Icono del sitio La Razón

Sikuri revolucionario

Mientras sonaban los disparos del Ejército que se enfrentaba contra las milicias campesinas, obreras y mineras, los músicos de Sikuri de Taypi Ayca ejecutaban sus melodías de marcha. La música virulenta había comenzado en la mañana del 9 de abril de 1952, las melodías de viejos fusiles obtenidos durante la contienda del Chaco se combinaban con algunos disparos de revólver. Los combatientes revolucionarios y los del Ejército estaban desencajados por el hambre, el miedo y la fatiga. Pero, como recuerda Manuel Churata, este grupo de sikuri no abandonó sus instrumentos y permaneció tocando, dando vueltas en el mismo sitio, sin moverse, durante dos días y dos noches de levantamientos.

Desde el pueblo de Italaque, los comunarios de Taypi Ayca, junto a otras comunidades que también pertenecen a este pueblo (a nivel organizacional), fueron convocados por el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) a participar en las revueltas revolucionarias desarrolladas en la ciudad de La Paz. Allí, los comunarios rememoraron cómo, hace menos de dos décadas, habían acompañado al Ejército boliviano a pelear en la Guerra del Chaco (1932-1935). Entonces, inspirados en ese espíritu nacionalista, nuevamente vistieron sus atuendos de danza, se formaron en filas y marcharon ejecutando sus sikunaka (zampoñas) y bombos hacia el pueblo de Italaque, donde esperaban los camiones destinados a trasladar a las milicias revolucionarias.

Música guerrera

Taypi Ayca está en la zona altiplánica de la provincia Camacho, del departamento de La Paz. Se dice que, así como la sikuri, especie de anaconda gigante que habita en la Amazonía, produce miedo a quienes se acercan a ella, esta música puede atemorizar a quienes la escuchan. Por eso, cuando se ejecuta el ritmo de la marcha, la coreografía imita el andar zigzagueante de aquel reptil. En palabras del investigador y músico Nemecio Huanacu: “Cuando tocas sikuri entra su qamasa (energía y fuerza vital) y de por sí sientes ese poder guerrero, de por sí tienes una fuerza y no tienes miedo a nada, aunque puede estar en peligro tu vida, entra ese valor”.

La anécdota relatada por Churata describe que, durante la insurrección del 9 de abril, había un dirigente del MNR que se las “daba de macho”, dando órdenes con su escopeta. Se acercó al grupo y les dijo: “Ustedes no se van a mover. Pero, justo en ese momento han llovido los disparos y, ese dirigente como hormiga se ha escapado. Allí, mientras los militares repartían escupitajos con sus metralletas, los sikuris no se hacían caso, igualito nomás estaban ahí tocando tranquilitos y recuerdo que nuestros bombos estaban como encantados porque sonaban más fuerte que los disparos”.

Manuel Churata es sikuri de Taypi Ayca, tiene 76 años y es tejedor de bayeta. Su testimonio de juventud describe que el MNR fue el único partido que logró cooptar y politizar a esta comunidad aymara. Dice que dentro del Ayllu Taypi, a donde perteneció Taypi Ayca, junto a las comunidades de Moroqarqa y Liji Liji hubo un grupo de aproximadamente 23 milicianos del MNR que pusieron cuerpo y combatieron con armas.

Música cívica

La Revolución Nacional de 1952 produjo cambios sociales fundamentales como la Nacionalización de las Minas, el Voto Universal y la Reforma Agraria que fue firmada el 2 de agosto de 1953, y bajo la consigna de que “la tierra es para quien la trabaja” se instituyó como el “Día del Campesino” (actualmente denominado “Día de la Reforma Agraria), donde mediante desfiles y discursos permite conmemorar, asegurar y cristalizar las memorias nacionales.

Desde el periodo revolucionario, cada 2 de agosto, el grupo de Sikuris de Taypi Ayca se traslada a la comunidad de Umanata, donde en 1959 fue fundado el Núcleo Escolar Campesino 4 de Abril. Allí se reúnen todas las comunidades de la zona para celebrar el encuentro de “Sikuris de Italaque” que es uno de los más importantes del municipio de Mocomoco. De esta manera, el sikuri es parte del civismo y de la construcción de memorias nacionales.

Pero, ya en 1906, el periodista Fenelón Eguino relató que “nuestros presidentes, particularmente el general Manuel Isidoro Belzu (1848-1855), gustaban de solemnizar sus días clásicos —el onomástico y el aniversario de su exaltación al poder— con la asistencia de los concertistas de Italaque”. Entonces, la participación del grupo de sikuri dentro del escenario estatal fue parte de las viejas tácticas de poder que permitieron mantener discursos de legitimidad clientelar, a decir de Silvia Rivera, las poblaciones indígenas fueron presentadas como ornatos culturales: “que bailan, tocan instrumentos nativos y aclaman a los líderes mestizos”, sin oportunidad de ejercer iniciativa histórica y política propia.

Así, el 6 de agosto de 1955, el Instituto Indigenista Boliviano organizó el recibimiento del presidente chileno general Carlos Ibáñez con la participación del conjunto de música autóctona de la localidad Taypi Ayca-Moroqarqa. Existe un documento que señala al italaqueño Víctor Castañón como encargado de coordinar este acontecimiento. La participación del sikuri dentro del escenario estatal revela cómo lo indígena se trastocó en un ornamento del Estado; sin embargo, la simbología guerrera de esta danza pudo resistir y desordenar el orden hegemónico, pues el sikuri no es una música y danza dominada, sino que actualmente, como menciona el investigador italaqueño Boris Bernal, continúa creando y proponiendo, a través de su esencia guerrera, su propia revolución cultural.

La historia de los Sikuri de Taypi Ayca

El Museo Nacional de Etnografía y Folklore (Musef) presentará la exposición ‘Escuchar al viento y la piedra’, sobre los Sikuri de Taypi Ayca. La muestra será inaugurada el 16 de mayo en las salas del repositorio ubicado en la calle Ingavi 916, esquina Jenaro Sanjinés.