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La magia de Nor Lípez

El amanecer en los Lípez es inigualable. Cuando el sol empieza a aparecer detrás de los cerros lejanos, su destello —parecido a láminas de oro— baña todo lo que está en las comunidades que se encuentran en el suroeste potosino. Esto es una muestra de los atractivos que ofrecen San Cristóbal, Vila Vila, Culpina K y Río Grande (comunidades del municipio potosino de Colcha K), como parte de un emprendimiento  turístico que busca mejorar la calidad de vida de sus habitantes.

A la gente que llega por primera vez a San Cristóbal le suena inverosímil que la iglesia haya sido trasladada 17  kilómetros hace 20 años. También llama la atención la roca donde supuestamente apareció el santo que da nombre a la población, que también fue movida a una plaza. El cráter gigante donde estuvo el anterior pueblo, minas artesanales antiguas de donde se extraía plata, plantaciones de quinua orgánica, el enfloramiento de llamas y gastronomía es lo que ofrece Pueblos Mágicos de los Lípez, una iniciativa del Consejo Consultivo de los Lípez, la minera San Cristóbal y la Fundación Codespa.

El recorrido empieza en la comunidad Vila Vila, en una construcción de piedra donde esperan pobladoras con mate de chachacoma, una planta con flores amarillas y hojas gruesas que —dicen— alivia los resfriados y que tiene propiedades anticancerígenas. En una mesa aparte, bandejas con queques, hojaldres y torta de quinua atraen a los comensales. Se trata de la repostería que preparan las integrantes del Centro Integral Socio Productivo (CIPAED), una organización que se inició como un club de madres y que ahora se dedica, además de a la preparación de masitas, al corte y confección y a tejer ropa que viste a los estudiantes y a los empleados de algunas entidades. “Hay mucha aceptación, por eso se están abriendo más negocios en Vila Vila y otras regiones”, asegura Ovidia Ayala, beneficiaria del emprendimiento.

A 11 kilómetros de esta población está San Cristóbal, conocida porque fue trasladada en su totalidad hace 20 años, pues debajo hallaron ingentes cantidades de minerales. Los pobladores recuerdan que durante el megaoperativo reconstruyeron 250 viviendas, además de desplazar la iglesia —declarada Monumento Nacional en 1967— y la roca fundacional.

“No podía creer cuando trasladaron el pueblo. He llorado mucho tiempo. Me preguntaba cómo nos habíamos trasladado a un lugar donde hay mucho frío. El choque lo hemos sufrido muchas personas”. Con un ajsu (túnica) de lana de llama, un chumpi (faja) del mismo color oscuro y sandalias de cuero de oveja reforzadas con lana, Nelly Quispe se ha acostumbrado al nuevo pueblo. De hecho, ahora es guía en el Centro Cultural, Turístico y Gastronómico Pueblos Mágicos, donde, a través de fotografías, maquetas y textos, se cuenta los orígenes de los Lípez y se explica cómo es la producción de quinua, la cría de llamas y la minería.

Más que potosinos, en esta región se consideran descendientes de la nación Lípez, un territorio donde habitaron aymaras, quechuas y urus, explica Alberto Colque, guía local de San Cristóbal. Por ello —señala— hay cerros con nombres aymaras, mientras que la población se comunica en quechua. De hecho, Lípez proviene de lliphi lliphi, palabra aymara que significa centelleo, brillo o fulgor. “Cuando los españoles llegaron aquí lo cambiaron a Lípez”, agrega el guía.

Después de comer qalapari —una sopa de maíz y carne de llama que tiene una piedra caliente en medio del plato—, la incursión continúa al noroeste, hacia el mirador de Hirucancha, para ver dónde estaba el antiguo San Cristóbal. Con un sombrero de ala ancha, binoculares y agua para mitigar el intenso sol del mediodía, Alberto dirige a la comitiva por unos cerros donde hay llamas, vizcachas, allkamaris y águilas, además de una variedad de tholas, un bosquecillo de queñuas y arbustos de chachacoma, fauna que es estudiada por científicos de Wildlife Conservation Society (WCS) y flora que planea ser aprovechada por chefs de los restaurantes Gustu y Jardín de Asia.

Un punto recomendable de la visita es el mirador de cóndores, una terraza artificial de piedra desde donde se puede ver a las aves rapaces. En esta ocasión no hubo suerte, aunque el guía indica huellas que prueban que descansaron hace poco en los resquicios de aquellos cerros.

La caminata sigue en ascenso, hasta llegar a un campo de arbustos donde aparecen cúmulos de piedra apilados de tal manera que forman una especie de puerta, donde hay huecos profundos y oscuros, minas que los antiguos pobladores abrieron para extraer plata. Cerca de ahí se hallan construcciones derruidas que sirvieron de alojamiento y taller, donde fundían el mineral para luego venderlo.

Con la ayuda de vehículos todoterreno se arriba al mirador de Irucancha, uno de los puntos más altos del recorrido (4.450 msnm), donde se puede contemplar parte del salar de Uyuni y, sobre todo, el antiguo San Cristóbal, ahora convertido en un cráter gigante con caminos sinuosos por donde pasan a cada instante camiones Caterpillar de siete metros de altura.

Juan Mamani, superintendente de Desarrollo Sostenible y Relaciones Locales y Departamentales de la minera San Cristóbal, comenta que, como parte del proyecto Pueblos Mágicos de Lípez, se está apoyando en el ámbito productivo a las plantas industrializadoras de quinua y de carne de llama, además de otros trabajos.

El recorrido continúa por extensas plantaciones de quinua orgánica, donde los comunarios están afanados en la cosecha, antes de comercializarla a los mercados nacionales y extranjeros.

Es la época de fertilidad. Por ello, en una propiedad de Culpina K se lleva a cabo la q’illpa, un ritual que consiste en perforar las orejas de las llamas para sujetar ahí lanas de colores, con el objetivo de que la Pachamama lleve alimentos a los animales.

“Es lindo vivir aquí. Hasta hace poco no dábamos valor a lo que teníamos, pero ahora entendemos que lo que tenemos es invaluable”, asegura Alberto. Los trabajos de la minera San Cristóbal culminarán dentro de cinco años. Para ello se están desarrollando proyectos que hagan sostenible económicamente a las comunidades —como plantas de procesamiento de quinua y de carne de llama—, pero a lo que se apuesta con más ímpetu es al turismo, para que la gente conozca esta parte de la nación Lípez.