Marian Martorell, de la pantalla a la realidad
La personalidad y el estilo de los personajes ficticios inspiran a esta abogada cruceña.

El traje de Mujer Maravilla que la abogada cruceña Marian Martorell Rioja ha utilizado incontables veces desde 2014 refleja más que las ganas de encarnar a uno de los superhéroes icónicos de la cultura popular estadounidense. Se trata de un símbolo de libertad construido con tela y experiencia.
Hasta entonces solo había escogido disfrazarse de personajes de animé y dibujos animados poco llamativos, con trajes discretos, que no se ajustaran demasiado a su cuerpo. Estas decisiones tenían poco que ver con su personalidad o sus gustos. Marian estaba en medio de una relación tóxica, con una persona controladora, a quien le disgustaba que fuera parte del mundo del cosplay. Y fue justo allí que decidió celebrar la libertad que sintió una vez que terminó con todo aquello que la cohibía.
“Es un traje sexy, ‘mostrón’ y cómodo que simboliza fuerza, independencia y grandeza. Es con el que volví a empezar y decidí darle más importancia a este pasatiempo, por eso tiene un lugar especial en mi corazón”.
El cosplay consiste en recrear personajes de animé (animación japonesa), manga (historietas) o videojuegos famosos. Desde hace varias décadas esta práctica se ha extendido a libros, películas, dibujos animados e historietas de todas partes del mundo. Si bien viene de la fusión de dos palabras en inglés —“costume play”— que significan jugar a los disfraces, la atención al aspecto físico, a los gestos y al lenguaje corporal del personaje hacen de esta forma de entretenimiento algo más que ponerse una máscara.
En Bolivia hay diferentes eventos donde fanáticos de series y películas como Dragon ball, Evangelion y Avengers modelan sus mejores trajes ante un público conocedor. Estas pasarelas también suelen ser competiciones —tanto individuales como grupales—, donde la apariencia es solo uno de los aspectos que se califican: “Puedes tener una armadura muy linda, como las que tienen los Caballeros del Zodiaco, por ejemplo, pero si no puedes dar una patada o mostrar un movimiento que identifique a tu personaje, te restan puntos y no vas a ganar”.
Estos espectáculos se han desarrollado tanto, que en los mundiales de cosplay —que se celebran en Japón anualmente— los equipos ganadores hacen coreografías con escenarios decorados y diferentes trajes.
“En realidad yo soy ‘cosmodel’, porque elijo qué personajes quiero representar y modelo los trajes, pero no los confecciono. Quienes los producen se denominan ‘cosmakers’ y hay grandes realizadores en Santa Cruz”, explica Marian, cuyo nombre de cosplayer es Wonder Girl. Lo más importante en un traje es tener la peluca adecuada, accesorio que es, también, el más caro. Tras elegir qué atuendo del personaje utilizará, ella se contacta con sus cosmakers preferidos, entre ellos, Yume confecciones, con quienes ya trabajó.
Recuerda su primer intento con algo de frustración. Tenía ocho años y había elegido disfrazarse como Sailor Mars, la impulsiva sacerdotisa de pelo negro largo, que es parte del animé Sailor Moon. “Entre mis compañeros nadie me reconoció, nadie sabía quién era ella. Eso me molestó mucho”.
Tras casi dos décadas, descubrió que su interés por aquel mundo no había desaparecido cuando vio competir a una amiga suya. Por cinco años, Marian mantuvo este hobby como algo ocasional, ya que no contaba con el apoyo de sus padres ni de su pareja, quienes no comprendían la emoción que sentía, y aún siente, cuando se transforma en alguno de los personajes que le gustan. Una vez que se decidió a volver a empezar, en su vida emocional y en el cosplay, comenzó a elegir mujeres fuertes y sexys de cualquier videojuego, dibujos animado o película que le gustara.
“Poco después de salir como Wonder Woman, conocí a quien sería mi esposo y le conté desde el principio cuánto me gustaba esto y que quería dedicarle tiempo y dinero. Me apoyó desde el principio”.
Uno de los aspectos más conflictivos del cosplay son las críticas, sobre todo en las redes sociales. En la página de Facebook que Marian mantiene como Wonder Girl, muchos de los comentarios son afectuosos. Sin embargo, también hay gente malintencionada que en lugar de ayudarle a mejorar, sugiriendo cambios en el acabado o arreglo del personaje, no hace nada más que lanzar comentarios hirientes.
“Entre las peores cosas que he leído sobre mí, es que tengo cara de hombre o que no tengo buen cuerpo. Eso no tiene nada que ver con el esfuerzo que se pone en los atuendos. Y afecta bastante, pero después una se mira al espejo y se da cuenta de que no es cierto y que no tiene por qué desanimarse. Lo mismo sucede con los comentarios racistas que afloran dentro de esta comunidad. Para mí, cada uno tiene derecho a vestirse de lo que quiera, mientras le guste”.
Si bien sus cosplays tienen un público mayormente adulto, descubrió en los niños una inesperada fuente de inspiración. El cariño sin reservas que le dan cuando está vestida como Elsa (Frozen) o Ladybug (Miraculous), su personificación favorita de 2018, le muestra que el cosplay es muy especial en su vida. Por eso, para sostenerse y costear todo lo que implica —pelucas, trajes, lentes de contacto y demás accesorios— decidió animar fiestas infantiles.
Tal vez fue aquella nueva conexión, o simplemente el destino, que influyó en su vida para sorprenderla una vez más.
“Soy consciente de que ya soy mayor, pero el cosplay es para cualquiera que sea feliz haciéndolo. Descubrí hace poco que estoy embarazada, así que en lugar de dejarlo, comencé a buscar nuevas opciones de personajes que se adapten a mi estado. Creo que me voy a divertir mucho haciéndolos”.