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Gladys Moreno. Viaje por el recuerdo

Se me desbordan recuerdos y recuerdos de aquel buen tiempo que nunca volvió; sigue la lluvia mojándome el alma, en cada verso un recuerdo se ahogó”. En el momento en que se escucha su voz, los objetos que están en la habitación parecen revivir los tiempos en que Gladys Moreno recorría el país como Embajadora de la Canción Boliviana. A través de los testimonios de su hija Ana Carola Tomelic Moreno y del músico Armando Terceros, de la antigua casa de la artista y de un café-museo, y de las imágenes del fotógrafo Richard Arana, se reconstruye la imagen de la mejor cantante boliviana del siglo XX.

“Mi mami tenía dos dones: cantar y cocinar”. Cuando hojea el álbum de fotos en blanco y negro, Ana Carola expresa con una sonrisa el orgullo que siente por ser la hija de Gladys, aunque lo que más resalta de su madre es que le gustaba disfrutar de su familia y cocinar. “Me encantaban las costillitas de cerdo acarameladas”.

Viva Santa Cruz, bella tierra de mi corazón, tienes la virtud y el perfume de la adoración. En tu cielo azul, las estrellas hablan del amor, noches de pasión cuando se enamora en Santa Cruz. Hace poco se desveló la incógnita y lo confirma su hija: Gladys Moreno Cuéllar nació el 28 de noviembre de 1933 en La Paz, debido a que su padre, Rómulo Moreno, era militar y había sido destinado a esta ciudad.

“Así empecé, cantando en la casa de mis amigas, en todas las fiestas a las que me invitaban, no tenía más de 10 a 12 años”. Si bien era reacia a aparecer en los medios de comunicación, Gladys cuenta así, en un documental Los creadores, cómo fueron sus primeros coqueteos con el canto. Su vida profesional se inició cuando tenía 15 años, cuando grabó su primer disco, bajo el sello Méndez de La Paz y siguió su vida artística en Santa Cruz de la Sierra, desde una casa de la calle Murillo.

“Tenía una voz inigualable”. Armando Terceros, fundador del trío Los Cambitas —que acompañó durante varios años a Gladys—, vivía a unas cuadras de la casa de la cantante, por lo que se reunía con algunos amigos y juntos iban a escuchar los ensayos, que estaban acompañados por la reconocida pianista Elvira Ortiz.

Con Haragán, Vida de mi vida, Cuando un camba se enamora y Vals a Tupiza, Gladys se hizo conocida entre el público, tanto así que al poco tiempo ya estaba visitando las principales ciudades y pueblos de Bolivia, además de los centros mineros. “Ella amaba profundamente su país, disfrutaba de cada rincón que tenía la oportunidad de visitar”, cuenta Ana Carola dentro de la casona donde vivió su familia y que actualmente acoge la oficina regional del Ministerio de Culturas y Turismo, además de ser un espacio para exposiciones y veladas artísticas.

Todo el corazón, negra, te ofrecí; esa noche triste junto al Piraí. Por vos mi ilusión toda la perdí; desde entonces, morena, voy llorando de amor. La vivienda de una sola planta conserva las tejas en el techo, algunas plantas que Gladys cuidaba con esmero y una tinaja de barro que perteneció a Hortensia Cuéllar, su madre, donde acumulaba el agua de lluvia. Ahí, Ana Carola rememora que Gladys era muy ordenada en todas sus actividades, en especial porque quería compartir más tiempo con su familia y preparar las delicias que tenía en su recetario.

“La querían mucho. En La Paz y en las minas, hablar de Gladys Moreno era hablar de lo más grande que existía”, cuenta Armando, quien acompañó a la cantante en varias giras nacionales.

En 1962 fue nombrada Embajadora de la Canción Boliviana, luego fue declarada ciudadana notable de Santa Cruz y, en 1980, la entonces presidenta Lidia Gueiler le entregó el Cóndor de los Andes.

Sin embargo, pese a ser admirada por su público y reconocida por las autoridades, Gladys se retiró de la música después de 35 años de trayectoria, para dedicarse por entero a Ana Carola. “He cantado tanto que me he sentido bastante enferma (…). Entonces, tomé la determinación de retirarme del canto, aun pudiendo cantar, porque mejor es retirarse cuando uno está en la cima que cuando ya no lo puede hacer”, explicó en su momento.

Dónde están esas horas que contigo pasé, todo ya se ha perdido y hasta tu amor se fue. En la playa tu nombre con mi llanto escribí, hoy solo vivo instantes como el curucusí.

Además de los discos de vinilo y las remembranzas de Ana Carola y Armando, los recuerdos permanecen en las decenas de fotografías de sus viajes, sus presentaciones y sus grabaciones en los estudios. Todo ello son reliquias que en su hija provoca dos sentimientos: el primero es de mucho orgullo por saber que su madre unió a todo el territorio boliviano a través de su dulce canto; el otro es de nostalgia, cuando evoca el todo tiempo que compartieron en familia.

“Amaba estar en casa, cuidar sus rosas, sus plantas, les hablaba, les cantaba”.

En ese momento es ineludible hablar de aquel jueves 3 de febrero de 2005, cuando la cantante recibió su pensión vitalicia, por lo que pidió a Ana Carola que la acompañara a la peluquería. “Te voy a estar esperando porque quiero que me lleves”. La cita nunca no se llevó a cabo, ya que un infarto se encargó de apagar la vida terrenal de Gladys.

La vida me duele sin vos, preciosa emisaria de amor, linda flor de arrebol y mi sed de ti, duramente me castigas porque tengo sed. No obstante, su voz continúa siendo escuchada en las radios y en el restaurante Aljibe —ubicado en el casco viejo cruceño—, donde además de ofrecer comida típica se ha convertido en el repositorio de la Embajadora de la Canción Boliviana. Ahí en una habitación que mantiene las paredes blancas y tablones en el techo, se exponen fotografías, la ropa con que Gladys se presentó en sus actuaciones, recortes de periódico, reconocimientos y maletas de cuero con los que visitó las minas de Catavi, Siglo XX o Huanuni, La Paz, Cochabamba, Oruro, Tarija, Potosí, Yacuiba, Puerto Suárez y la Chiquitanía.

“Para ella, lo más importante era unir toda Bolivia a través del don que Dios le dio, porque disfrutaba cada rincón que tenía la oportunidad de visitar”. En ese momento, Ana Carola extrae la tapa de un disco de vinilo, que tiene una dedicatoria: “Para mi adorada hija, con el más grande amor de su madre”.