitir en vivo junto a la comunidad boliviana. La inversión era muy alta, pero les fue muy bien.

“Este saco azul significa mucho, porque me acompañó hasta Argentina. Tuvimos un espectáculo con todos los villeros del momento, transmitiendo en vivo. Con lo que ganamos pudimos llegar hasta Montevideo y grabar junto a Chocolate y Los nietos del rey; después de eso, volvimos con mucha fuerza a Bolivia”, narra.

Con esos éxitos, Sábados Populares volvió a posicionarse. Años después la relación entre los icónicos conductores se restableció, aunque nunca fue como antes de que se separaran. “A Patiño lo quise mucho. Tenía mi confianza, pero él no estaba de acuerdo con tener menos acciones. Y tenía que ser así, porque yo estuve en el programa desde el principio y él no. Así que de un día para el otro él y todos los empleados de Produtele me dejaron solo. Después lo perdoné, porque no quiero quedarme con rencores, pero algo se había roto”.

La posibilidad de dejar las pantallas amenazó al presentador muchas veces a lo largo de su carrera, una de las pocas que en realidad hizo que perdiera la compostura sucedió un par de años antes de que muriera Carlos Palenque, quien en aquel entonces era el líder de Radio Televisión Popular (RTP) y de Conciencia de Patria.

Sentado en el despacho del Compadre, Adolfo esperaba la reacción de su amigo y jefe, después de presentarle su renuncia. Al ver que se ponía de pie, recordó cómo años antes habían llegado a los golpes, cuando tocaban música folklórica juntos. En esta ocasión, se paró y estaba dispuesto a escapar cuando en lugar de violencia sintió un gesto de cariño. Se abrazaron y buscaron una solución a sus diferencias, luego de derramar un par de lágrimas.

En los últimos años él mismo ha sentido que se va acercando la hora de cerrar este gran capítulo de su vida. Le ha tocado ver partir a sus grandes amigos y compañeros: Remedios Loza, Pato Patiño, Raúl Garáfulic y Cayetano Llobet, entre otros, y si bien sabe que es el destino de todos, incluso el suyo, quiere seguir trabajando, pero lejos de las cámaras de televisión.

“Este es mi último año y puede que también lo sea para Sábados Populares, aún no lo sabemos bien. No soy Chabelo, envejecer ante las cámaras no es sano para mí, porque en algún momento comenzarán las lagunas y quiero irme antes, con fuerza, marcando goles”.